Sobre los principios del debate en Cuba: ¿Por qué se oponen los que se oponen? (La Pupila Insomne) Por Carlos Luque Zayas Bazán “La revolución sólo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregibl...

Sobre los principios del debate en Cuba: ¿Por qué se oponen los que se oponen? (La Pupila Insomne)

Debate Cuba

Carlos L. Zayas Bazan

Por Carlos Luque Zayas Bazán

“La revolución sólo debe renunciar
a aquellos que sean incorregiblemente
reaccionarios,
que sean incorregiblemente
contrarrevolucionarios”.

Palabras a los intelectuales.

Fidel Castro

La publicación del artículo de Rafael Cruz, “Reglas para el debate o cuestión de principios” provocó, como era de esperar, rápidas reacciones.

Rafael Cruz, advierte casi al principio que “Por supuesto una guerra de principios es una guerra por el poder”. Esta es una verdad esencial que no siempre se detecta en los discursos del “cambio”, porque permanece solapada y cuidadosamente a la sombra del lenguaje manipulador, cuando los defensores del pluripartidismo lo asocian a la democracia, ocultando que donde hay mercado predominante en las relaciones sociales y económicas, sólo existe el partido político del poder mediático y económico.

Es oportuno subrayarlo porque los promotores de la “transición” hacia un pluripartidismo político, no admiten sin ambages que el final de sus propósitos sería disputar el poder, aunque ya alguna figura lo haya confesado en tono de amenaza.

La posible ingenuidad política de las amplias capas de la población cubana se comenzó a barrer definitiva y masivamente desde la campaña misma de alfabetización, y toda la historia posterior ha sido una constante lección de cultura política que, sin embargo, no se puede descuidar, sobre todo en las juventudes que están ahora mismo en la mira de la labor “educativa” de los órganos externos de la guerra psicológica y cultural.

Después Rafael Cruz expone sus dos simples y básicos principios:

- “No será posible entendernos con quienes llegan hasta nosotros portando una granada de fragmentación lista para hacerla estallar en el seno de la República, de la Nación, de la Patria con el fin de destruir el sistema socialista en construcción y reponer el arcaico y desgastado sistema capitalista. Todo lo demás es discutible”.

- “No nos entenderemos con quien venga financiado, respaldado, apoyado, por el dinero anticubano terrorista de Miami o de cualquier otra nación, incluida las de la vieja Europa”.

No interesa ahora comentar aquí aquellas declaraciones que, - y es una de las reglas del debate que ha provocado la veloz e incómoda urticaria-, se originan desde personas, medios u organizaciones disfrazadas hoy bajo coberturas de apoyo financiero y mediático foráneo. Con esas posiciones, como dice Rafael Cruz atinadamente, no hay diálogo posible. Pero nótese bien: no porque una parte se niegue a dialogar, sino porque con esas posturas no habría el debate que interesa y conviene a la paz y la independencia del país. Es, en efecto, un diálogo de sordos. Veamos cómo lo aclara Rafael Cruz en “La Esquina del Debate“, otro artículo en que comenta las opiniones de una periodista al respecto de su artículo: “Es ingenuo pensar que es posible el debate con los que quieren el capitalismo para Cuba porque es un diálogo de sordos, no hay tal intercambio, es Maceo y Martinez Campos, no es posible entenderse, las bases, las esencias son absolutamente contrapuestas, es un diálogo estéril de antemano, es además una pérdida de tiempo, tiempo necesario para el verdadero diálogo…”.

Como advierte desde hace mucho Fernando Martínez Heredia, en Cuba se libra una batalla cultural entre los que aspiran a soluciones capitalistas y los que defienden la continuidad socialista de la Revolución. En el círculo de los que abogan por la continuidad del proyecto, hay otro debate de carácter muy distinto.

