Por Andrés Sarlengo
En el día de los maestros / as quiero hacer una breve reflexión: todos se paran o detienen en Paulo Freyre olvidándose que hubo otro gran pedagogo político que lo antecede: Simón Rodríguez. El ideario de Rodríguez difiere al de Sarmiento, su concepción de educación remite a desentrañar un sistema de producción de hombres, no solo a crear escuelas alfabetizadoras.
El "loco" Rodríguez decia: "dénseme los pobres para darles ideas sociales y oficios útiles"; bien claro: sin cambiar el sistema económico la república es más bien una monarquía o una serie de corporaciones dominando.
Simón quedo huérfano de pequeño, padeció el desamparo desde sus primeros días... por eso pudo aprender que se nace dos veces; al parirnos nuestras madres; y cuando nos reencontramos con nuestros deseos juntos a otros. El "loco" deja una gran enseñanza anticipándose a Freyre: el primer saber de todo docente debería ser comprender (su fuente de saber) el cuerpo sintiente y sufriente de los niños que llegan o no a la escuela.
Para saber y enseñar hay que partir de ese otro que sufre y necesita ser amparado por la cultura. He ahí una filosofía histórica, no la otredad metafísica pregonada por los Skliar y sus secuaces. Para educar primero hay que comprender los dolores del estudiante que tenemos enfrente, dolores que provienen de un sistema de servidumbre. El otro de Skliar es mero discurso metafísico, remedo posestructuralista; el de Rodríguez es experiencia viviente, porque él mismo renace del desamparo, criatura humana que llego a pedagogo entre los "infelices", pala, tiza y fusil en mano (época de Bolívar) y no desde la Flacso o el PT de Freyre y cia.
Se sabe y enseña a partir del sufrir del otro, ese niño, hoy día hijo de las tics, el extractivismo, el narcotráfico y el terror que nos lega -generación tras generación- la mercancía y sus relaciones en nuestros cuerpos.
Feliz día maestros, y a seguir pese a los criminales de la educación pública.
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