Por Ilka Oliva Corado
Las letras lograron cautivarme. Solo a través de la escritura logro ser. En las letras encontré el albedrío de mis emociones, la voz sonora de mis instintos que tanto años silencié. El embeleso de escribir abre mis venas y veo mi carne sin pudor, totalmente despojada de toda vanidad, decoro y premura. El embeleso de escribir desnuda mi alma solitaria siempre arisca y absorta.
Viajo a mundos indescifrables; sin tiempo, sin recato, sosegada. En la apacible serenidad de las letras se refugian mis fantasmas, viajo a la profundidad de mis infiernos segura de que no me derrotarán.
En ellas descansan mis alegrías y mis trastornos. Con las letras no necesito pretexto para amar porque ellas mismas son el amor que me ilusiona, que me cautiva, que me enamora.
Yo escribo para respirar, para no renunciar, para no dejar que me venza el vacío insondable de mi existir. El apremio de lo inevitable. Para seguir poniendo mi sangre en esta lucha quimérica tan intangible e innegable de mi resistencia alienada. Yo escribo para acariciarte amor mío, lindeza de mi existir: poesía.
Las letras me abrigan, ellas comprenden la inquietud de mi ser esquivo y estéril. Mi necesidad de manifiesto. Mis pasos y mi deambular de vaivenes postergados, desarraigados. Mis tímidos anhelos dispersos…
Escribo para cortejar los versos que te acariciarán: niebla del amanecer.
Escribo sin afán con el único consuelo de respirar. Para hurgar en lo podrido, en lo oculto de mi aridez y curar la herida para que florezca mi alma emancipada como zarzal de cordillera. Para no dejarme vencer.
Del embeleso de escribir me he enamorado con locura, son las letras la dulzura y la ternura de mi insociable ser.
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