El debate que interesa a la mayoría de los cubanos es ese que no sería una pérdida de tiempo: el que, además, siempre ha existido en el país: el debate para seguir discutiendo “tácticas diferentes para alcanzar el fin estratégico: la defensa del socialismo, que es la defensa de la independencia nacional”. El otro bando Cruz lo define así: “Los que sostienen la idea de regresarnos al capitalismo, no quieren mejorar la nación, sino rendirla”. Rafael Cruz lo aclara, además, con esta idea: “Una cosa es el diálogo enriquecedor, inclusivo, atento, airado, pasional, reflexivo o cordial entre los que asumen tácticas diferentes para alcanzar el fin estratégico: la defensa del socialismo, que es la defensa de la independencia nacional. Los que sostienen la idea de regresarnos al capitalismo, no quieren mejorar la nación, sino rendirla”.

El llamado al diálogo consensual sostenido y arropado por finanzas externas, y que encuentran lógica y rápidamente eco en la prensa hegemónica internacional, pueden confundir y confunden a muchos honestos defensores de la democratización socialista revolucionaria, incesante y continúa, que debe y está caracterizando al proyecto cubano. Propósito de que dan fe las muchas consultas populares, el referéndum de la Constitución que aprobó el país, y la amplia participación popular en el proceso eleccionario cubano, pese a todo lo que se debe perfeccionar en ese sistema, y, ahora, en la discusión popular de los documentos rectores del último congreso del Partido Comunista.

Pero, por supuesto, no es ese el terreno del debate que quieren suscitar los defensores declarados o solapados de una “transición”, esa donde el Partido Comunista siga siendo el máximo rector de la política socialista revolucionaria y el carácter socialista del estado y la sociedad cubanos se ratifique como un principio inquebrantable de la Constitución.

El debate interesado en demoler esos pilares quiere provocar, sembrar y arrastrar a un escenario de discusión caótica en que puedan usar para sus propósitos las críticas ciudadanas honestas del ciudadano común que desea la continuidad de la revolución socialista, y, a la vez, potenciar, magnificar, deformar y descontextualizar, las insatisfacciones de aquel sector de la sociedad cubana que por confusión o natural desánimo humano, proponga o apoye la preeminencia de soluciones capitalistas o neoliberales para impulsar la economía, o que vea en el pluripartidismo político y el enfrentamiento de intereses antagónicos de clase, la verdadera democracia.

En ese supuesto debate ya las cartas que se pongan sobre la mesa estarían marcadas por objetivos que son harto conocidos y reconocidos. Es contra ese tipo de discusión que advierten los dos principios del artículo de Rafael Cruz. El artículo de marras no excluye el debate socialista y revolucionario. Se autoexcluyen de él los que rechacen esos dos principios.

En la construcción artificial del falso concilio participan, con las palabras almibaradas que recordaba Fidel, y con una afinada sinfonía orquestal, medios y personas que todo lo encuentran mal en la realidad cubana, que repiten constantemente la palabra crisis y agotamiento del socialismo con un enfoque genérico, siguiéndole el ritmo y la batuta a la guerra mediática ideológica que aprovecha los fracasos del llamado socialismo realmente existente, para borrar del imaginario social la esperanza socialista, y negando así la razón del todo histórico por la parte coyuntural de una época. Y se alzan en agoreros de hecatombes sociales si no se les escuchan sus cantos de sirena. Es contra ese tipo de discusión que se deben leer en clave los dos principios del artículo de Rafael Cruz.

Nunca se declaran a favor del socialismo, como tampoco partidarios del capitalismo, sino fraternales defensores de los consensos y abrazos “democráticos”, en una pose desideologizada que no quieren aceptar. ¿Para qué serviría su “necesario consenso”?: pues nada menos para evitar anunciadas transiciones apocalípticas, (lo cual se lee en clave de amenaza, y la psicología nos enseña que se amenaza con lo que se desea y se reprime), mientras, de paso, se yerguen sobre el cimiento legítimo de las críticas revolucionarias que emanan de los dirigentes de la revolución y simulan así una definición a favor de los intereses de todos. Es contra ese intento de pasar indefinidos que se deben leer en clave los dos principios del artículo de Rafael Cruz. Los que se oponen desnudan sus verdaderos objetivos.

