Por Carlos Del Frade
(APe).- Alexis y Alan son dos pibes de quince años que viven en la zona sur de la provincia de Santa Fe. Por muchas razones están lejos del estudio, el deporte y la alegría. Uno debe ganarse la vida tirando de una soga con las fuerzas de sus brazos para mover una canoa y atravesar un tramo del río Carcarañá de menos de cien metros. El otro, en cambio, fue encontrado con una metralleta FMK3 en su habitación y está sospechado de matar a otro pibe un poco mayor que él. ¿Por qué pasan estas cosas?.
“Esto se hace peligroso cuando llueve. Para colmo ahora se cortó la soga. Y con las crecidas puede pasar que la canoa se termine quebrando. Este tramo tiene unos ochenta metros pero es más cuando el Carcarañá crece. Muchas veces pensé que en cualquier momento te podés ir a pique, que te corte al medio. Empecé a trabajar a los nueve años. Cobraba 2 pesos el cruce, el pase. Ahora cinco pesos. Yo quiero volver a la escuela. Pero tengo que trabajar para ayudar a la familia. Tampoco puede trabajar ahora mi abuela. Por eso pido una canoa nueva o un motorcito. Pasé a la secundaria pero no la puedo hacer por ahora…”, cuenta Alexis, de quince años.
Trabaja arrastrando una canoa en el paraje Campo Rincón, sobre el río Carcarañá, en el sur santafesino, entre Oliveros y Timbúes. Un tramo de 80 metros. No tiene motor ni remos. Sus brazos deben llevar la embarcación tirando de una soga que, en estos días, se cortó.
La zona está poblada por doce exportadoras que, durante el año 2014, exportaron por encima de 244 mil millones de pesos, casi tres veces el presupuesto del gobierno santafesino para atender las necesidades cotidianas de una población superior a los 3,35 millones de personas. Esas empresas que repiten hasta el hartazgo que cumplen con la llamada responsabilidad social gozan, además, de la exención del impuesto a los ingresos brutos. Una verdadera obscenidad. Esas mismas firmas miran para otro lado en relación a los casos de chicos excluidos como Alexis mientras la canoa repite una forma de explotación que parece más del siglo diecinueve que del presente.“Somos todos muy humildes. Vivimos del lado de Timbúes. Nunca nos llamaron de la comuna ni se acercaron…acá en la zona hay mucha gente que tiene mucho pero, en realidad, no tienen nada…¿no se si me entiende?. Tengo una nena de cuatro años que no puede ir al jardín cuando llueve porque la bajada se hace resbalosa y peligrosa. Sacamos lo que podemos para calentar el estómago, los pocos pesos que tenemos los usamos para eso. Para armar algunos guisitos, hacer un puchero para mantenerse. Estoy sin trabajo. Viene crítica la mano. Pero mi papá me enseñó a nunca agachar la cabeza y que un tropiezo no es caída. Tengo 24 años y terminé el tercer año del polimodal”, dijo Guillermo, tío de Alexis, en la mañana del miércoles 5 de agosto de 2015.
Alan tiene 15 años y vive en el barrio Saladillo, en el sur rosarino, tierra que alguna vez fue sinónimo de trabajo portuario y frigorífico.
Hace pocos días fue detenido. Lo llevaron preso como principal sospechoso de haber matado a otro pibe, también en la zona austral rosarina, Jonathan David Rodríguez, de veinte años.
Pero la noticia fue tapa en los diarios regionales por un detalle nada menor.
Alan, alias “el Novato”, tenía un arma en su pieza. No cualquier arma: “En la habitación del adolescente fue secuestrada una pistola ametralladora FMK3, de fabricación nacional, similar a la que utilizan fuerzas de seguridad como la policía santafesina, Gendarmería y Prefectura. Un arma que tiene una autonomía de fuego de 600 disparos por minuto y que tenía su numeración intacta”, dijeron las crónicas.
A Jonathan una ráfaga de calibre 9 milímetros disparada por uno de los dos muchachos que circulaban en una moto no lo dejó llegar nunca al cumpleaños de una amiga.
El arma vino de alguna fuerza de seguridad y, según dicen las investigaciones, estaba siendo buscada desde hace meses. Incluso se apunta que Alan cambió una moto Honda Tornado por la metralleta.
Por pronto, también en la zona se afirma que esta muerte deben entenderse en la disputa que existe entre los sucesores del Pimpi Caminos, ex jefe de la barrabrava de Ñuls, liderados hoy por su hijo Alexis; y miembros de la banda de un tal “Chapita”.
Pero más allá de estos dilemas policiales, lo increíble del caso es por qué Alan encontró en esa FMK3 un sentido existencial para su presente.
¿Por qué Alan no tuvo otra cosa en su vida cotidiana?.
¿Por qué hay que naturalizar que pibes como Alan encuentren más fácil un fusil que alegría, deporte, trabajo o estudio al alcance de sus manos?.
Fuentes: Entrevistas del autor de esta nota y diario “La Capital”, de Rosario, miércoles 5 de agosto de 2015.
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