Por Alfredo Grande
(APe).- Y finalmente… Daniel el Tranquilo no participará del debate entre los candidatos a presidir el Estado. La sin razón invocada no deja de ser inconsistente. Luego de haber festejado durante más de una década el retorno de la política, resulta que para un debate del máximo nivel político hace falta una ley del Congreso. El reduccionismo jurídico de la vida convierte al Estado de Derecho en un Estudio Jurídico a escala nacional. “Que la justicia se expida”.
Se invoca a la diosa neutralidad para dirimir aquellos temas que evidencian el enfrentamiento de intereses objetivos y subjetivos. Ya el fraude no es solamente electoral, de recuentos de votos. El fraude que es la sumatoria del engaño y la frustración, es una densa niebla que no permitirá ver la diáfana claridad de la democracia del sufragio.Se suele decir que nadie resiste el archivo. Pero mucho menos se puede resistir a Google. Los dichos sobre Scioli de hace menos de un año con la reverencia alucinatoria actual van más allá de las zonceras argentinas que Jauretche describiera. Creo que entra en la categoría de las “canalladas necesarias”.
En un libro “Las ilusiones necesarias” Chomsky describía lo que años después yo denominé el “alucinatorio social”. O sea las ficciones construidas desde el Poder Represor que funcionan como discurso justificatorio de toda barbarie. Un Scioli nacional y popular cuando fue partícipe necesario de la otra década infame conocida como “menemato”, no solamente es un ataque al pensamiento y a la memoria, sino que es un fraude político y cultural. Más allá de la cantidad de votos que sepa conseguir. Porque otro fraude y no menos, es el reduccionismo aritmético.
La legitimidad es cuantitativa. Porcentajes. La frialdad de los números naturales. No hay ningún inventario y por lo tanto caducan todos los beneficios. El debate estéril sobre boleta única, electrónica, recuentos de votos, boca de urna, respiración boca a boca, ocultan que todas y todos votarán con su víscera más sensible, como dijera el General: el bolsillo.
Para mantener y prolongar subsidios, asignaciones, jubilaciones sin privilegio, sueldos, contratos, pautas publicitarias, vueltos y retornos. Una vez más no se votará por amor. Nadie ama a Scioli. Parece más el suegro que el novio. Se votará por el espanto de que una derecha prolija o una derecha fascista puedan disponer del poder de fuego del Estado.
Por supuesto que no son lo mismo, más allá de que puedan hacer cosas parecidas. De la misma manera que no son lo mismo el vampiro, el hombre lobo o godzilla. Es suicida pensar, decir y actuar como si fueran lo mismo. Porque las estrategias para enfrentarlos son diferentes. Y la simplificación del adversario puede tornar inocuas las formas de combatirlo.
Una estrategia de la cultura represora es presentarse como “única”. Y por lo tanto, habría una única forma de enfrentarla. Es otra de las ilusiones necesarias que hará estragos en el campo de las izquierdas. La diversidad de las tácticas exige una creatividad a prueba de dogmas.
Ninguna izquierda que pretenda ser alternativa puede hablar en latín ni en ningún dialecto sagrado. El mandato de lo “único” siempre es de derecha. No son lo mismo y será nuestro combate descubrir cuáles son las diferencias para poder utilizar en cada situación concreta los dispositivos adecuados para intentar, una y otra vez, que la tortilla se vuelva.
Las toneladas de vaselina gastadas para potabilizar a Scioli, han logrado su objetivo. Otros candidatos no pueden sacarse el cianuro que anida en sus venas. En esta coyuntura, el coraje siempre es necesario, pero no es menos necesaria la astucia.
Si nos alejamos de los mandatos reduccionistas de las derechas, podremos ser derrotados. Quizá demasiadas veces. Pero lo más importante es que nunca fracasaremos. Es decir, nunca más nos derrotaremos a nosotros mismos.
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