Se ha advertido que el algoritmo de posicionamiento que emplea un buscador como Google, jerarquiza sesgadamente a determinados temas y sitios. Una búsqueda rápida con las palabras “rafael cruz ramos reglas para el debate “, nos muestra estas entradas entre las 10 primeras:

- Reglas para impedir el debate. – 14yMedio.

- Las patéticas reglas estalinistas. – Entérate con Manuel.

- Reglas para el debate. – Mermelada

- Cuestión de Principio u “olvídense del debate” HavanaTimes

- ¿Se malogrará una buena oportunidad para el debate? PrimaveraDigital.

Con acopio de resistencia espiritual (y estomacal) se leen algunos de estos “trabajos”, pese al tormento culpable que provoca el tiempo perdido. En un lugar de esa mancha cenagosa, pasto fracuente de improperios, ofensas y vulgaridades que también suele ser el ciberespacio, “argumenta” un “periodista independiente”, de cuyo nombre y blog prefiero olvidarme al instante, cuya minúscula pequeñez intelectual se advierte cuando califica un libro de Frei Betto como “babosadas utópicas” y “marxismo cristiano, a medio camino entre la comunidad primitiva y las catacumbas”. Es también un texto ejemplo de la desecha política anticastrista, ya en pleno descrédito incluso entre los neoconsensualistas, que se desmarcan cuidadosamente del cenagal abiertamente mercenario en búsqueda de legitimidad para sus propuestas.

Este es sólo un ejemplo de la “calidad argumental”, una muestra de aquellos que buscan la brecha y el derecho a manifestar sus opiniones en el “debate” turbulento y caótico que quisieran ver promovido, y con amplia repercusión e incidencia popular para sus “ideas”. El supuesto ensanchamiento “democrático” que ahora se supone con mucho optimismo que propicia, en feliz frase de Umberto Eco, la exposición de cualquier imbecilidad en las redes, y que permitiría exigir “libertad de prensa” a “independientes” que no son tales, es el ambiente que buscan legitimar bajo el prestigio que tiene el ideal democrático.

Pero no se puede olvidar que se le daría así espacio fatal a la guerra mediática, y no de actores nacionales solamente, sino a todo al torrente de la inmensa concentración de guerra psicológica y cultural que en estos años ha sido la protagonista nefasta de cambios dañinos a los intereses de las mayorías en el escenario latinoamericano. A riesgo de ser incomprendidos por la gente honesta, la Revolución está cuidando no abrir y entregar una trinchera a ese frente de guerra que ahora mismo asesora a grupos en “cursos” para “democratizar” a Cuba.

Por eso el debate que se ha producido en Cuba y continuará en esta fase, es el debate que debe excluir de espacios legítimos y oportunidad de construir hegemonía cultural e ideológica a los que no respeten, al menos, esos dos principios expuestos por Rafael Cruz. ¿Por qué se oponen los que se oponen? ¿Por qué ven en esos dos principios una mordaza al debate los que han reaccionado en su contra? No lo declaran abiertamente, porque eso significaría que precisamente tendrían que aceptar que se oponen al proyecto socialista del país y quieren legitimidad para el apoyo financiero foráneo, y dan por buena la intromisión externa en una discusión que debe ser interna, pero que nunca lo ha podido ser a cabalidad. Dos aspiraciones que nunca aprobó antes, ni aprobará ahora, el grueso significativo de la ciudadanía cubana.

Espigando en otro de los textos mencionados, el “organizador” de un “ágora democrática” que intenta refutar al texto de Rafael Cruz, afirma haber recibido amenazas “oficialistas” contra su vida, y habla de las consabidas golpizas de siempre, y hasta de la muerte en un “raro accidente” de uno de sus miembros activistas en Cuba, en lo que sería un atentado criminal del gobierno, (todo lo cual es una autodenuncia de orfandad moral, pues se intenta apoyar en esa especie de recurso de la historia de la infamia, como la de esos golpeados que nunca han podido esgrimir una verdadera prueba de sus moretones y magulladuras, y cuyas mentiras, en cambio, han sido una y otra vez demostradas).

