Mi parcela rentada I (Crónicas de una Inquilina) Por Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado Cuando conocí Comapa me enamoré perdidamente de mi pueblo natal y supe que ahí quería pasar el r...

Mi parcela rentada I (Crónicas de una Inquilina)

Parcela Rentada

Ilka Oliva Corado

Por Ilka Oliva Corado

@ilkaolivacorado

Cuando conocí Comapa me enamoré perdidamente de mi pueblo natal y supe que ahí quería pasar el resto de mi vida.

Mi abuelo, campesino y mozo toda su vida trabajaba la tierra en su parcela, y cuando yo iba de visita al pueblo, machete y azadón en mano me iba con él al terrero. Para los primeros días de mayo sembrábamos con la esperanza de que lloviera en aquel pueblo árido. Las milpas no pasaban del metro de largo y nunca vi una mazorca galana, todo crecía y se desarrollaba a medias, como los niños.

Mi abuelo me enseñó a hacer los surcos a lomo y azadón, y me enseñó a respetar y amar la tierra y el campo. No soy mujer de ciudad, mi esencia es montuna. Aquellos días de comer ticucos, pishtones calentados en el fogón que hacíamos a un lado de la siembra, bajo la sombra del amatón y de los nances. Beber agua del nacimiento que pasábamos trayendo en el camino, llenábamos los cutumbos. En el matate llevábamos sal y un pedazo de queso oreado. Esas eran nuestras comidas en el campo.

Siempre he tenido añoranza de aquellos días, del olor de mi tierra, de los surcos, de los días de lluvia mojando la siembra y haciéndola crecer. De las camisas ráidas de mi abuelo, de sus manos grietadas, de su cabello cano. De sus ojos verdes, de su palabra inquebrantable. De su machete y sus puros. Del candil. De mi abuela echando los pishtones y de sus manos grandes acariciando mi rostro. Nuestras conversaciones a la hora de la oración, al caer la tarde de cielos color flor de fuego, sentados en la piedrona viendo hacia Ahuachapán y sintiendo la brisa fresca de la quebrada que traía el viento en la cuestona del barrio El Clavel.

Un día migré y la nostalgia se profundizó. Mi abuelo murió y se secaron mis manos campesinas, su ausencia me partió en dos, parte de mí murió con él. Nunca imaginé que tomaría un azadón y que labraría de nuevo la tierra, mucho menos aquí que los indocumentados vivimos en ratoneras. La vida me ha sorprendido grandemente esta primavera, me siento como un jardín florecido. Como el agua fresca de la quebrada que tanto añoro. Mis conversaciones con mi abuelo han vuelto, todas las mañanas mientras bebo café en mi parcela rentada y la veo preñada de botones y de hortalizas que comienzan a retoñar.

Sembramos frijol, milpa, ayotes, sandías, melones, zanahorias, culantro, tomate, lechugas, ocras, remolachas, cebollas, hierbabuena, chile dulce y chile chiltepe. También un palo de limón y uno de arándanos. Geranios, flores de mielita, rosales, pensamientos, hortensias, gladiolos y girasoles.

He comprendido que nunca me fui de Comapa, porque Comapa soy yo misma, está en mi sangre, en mi ADN, en mi esencia, en mi ilusión, en mi añoranza, en esta alegría que hoy me puebla. En las letras que escribo y en mi parcela rentada.

Hoy por la mañana tomé fotografías porque le haré un seguimiento al crecimiento de mis hijitos. Hoy les quiero compartir mi intimidad, mi intimidad es la tierra, la siembra, el retoño que emerge y que florea, que da hijos y deja semilla (tan distinto a mí) y que llena de hermosura este verano estadounidense.

No importa si mañana me deportan o la otra semana o un día antes de la cosecha, si nunca vea ese limonar florear, y los girasoles de agosto, o los gladiolos chiltotos que sembré. Eso es lo que demos, volví a sembrar, volví a abonar la tierra, compré un machete y lo haré cuto como el que me regaló mi abuelo cuando era niña. Mis manos han vuelto a sentir cuando el azadón abre camino haciendo surcos. No hay alegría más grande para quien tiene sangre campesina que ver la tierra florear, ese retoño que es la belleza de la vida.

Pueden ver las fotografías en mi blog de fotografía: En mi lente choteador

Para mi abuelo tío Lilo, con amor.

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