Por Manuel E. Yepe
“Los comentaristas políticos de la gran prensa corporativa, tanto liberales como conservadores, quieren hacernos creer que las elecciones presidenciales estadounidenses son iguales que los concursos de belleza. Las primarias permiten a las bellezas de los dos partidos exhibirse ante los jueces (los votantes) para mostrar sus productos y los debates televisados pretenden exponer la personalidad política de los concursantes. Finalmente, según la más fina tradición democrática que enseñan los libros de educación cívica que se imparten en las escuelas, a las personas les estará permitido decidir los ganadores.
“Pero tras este superficial e inocente imaginario se esconde un proceso mucho más insidioso mediante el cual somos engañados y llevados a confundir la fantasía con una realidad de la que nuestros medios corporativos se niegan a retirar la cortina para dejar ver el artificio”, explica el analista político marxista estadounidense Zoltan Zigedy en un trabajo que titula “Despiérteme cuando todo haya pasado”.
Tomando como ejemplo las primarias republicanas, con al menos 16 aspirantes principales a convertirse en candidatos, Zigedy explica que, aunque ello parecería representar una multiplicidad de opciones para el elector, la verdad es que la mayoría de esos aspirantes a ser candidatos no tiene posibilidad alguna de ser nominados, sino apenas la esperanza de obtener ventajas políticas, puestos de trabajo o la consideración de las fuerzas extremistas de este partido que solo sirven como base social para un posible futuro fascismo.
Estas fuerzas representan una contradicción dolorosa para el partido republicano, un partido orientado principalmente a servir a los intereses del capital monopolista que pueden y han ganado poder regional y local, pero que jamás ganarían a nivel nacional. Los dirigentes del partido republicano saben que la derecha xenofóbica ramplona no necesariamente, ni siempre, sería capaz de llevar a cabo la agenda corporativa de la organización.
La campaña del multibillonario Donald Trump ha constituido una contrariedad para los republicanos porque les ha traído el conservadurismo social republicano al centro del escenario, lo que constituye un problema potencialmente mortal para el partido. Aunque las encuestas previas al debate televisado de aspirantes a la nominación republicana lo mostraban con una ventaja sobre los demás, los líderes del partido saben que ello no se traduciría en una mayoría en una elección general.
Temiendo un desastre, ellos instan a moderación y de ahí que Zigedy estime que los candidatos republicanos más probables sean “corporativos”, como Jeb Bush, Marco Rubio y Scott Walker, los más significativamente al servicio de capital monopolista.
En el partido demócrata, lo más parecido al fenómeno Trump, ha sido el caso del progresista Bernie Sanders cuyos números en las encuestas son los más cercanos a los de Hillary Clinton. Pero a diferencia de los de Trump, sus seguidores no representan una amenaza para Hillary. El resplandor del renacimiento populista de Sanders desviará a críticos de las lealtades corporativas de Clinton y sus inconsistencias en temas de política exterior.
Según Zygedy “estamos en el año 2015 en la misma situación que en 2007”. Los medios de comunicación dedican cientos de millones de dólares de publicidad a crear la emoción de un concurso donde el resultado en última instancia será decidido más por la recaudación de fondos que por los votantes. Los veteranos de la campaña de ambos partidos estiman que el ganador y su oponente gastarán más de mil millones de dólares antes de las elecciones.
Los izquierdistas desearían que el partido demócrata tuviera los mismos problemas que el republicano; que Hillary Clinton se despertara cada noche sudando frío por temor a los avances de la campaña de Bernie Sanders. Pero tal cosa no está sucediendo.
Las encuestas sitúan a Sanders con un porcentaje de apoyo entre los votantes primarios del partido demócrata similar al de Trump entre los republicanos. Pero, a diferencia de Trump, Sanders está muy alejado de los números de Clinton en su partido.
Sanders se ha comprometido con el partido demócrata a no hacer campaña independiente ni atacar a quien resulte ganador en las primarias demócratas y su aporte principal parece ser evitar los tradicionales virajes a la derecha para ganar terreno en el centro.
Zigedy estima que un verdadero candidato popular insurgente tendría que haber comenzado a construir una formidable base de masas años antes de la elección para contrarrestar el poder del dinero y del arraigado liderazgo demócrata. El candidato tendría que comprometerse a construir un movimiento que abarque las organizaciones estaduales y locales, y sustentar la construcción de movimientos más allá de las elecciones presentes y aún futuras.
Eso no ha ocurrido en el pasado y no parece probable con la campaña de Sanders.
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