Sólo lo traigo a colación, con cierta repugnancia, para recordar uno de esos “aportes” del pensamiento cultural imperialista que se opone a los principios de Rafael Cruz. En ese texto se declaran las bases de su “gesta democrática”. Habla, por ejemplo, “de encontrar una salida no violenta al problema cubano” (otra vez la amenaza apocalíptica). Y ¿cómo se propone lograrlo? Pues nada menos que marginando (es la palabra que usa, marginar) del debate “el elemento ideológico”, que permitiría así “…la confluencia de todos los cubanos.” Aquí tenemos otra vez la clásica desideologización y el llamado hipócrita a todos los cubanos. Los enamorados o confundidos por el llamado al consenso conciliador entre dos proyectos muy distintos de país, se deshacen en lamentos y rasgan vestiduras cada vez que en la polémica hay que decir las cosas por su nombre. Pero si los falsos conciliadores usan un lenguaje melifluo, alambicado, de suaves y “objetivos” conceptos académicos, almibarados de esa miel clásica que pretende conciliar lo inconciliable, otros deben denunciar con claridad y con el riesgo de que se acusen de antidemocráticos, cuando se trata de imponer la moda de la falsa inclusión y convierten en rehén de sus aspiraciones el ideal democrático.

En todas estas propuestas se notan ideas matrices básicas y comunes sobre las que, en el debate, debe profundizar nuestra cultura política: no hay propuestas sin un asidero y un sustento ideológico de las posiciones de principio; un consenso aparentemente desideologizado y despolitizado es una entelequia inexistente y que sólo conviene a la hegemonía cultural capitalista; es una ya muy advertida táctica manipuladora separar los problemas económicos de las decisiones políticas, ese es otro de los recursos de las tecnocracias neoliberales que ahora, ¡¿hasta el FMI!?, declara fracasado. Sería imperdonable y extenso argumentar esta línea de ideas aquí, pero los lectores con quienes interesa dialogar y debatir, están bien informados al respecto.

Ilustro otra posible confusión que me temo podría ser de algunos que defienden las aspiraciones socialistas. Es el tipo de concepción que pretenden sembrar las propuestas conciliadoras de lo imposible y que tiene muchos matices y son defendidas desde cierta ingenuidad política. Un comentarista en la red opina que “el debate es” (puede ser) “…ineficiente porque parte de presupuestos de exclusión que no influyen hoy en el debate nacional. Se mueven a partir de la exclusión del discurso del otro en un momento en que eso es imposible, esos discursos están ahí en la red aunque no queramos con la expansión de internet no es poniendo parámetros que vamos a regular lo que el cubano leerá”.

Me disculpo por citar lo que opiné en ese diálogo, reflexionando sobre el comentario anterior, por demás muy valioso en otros aspectos, de una persona que defiende el socialismo cubano, porque algunos pueden dejarse convencer por el prestigio del ideal democrático, y hacen falta muchas horas de estudio político y económico para comprender que hay una exclusión de base que funciona con un automatismo eficiente y aterrador en aquellas sociedades que se dicen democráticas y que es la exclusión que produce el poder mediático y económico. Uno de los peligros que el debate corre en Cuba es, bajo el manto del ideal democrático, hacer creer y convencer a muchos que no hay opciones políticas ilegítimas cuando se trata de la lucha por el poder de quienes opinan que los principios expuestos por Cruz son una limitación a la democracia y por ello defiendan el derecho a darle participación y control de los medios de comunicación o desplegar el pluripartidismo político.

“… el “presupuesto de exclusión”, que está en la base del artículo que comentamos -el de Cruz- se refiere sólo al contenido de esas dos reglas.

“Yo creo válidos esos dos presupuestos. No parece necesario insistir mucho, a estas alturas, que la pluralidad política (pues de eso se trata, y Cruz lo advierte muy bien al referirse a la cuestión del poder) que pretende existir en los sistemas capitalistas y neoliberales, sea verdadera pluralidad. Ahora: que nuestros medios y especialistas, intelectuales, etc. comprometidos con el socialismo, deben discutir ampliamente y en público todos los temas a que ud. se refiere, sí que tiene ud. razón. Mi idea, por lo que voy viendo y leyendo, es que eso se está abriendo paso, y que en medio del debate colectivo que se inicia y sobre todo después, esos temas se tratarán cada vez más. Ya el hecho de someter a consulta pública los documentos del recién congreso es prueba de eso, y se ha hecho muchas veces antes, además. Algunas personas que pueden estar desinformadas, pueden hacerse la idea de que en Cuba nunca se han discutido amplia y públicamente todos los temas”.

