Por Víctor Ángel Fernández
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, para la definición del término “diálogo”, pueden leerse estas tres acepciones:
1. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.
2. Obra literaria, en prosa o en verso, en que se finge una plática o controversia entre dos o más personajes.
3. Discusión o trato en busca de avenencia.
Sobre todo, deseo referirme a la primera y la tercera, pues creo, son las variantes que, en tiempos recientes, han ido marcando el intercambio entre los representantes de Cuba y sus similares de Estados Unidos.
Es importante que muchas personas no olviden estas variantes, pues, si se leen muchos medios de prensa, parecería que en estas conversaciones, sólo la parte norteña tiene algo para decir, algo para reclamar y algo para sugerir que se cambie.
El pasado 26 de enero, publiqué aquí mismo el trabajo “Cuba - EE.UU.: Una pregunta diferente para Roberta Jacobson”, motivado porque a cada momento salía la pregunta sobre cómo se había tratado el tema de la violación de los derechos humanos en Cuba. Los artículos de prensa que giraban sobre el tema condenaban implícitamente a Cuba, como si los agredidos por los policías norteamericanos o las maltratadas minorías sociales o los inmigrantes en las fronteras de muros y alambres de púas, más allá de la división natural que ofrece el Río Bravo, no fueran humanos o no tuvieran derechos.
Y regreso con el tema, pues a propósito de la apertura de la Embajada de Cuba, el pasado 20 de julio y las actividades que debe realizar el Secretario de Estado John Kerry en la Isla, con similar propósito el próximo 14 de agosto, casi todos los días salen recordatorios sobre la imposibilidad de mejorar las relaciones, si previamente no se atienden las reclamaciones sobre los bienes expropiados en Cuba por leyes del Gobierno Revolucionario.
Por ejemplo, un artículo del nada edificante “El Nuevo Herald”, la emprende con este particular y expresan la solicitud al Congreso de solucionar, como primer elemento, las demandas pendientes sobre estas confiscaciones. Llegan a plantear, incluso, que no debe ser aceptado nada menos que el ciento por ciento de lo reclamado.
A partir de ahí, comienzan a ofrecer números de alto rango. Hablan de casi seis mil reclamaciones consideradas válidas y un monto básico de 1.800 millones de USD, a los cuales se les aplica una tasa del seis por ciento de crecimiento anual y entonces redondean la cifra en 8.000 millones de USD. Con destaque para uno de los grandes pulpos, la Cuban Electric Company.
Otro tema destacado, es cuando llega a decirse, por parte de los reclamantes norteños, que ellos no hablan de propiedades, sino de sus vidas, que fueron afectadas por estas decisiones, o más, pues dejan toda la solución en las manos del gobierno cubano, al parecer, único culpable de todo lo sucedido.
Entonces, llegados sobre todo a este último punto, seré consecuente con el título y le voy a dar la voz a la otra parte, para que de verdad sea un diálogo.
No es posible olvidar que las decisiones del 6 de agosto de 1960, cuando en acto público se anunciaron por Fidel los contenidos de las regulaciones de expropiación, estas se referían no como ataque, sino como defensa frente a acciones o agresiones abiertas a la soberanía cubana.
¿Acaso no afectaban a Cuba la suspensión de la cuota azucarera, o la orden de negarse a refinar petróleo soviético? O sea, nosotros debíamos acatar los mandatos del imperio o atenernos a las consecuencias. Realmente, con todo el honor al que nos obligaba (y nos sigue obligando) la historia de Cuba, optamos por lo segundo durante este más de medio siglo. Pero esos “pequeños” detalles parecen ser olvidados al realizar los análisis actuales.
Se habla de pérdidas monetarias, incluso se habla de vidas. Vale la pena recordar las palabras de Raúl, donde reflexionaba sobre cuándo se había visto que los llamados terroristas, como aparecíamos nominados en la famosa lista, eran los que poníamos los muertos.
Pero como ellos sacan sus cuentas, nosotros sacamos las nuestras.
Si algún día, en ambiente de real diálogo, estuvieran sobre la mesa de conversaciones, las reclamaciones, sólo deseo recordar algunos elementos de la Demanda del Pueblo de Cuba, fechada en la Ciudad de La Habana el 31 de mayo de 1999, donde en su acápite PRETENSIÓN CONCRETA, expresa textualmente:
“Que se disponga por el Tribunal la condena al demandado, en su condición de deudor civilmente responsable, por concepto de reparación del daño material, al pago por el valor de la vida de 3.478 personas, bien que resulta imposible de sustituir y, es además invalorable, de una cifra equivalente a un promedio de 30 millones de dólares estadounidenses por cada uno de los fallecidos, lo que asciende a un total de 104.340 millones de dólares estadounidenses, y al pago por el valor de la integridad física ilícitamente quebrantada de 2.099 personas, bien igualmente insustituible in integrum, de una cifra equivalente a un promedio de 15 millones de dólares por cada uno de los incapacitados, lo que asciende a un total de 31.485 millones de dólares estadounidenses.
"Que se disponga igualmente por concepto de indemnización de perjuicios, como retribución de las prestaciones que ha tenido que asumir la sociedad cubana y demás ingresos dejados de percibir por víctimas y familiares de los hechos narrados ut supra, al pago de 34.780 millones de dólares, equivalente a un promedio de 10 millones de dólares estadounidenses por cada uno de los fallecidos, y de 10.495 millones de dólares estadounidenses, equivalente a un promedio de 5 millones de dólares por cada uno de los incapacitados.
"En correspondencia con lo anterior se demanda la condena al pago único de la suma de 181.100 millones de dólares estadounidenses”.
Las cifras se renuevan y crecen cada año. Pueden ser consultadas las actualizaciones con cada uno de los más de veinte informes sobre los daños ocasionados a Cuba por el bloqueo, que han sido presentados en Naciones Unidas y aprobados de forma aplastante por el mundo.
Aquí hay datos en abundancia para realizar una pregunta diferente al Señor Kerry: ¿qué opina sobre las reclamaciones cubanas, las cuales, según los datos de 1999, eran 22 veces superiores a las actuales de los que se consideran afectados en Estados Unidos? Espero por la rueda de prensa.
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