Por Iroel Sánchez
Si entre dos gobiernos, uno lleva cincuenta y cinco años reiterando su disposición a sostener un diálogo respetuoso, basado en la igualdad y el respeto a la soberanía y el otro se ha empeñado en ignorar ese reclamo, ha empleado el terrorismo, el cerco económico y gastado miles de millones de dólares en fabricar una oposición que defienda sus intereses y derroque al gobierno que propone el diálogo, y un buen día ambos gobiernos acuerdan un intercambio de prisioneros al que el bloqueador decía hasta ayer oponerse, ¿de quién es la victoria?
Si el gobierno agredido, sin renunciar a uno solo de sus principios, logra ser tratado en una mesa negociadora como un igual por el agresor y este último reconoce que su política es un fracaso, que está aislada y que debe cambiarse, ¿quién ha vencido?
Si el país que ha decidido reconocer al gobierno que lleva más de cinco décadas intentando derrocar y establecer relaciones diplomáticas con este último, supera en treinta veces la población del otro, es la principal potencia económica, tecnológica, mediática y militar del planeta, el pueblo de la nación pequeña y pobre que no ha podido ser doblegada, ¿tiene derecho a estallar de alegría?
A pesar de que los grandes medios de comunicación internacionales no se han hecho estas preguntas, en Cuba nos sentimos con derecho a festejar. En todo el país la alegría ha sido inmensa por el regreso de quienes la absoluta mayoría de los cubanos consideramos héroes y una maquinaria jurídico - mediática condenó a larguísimo encarcelamiento por prevenir las actividades terroristas que hasta hace muy poco se han venido organizando contra nuestro país desde Estados Unidos.
Las expresiones callejeras de alegría por el regreso de quienes estaban prisioneros en EE. UU. han sido absolutamente espontáneas y muy emotivas, sin embargo, no se han visto escenas similares en las ciudades estadounidenses por la llegada a ese territorio de los dos agentes del gobierno norteamericano que Cuba liberó. Las más recientes manifestaciones de que tenemos noticias allí han sido brutalmente reprimidas y saldadas con cientos de detenidos por denunciar la actuación racista e impune de la policía contra ciudadanos negros inocentes que han sido asesinados por agentes del orden.
El presidente negro, llevado a la máxima magistratura por el trauma racial que destapó el huracán Katrina, nada ha podido hacer excepto lamentarse pero ha decidido ser presidente después de la derrota electoral en las elecciones de medio término y ha tomado acciones ejecutivas para impulsar la reforma migratoria y el cambio de política hacia Cuba.
En una prueba de lo cerca que están del pueblo cubano, los congresistas cubanoamericanos que tienen su base en Miami o New Jersey han expresado su frustración y una de las personas que Washington ha fabricado dentro de la Isla en su guerra mediática contra Cuba ha escrito “el castrismo ha ganado”. Lamentablemente, los portadores de opiniones como esa son la sociedad civil que el presidente Barack Obama ha dicho “continuaremos apoyando” en Cuba, según declaraciones que -sin dejar de reconocer el fracaso del bloqueo- no han dejado de ser injerencistas. En una joya de su discurso, el líder del país donde el 89% de los trabajadores no está sindicalizado ha llamado a los cubanos a sindicalizarse.
Por otra parte, el llamado reiterado por el presidente cubano Raúl Castro a EE. UU. para que facilite las telecomunicaciones, el correo postal y los viajes entre ambos países prueba cuánto temor tiene el gobierno de La Habana al libre flujo de información y personas a través del estrecho de la Florida.
Al dar a conocer el cambio de política hacia Cuba, el presidente de Estados Unidos aceptó la presencia del gobierno cubano en la próxima Cumbre de las Américas que se efectuará en abril de 2015 en Panamá, un espacio del que Washington ha excluido a la Isla históricamente pero que en otra de sus derrotas se ha visto obligado a asumir. Barack Obama dijo sobre la postura de EE. UU. en el evento: “insistiremos en que la sociedad civil se nos una para que sean los ciudadanos, y no sólo los líderes, los que conformen nuestro futuro”. Es de esperar entonces que los manifestantes antirracistas, víctimas de los disparos con pelotas de goma y los palos de la policía en varias ciudades estadounidenses, o los abogados de los prisioneros torturados por la CIA en la base que EE. UU. gestiona en la bahía cubana de Guantánamo asistan a Panamá.
En su alocución, Obama ha calificado a Miami como “la capital de América Latina”, algo que no creo agrade mucho a la mayoría de los líderes latinoamericanos que acudirán a Panamá. Pero es comprensible un poco de solidaridad con la minoría recalcitrante que desde esa ciudad del Sur de Estados Unidos ha hecho de la Revolución cubana una obsesión que hay que destruir, y de la lucha contra ella un buen negocio financiado por los impuestos de los ciudadanos estadounidenses. Algunos en Miami deben estar viviendo un trauma muy profundo.
Las construcciones antiguas tienen en sus arcos una piedra o ladrillo llamado “clave”, si ella es retirada toda la construcción se derrumba. Creo que somos muchos los que percibimos que este 17 de diciembre de 2014 el edificio del bloqueo ha comenzado a derrumbarse y hay a quienes ya le están cayendo los ladrillos en la cabeza. (Publicado en CubAhora)
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