“Los únicos ‘ presupuestos de exclusión ‘ válidos serían los dos mencionados por Cruz. Si no, ¿por qué rápidamente los enemigos del socialismo, o los que exigen que se excluya de la Constitución cubana el carácter socialista de la república, la nación y la revolución, reaccionaron enseguida contra esas ideas? Medios ácidamente opuestos al socialismo hablan ya de ‘ Reglas para impedir el debate ‘, mientras amenazan con catástrofes sociales”.

“Resulta extremadamente difícil para los responsables de la política cubana -y para cualquier ciudadano despierto que quiera cumplir con su deber y derecho de ser un ente político activo, y en Cuba son muchos- llevar hacia delante lo que estoy convencido es una aspiración de Cuba: ampliar cada vez más la incidencia popular en las decisiones de todo tipo, por una parte, y a la vez, navegar con tino en medio de las turbulencias que en cualquier sociedad provoca el hipercriticismo aprovechado de los oportunistas y los verdaderos enemigos, y sobre todo de una agresión que no cesa de ser financiada desde el exterior. Ahora mismo se captan y forman en el norte a equipos de jóvenes cubanos, ‘ para formar la sociedad civil y ampliar la libertad de expresión ‘. Y ya se sabe lo que eso significa. ¿Ante eso se debe coartar el debate? No. Pero en cualquier debate o negociación ambas partes, se dice, deben ceder algo. Pues bien: yo creo que el artículo de Cruz, en su opinión, sólo subraya lo que no debiéramos poner sobre la mesa de negociación. Además, nótese. Esos dos puntos no son los que se negociarán con la mayoría de la población cubana. Esa mayoría va a apoyar el carácter socialista del proyecto cubano. Esa mayoría no acepta la intromisión política de una ‘ pluralidad ‘ sostenida con dineros de personas e instituciones extranjeras que han agredido al país. Esas dos reglas se dirigen a otros grupos, personas y organizaciones que en Cuba hoy tienen otros propósitos muy distintos al socialismo y a la democracia”.

“Yo opino que en buena lid, Cruz -en ese texto -menciona sólo dos principios con los que -todo parece indicar- muchos estamos de acuerdo, en Cuba y, muchos también, allende los mares”.

Hasta aquí el comentario aquel. Agrego que el hecho de que cada vez más cubanos accedan a las redes y puedan leer todos los puntos de vista, es lo que hace necesaria la labor educativa política incesante. A la subversión financiada, sin embargo, eso no le basta, porque no tienen nada de ingenuos. Forman en el extranjero brigadas juveniles de choque para insertarlas en el seno de la sociedad cubana, apoyan sólo a los “emprendedores” para formar un segmento de la población en el individualismo de los intereses privados, demoran todo el tiempo que puedan dar curso efectivo a los acuerdos de la “normalización”, siguen financiando y tratan de cooptar a intelectuales valiosos ofreciendo becas y pagando viajes y simposios, y discutiendo los problemas cubanos hasta con personeros e instituciones promotoras de la guerra psicológica y cultural. Entonces, y además, ¿los que formen parte del debate al interior de la revolución deben darle legitimidad y la oportunidad de “educar” en sus proyectos, abriéndole la brecha a la construcción de la hegemonía de proyectos que abogan por un desmantelamiento del socialismo? Evidentemente no, pues sería un crimen de ingenuidad política. Martínez Heredia califica ese anexionismo simbólico como un suicidio y le llama con toda razón derecha política. ¿O deben aclarar que es bienvenido el debate, pero que en toda polémica se ponen sobre la mesa los principios rectores que deben conducirlo y que son innegociables? Es lo que hace Cruz en su artículo.

