Por Gustavo Robles
La globalización imperialista avanza, soberbia, impiadosa, incesante, derribando todas las barreras. Una de las últimas que quedaba, resistiendo heroicamente, como ejemplo para las futuras generaciones, era la Cuba de Fidel y el Che. Sin embargo, las políticas encaradas en los últimos años por el gobierno encabezado por Raúl y ahora el impactante anuncio del restablecimiento de las relaciones entre los dos estados, enfrentados en una guerra ideológica con consecuencias concretas como el bloqueo impuesto por los EE. UU. en los últimos 50 años, deja entrever que la geopolítica no se va inclinando para el lado del socialismo precisamente, más allá de quién o quiénes lideren las relaciones entre los pueblos ahora y en los años que vendrán. Sean los yanquis o los chinos, la Unión Europea o el BRICS, el G-8 o el G-20, todos han adoptado el modo de producción capitalista y su sistema financiero como forma de relacionar la producción de la Humanidad entre sus diferentes pueblos. Y el cubano, sin abundancia de recursos, termina siendo prisionero de sus propias carencias y de la ambición de las potencias del planeta.
No puede producirnos más que alegría el hecho concreto de la liberación de los 3 héroes cubanos que quedaban privados de su libertad en las mazmorras del más abyecto imperio del que se tenga memoria. Gerardo, Ramón y Antonio al fin están en casa. A cambio, también lo está Alan Gross. Pero que nos lo quieran presentar como un “triunfo” de la Revolución y no, como lo que fue, un acuerdo entre los dos países que incluyó el intercambio de prisioneros y el compromiso del gobierno de Raúl Castro de liberar a medio centenar de reclusos cubanos que Washington considera “políticos”, con el intermedio del Vaticano comandado por Bergoglio, es un insulto a nuestra inteligencia.
Basta con escuchar el discurso del administrador del Imperio, el mestizo Obama, satisfecho al difundir algunos aspectos del acuerdo: no sólo el del restablecimiento de las embajadas recíprocas en ambos países, sino el levantamiento de las restricciones financieras y, en no muy largo plazo, del bloqueo de mercancías al que está sometido el pueblo cubano desde hace medio siglo. No hace falta ser muy sagaz para darse cuenta que en la competencia entre las dos economías, la de la hermana isla pierde rotundamente. Lo que faltaba, nada más y nada menos que la intromisión del sistema financiero yanqui en la vida de Cuba para corroer lo que queda de la gloriosa Revolución que fue ejemplo para todos los explotados del mundo.
Algunos, los “progresistas” que se constituyen como el ala izquierda del sistema de explotación, pero nunca como su superación, nos dirán que “Cuba no ha cedido”. La apertura de su economía a los capitales imperialistas los desmiente y desenmascara más aún, por si hacía falta hacerlo.
Es decir, mientras Obama y los financistas yanquis se regodeen y los compañeros hermanos cubanos festejen las reformas que viene encarando la Isla desde la abdicación de Fidel, en un camino que le abrió las puertas al capital y que ya ha formado una burguesía en la otrora sociedad igualitaria, no hay mucho que festejar para los que luchamos por terminar con la explotación del hombre por el hombre hoy encarnada por el Sistema Capitalista, que va hundiendo sus garras cada vez más profundamente en el que muchos consideramos el faro de la lucha por la liberación en nuestro continente.
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