OPINION - EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - INMUNIDAD, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS SUMARIO 1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - MAR DEL PLATA - EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - INMUNIDAD, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS ...

OPINION - EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - INMUNIDAD, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS

SUMARIO

1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - MAR DEL PLATA - EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - INMUNIDAD, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS.


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From: Tejedor de Redes

Sent: Sunday, July 05, 2009 3:45 PM

To: GACETILLAS ARGENTINAS - REDACCIÓN

Subject: EDITORIAL DE TEJEDOR DE REDES - INMUNIDAD, POR GABRIEL GARCÍA DE ANDREIS

Inmunidad

Por Gabriel Garcia De Andreis

Parece que una de las fuertes diferencias entre las epidemia de dengue y la pandemia de gripe porcina se asienta sobre el eje de la inmunidad. Mientras que el enfermar de dengue advierte sobre la posibilidad de que un nuevo contagio empeore las cosas, teniendo en cuenta que un segundo contagio habilita a contraer una variedad algo más grave, que es el dengue hemorrágico, contraer gripe y subsistir promueve el consabido mecanismo de producción de anticuerpos, es decir, crear algún tipo de experiencia biológica que permita al organismo defenderse de ataques similares y vencer.

Se puede decir que, con algunas diferencias, nuestra propia experiencia social respecto de crisis sanitarias nos remite a escenarios más o menos cercanos que, en las posibilidades de defendernos de la crisis, se advertirá si recurrimos a la lógica de la producción de anticuerpos o a la de la contracción de enfermedades aún más graves.

Quien puede olvidar la crisis sanitaria del 2001 y 2002. En medio de la debacle económico-financiera, el contexto de la devaluación brutal produjo una enorme caída de los indicadores de salud (los índices de mortalidad infantil fueron ocultados por años en la intención de ocultar las responsabilidades penales por devaluaciones que ya se sabe que van a generar muertes), junto a la depreciación del dinero, y, entre otras consecuencias ligadas a la cobertura sanitaria, la desaparición abrupta de fuentes de trabajo en blanco, con la consecuente falta de cobertura de las obras sociales. En paralelo, el empate técnico en el que se encontraban los subsectores privado, público, y el de las obras sociales, se deshizo en esa crisis, adoptando cada uno modalidades de acción que les son propias, tanto desde el punto de vista de sus ideales como de sus posibilidades técnicas, para resolver las crisis. Y mientras los subsectores privados y de las obras sociales prácticamente abandonaban a sus pacientes en el esfuerzo por preservar sus capitales y sus ganancias, el subsector público se puso al hombro la crisis, y atendió más que nunca, y recuperó incluso técnicas quirúrgicas acordes con el nuevo esquema presupuestario, golpeado por la falta de insumos que habitualmente cotizados en dólares habían desaparecido del mercado.

Desde las universidades nacionales, incluyendo la de Mar del Plata, y el laboratorio del Hospital de Balcarce, se advirtió no sólo la fuerte necesidad de producir medicamentos en laboratorios estatales a costos bajísimos, sino que eso era posible. La situación era la de desabastecimiento de medicamentos, teniendo en cuenta que los dueños de farmacias habían hecho desaparecer de las góndolas productos de los que, cotizados en dólares, se desconocía cuál era su valor de reposición.

En esa situación, llega al Ministerio de Salud, Ginés González García, de la mano de Duhalde. Provisto de un halo de pericia técnica, toma dos medidas, en contra de lo que hubiera sido la más sensata decisión de un sanitarista. Lo que hizo en aquel momento fue reducir la cantidad y calidad de prestaciones obligatorias para los servicios de medicina prepaga y obras sociales, justo en el peor sanitario de nuestra población. Y además, justo en el momento en que contaba con una enorme cantidad de dinero, producto de los préstamos con el Banco Mundial, dirigir ese dinero al Plan Remediar, es decir, comprarle medicamentos a los laboratorios que habían tenido enormísimas ganancias con el 1 a 1. Y a partir de allí alimentar el llamado “sendero de reformas”, que desde el punto de vista cultural abonaba como buena idea la del llamado mix público privado, que consistía en poner a competir a todos los subsectores como estrategia para dirigir dineros públicos al subsector privado.

La lógica de un sanitarista enrolado a la idea de derecho a la salud hubiera dirigido esa cantidad de dinero a financiar fuertemente al sector que había dado claras pruebas de que era capaz de solventar las crisis sanitarias, el subsector público, así como dirigir dinero a producir medicamentos en laboratorios estatales. La verdad, es que nos costó mucho trabajo sacarnos de encima semejante enfermedad que tarde o temprano nos mataría.

Años después, una nueva crisis sanitaria nos pone a decidir entre lógica de empeoramientos o lógica de anticuerpos. Nos llega como salvador en medio de la crisis el ministro Manzur, que tiene como uno de sus mayores baluartes no sólo ser alumno dilecto del actual embajador en Chile, egresado de la escuela de la Fundación Isalud, sino el antecedente de haber bajado los números de la mortalidad infantil en Tucumán, mediante el artilugio de cambiar el concepto de mortalidad infantil, haciendo que se triplicaran mágicamente los números de la mortalidad fetal, así como haber sido prácticamente echado de La Matanza por sus esfuerzos en dirigir las ganancias de los partos hacia las clínicas privadas.

Y hace, al llegar, un primer gesto que lo pinta de cabo a rabo: festeja con alegría el espaldarazo recibido por el sector privado en una reunión en la que Claudio Belocopitt de Swiss Medical; Francisco Díaz de la Asociación de Clínicas y Sanatorios Privados, y Julio Fraomeni, de Galeno, como informa Prensa Latina y otros medios, manifestaron su total disposición para colaborar con el Ministerio en esta situación, justo en el momento en que aparecen mil millones de pesos para financiar la crisis sanitaria. Justo en el momento en que nuevamente el sector público demostraba que está a la altura de las circunstancias para hacerse cargo de la nueva crisis, pues hasta los propios enfermos de sectores acomodados han encontrado respuestas en el Hospital.

La crisis nos pone ahora a discernir entre la lógica de empeorar la enfermedad que sí mata, con una letalidad mayor que la de la gripe porcina, que es decidir en sanitarismo con lógica de mercado, o con la lógica de los anticuerpos, que nos podría hacer pensar que esta historia ya la vivimos.

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