Por otra parte, existen propuestas y corrientes de opinión que se mueven lealmente dentro del debate que propone discutir y examinar las tácticas mejores para el logro del objetivo estratégico socialista. Destacan las propuestas republicanas, y algunas de ellas se originan en los ámbitos académicos, y giran en torno a la democracia socialista y se alimentan de toda la tradición democrática histórica. Es el debate legítimo. Frecuentemente son jóvenes que hablan con ese lenguaje a que se refiere Rafael Cruz porque proponen y ejecutan un “diálogo enriquecedor, inclusivo, atento, airado, pasional, reflexivo o cordial”, pero que no propone derrumbar los dos pilares que hasta el momento se han propuesto como innegociables, ni reciben acogida en los recursos, revistas, congresos o instituciones foráneas contrarrevolucionarias. Sería ya muy extenso abordar esta línea de pensamiento aquí. Sólo apunto unas ideas básicas.

Por ahora, sólo digo que el desarrollo del socialismo cubano implica la concepción de una democracia de nuevo tipo, no una entelequia ahistórica trasplantada, y por ello será creación heroica y difícil porque no podrá construirse y consensuarse sólo con los factores internos; ha sido siempre y seguirá siendo tarea muy compleja, y en medio, como nunca, de una oposición que quiere meter las ideas de la casa ajena y enemiga en la casa propia. Pero sigue siendo válido, necesario e inevitable que se injerte en la república el mundo, pero que el tronco ha de seguir siendo el de la república.

En ciertos enfoques se aprecia la ingenuidad política, o un fundamentalismo sostenido en concepciones democráticas, o modos de organizar la democracia, que se origina en una tradición que no es funcional a los intereses de todos en ningún lugar del planeta y en ninguna época, y por ello en Cuba no puede perder la oportunidad de que tenga raíz y desarrollo propios.

Recordemos una enseñanza de Martínez Heredia: la libertad de prensa y expresión no es una abstracción apolítica con validez universal sin el análisis de las situaciones y condiciones concretas. Tiene concreciones coyunturales. Puede ser, y ha sido en Cuba antes, y es en muchos países de nuestro hemisferio ahora, funcional al poder económico capitalista nacional y transnacional, donde se hace creer a los pueblos que porque todo se critica algo puede cambiar, y los cambios son gatopardianos, limitados a la medida de lo posible, para que todo cambie sin que nada cambie verdaderamente, donde el pluralismo sólo existe de nombre, porque hay un solo candidato en toda elección, y por ello pueden cambiar los nombres, pero no la columna vertebral del poder de ese candidato único y verdadero que es el económico y la red global de los poderes mediáticos y financieros.

Y allí donde funciona alguna vez la democracia que imponen mediante las elecciones, pero se tocan los intereses de los poderosos, incluso por gobiernos sólo progresistas y para nada socialistas, se niega esa democracia, y se buscan formas novedosas de ponerlas en dificultades mediante todo tipo de medidas económicas, golpes suaves, o jurídicos, como ahora mismo sucede en Brasil, y ayer en Paraguay u Honduras.

¿En qué basan nuestros defensores del pluralismo político y la diversidad de partidos la esperanza de que en Cuba lo respetarán? Es lo único que no pueden tratar de argumentar, porque les resulta imposible. Mientras, es más fácil el lenguaje incoloro, apolítico y desideologizado de los consensos de todos y para el bien de todos, deformando el sentido de las palabras martianas en el nuevo contexto nacional y mundial. El diálogo está abierto. “La revolución sólo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”. ¿Qué es reaccionario hoy en Cuba?. Entre otros rasgos que pudieran ser secundarios, es reaccionario recibir y aceptar financiamiento exterior para subvertir la política y el sistema de vida socialista que se lucha por continuar. Y por lo tanto, es reaccionario pretender “destruir el sistema socialista en construcción y reponer el arcaico y desgastado sistema capitalista”. Son las dos únicas reglas contra las que han cacareado lastimeramente los supuestos defensores de la libertad y la democracia, pero que quieren la libertad de subvertir mientras niegan la libertad de otros para aclarar las reglas de los principios. Ya se verá.

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