Foto: Dick Emanuelsson
Por Ilka Oliva Corado
Hace unos días llegó a mis manos un texto escrito por Lizeth, una joven guerrillera colombiana de las FARC. Podría resumir este texto que escribo con dos o tres frases adornadas, pero no. No lo merece Lizeth ni los niños marginados de esta nuestra tierra ultrajada, y voy a explicar aquí por qué sus letras tocaron mi médula.
Todos los días recibo textos que me envían con el afán de que los lea y los comente lo cual me hace entrar en conflicto y los rechazo automáticamente y no es que viva atada al pasado, que sea amargada como me han dicho muchos, o que tenga ese complejo de inferioridad, que no me crea capaz o que siga viviendo emocionalmente en ese mercado en el que crecí vendiendo helados y no acepte mi realidad de escritora y columnista de opinión, de que mis textos son traducidos a otros idiomas y se publiquen en los cinco continentes en los portales más importantes de la lucha de contra injerencia, de que mi capacidad de análisis ya no es la de una niña “ignorante” que para lo único que servía era para cargar una hielera de helados sobre el hombro y ajenarlos con voz de vendedora de mercado y con el hambre perenne en el estómago y el desvelo en las bolsas de los ojos.
Los rechazo porque me niego rotundamente a formar parte de ese vaivén: de las letras perfumadas, de los títulos didácticos y de alcurnia, de las frases muy bien escritas pero que no dicen nada, que no tienen vida, honestidad, de las letras cobardes, de letras que son escritas para eso; para que vayan campaneándose entre apellidos y contactos, para ganar aplausos y lisonjas. Mi mundo no es ese, y tal vez se confunden porque escribo, dirán que soy colega (mis únicos colegas con los vendedores de mercado) pensarán que yo también le entro con fe al mundo de la labia. Que me siento honrada cuando titulados me envían sus textos, para nada, los textos de los titulados que se presentan como tal, me provocan vómito. No, y no tengo odio en mi corazón como nos acusan a los marginados cuando rechazamos la labia. Lo que sucede es que la esencia no se trafica, no se compra ni se vende, la esencia se vive y se respeta.
Algunos los he leído y los he comentado con la naturalidad de quien es en esencia y no aparenta, con lo agrio de la realidad según mi propia visión de vida. Entonces no les gusta, me aborrecen, pero yo no estoy en el mundo de las letras para ganar adeptos, para codearme con perfumados, yo escribo porque es mi necesidad de vida, el aire que respiro, y mis artículos de opinión son y seguirán siendo hasta el día en que muera: de alguien que conoce en carne propia la marginación total. Y desde ahí escribo, grito, pataleo, me doy cabezazos contra la pared y le cuento al mundo la cruda verdad del marginado que para nada camina en el sendero de los perfumados. No me interesan las decoraciones ni ese mundo de adulación. Como yo hay miles, ¿me pregunto por qué estos perfumados no envían sus textos a un vendedor de mercado, a una niña que vende tortillas, a un niño que lustra zapatos, a un albañil? ¿Por qué son de letra y no de acción? No pretendan que yo me agencia una clase social y mundo de labia que aborrezco por falso y ruin.
Muchas veces han tratado de limitarme con la forma en que escribo, me dicen que escribo como aldeana. ¿Qué significa el concepto aldea para la clase media, para esos pequeño burgueses? Escribo así porque mis letras nacen desde mi sentir, de mi experiencia, de mi vena de arrabal, mis letras son mi piel. Yo de pueblo, soy de aldea, soy de arrabal. No me interesa el pavimento. Fácil sería para mí escribir como Maestra de Educación Física, o como estudiante universitaria o como árbitra de fútbol, eso es lo más fácil del mundo para mí, y ataviar y darle forma y contoneo a mis letras para que quien lee sepa que quién escribe tuvo educación superior, ¿pa’ qué putas me sirve eso a mí? Para nada. Yo soy real. Digo lo que siento y pienso con transparencia.
Quien me envió el texto sabía que tocaría mis venas, que yo tendría esta reacción, que haría hervir mi sangre, que me reflejaría en la vida y en las letras de Lizeth. Que es tan de monte como yo. Por esa razón me niego con todas las fuerzas de mi ser a aceptar escribir en medios perfumados que se avergüenzan del campesino y que quieren que me contornee para encajar en su mundo de clasemedieros estercoleros, tan ruines y fieles a la oligarquía, que malgastan el concepto progresista porque lo usan como escudo y como alfombra porque saben que eso les da un status de pensantes que nadan contra la corriente. Cuando en realidad son arrastrados. Yo sé muy bien cuál es mi clase y de dónde vengo y no me interesan escalafones sociales ni ganar contactos. Yo no tengo contactos, de donde yo vengo no sabemos utilizar a las personas, de donde yo vengo las amamos por esa razón yo lo que tengo son afectos.
Los mismos afectos que tiene Lizeth y los cientos de niños y adolescentes que se unen a la guerrilla colombiana, porque el gobierno los masacra, los tortura, los obliga a emigrar, les roba lo poco que tienen, porque el gobierno oligárquico que sirve a Estados Unidos y que ha permitido llenar de bases militares gringas el país, pretende hacer de los campesinos y los proletarios las innumerables fosas clandestinas que tiene regadas a lo largo y ancho de esa Colombia triste que relata Lizeth desde su postura de guerrillera y pueblo. Vaya ella sí es pueblo. ¿Pero cuando el pueblo clama quién lo escucha? Hablo del pueblo real, no de clase media que se cuelga lo de pueblo para aparentar tener arrestos.
¿Cuándo el pueblo llora quién lo escucha? ¿Cuándo al pueblo lo masacran qué clase media lo defiende? ¿Cuándo al pueblo lo mancillan quién levanta la voz? Solo el pueblo defiende al pueblo. Y eso lo deja muy claro Lizeth que es hermana de Yuribí, una de las jovencitas guerrilleras que murieron junto a 10 compañeros más en el bombardeo que hizo el gobierno de Colombia bajo orden de Estados Unidos en un campamento de las FARC.
Antes de criticar, de tener el descaro de señalar y la cobardía de mancillar hay que saber cómo vive el pueblo, de qué come, qué sueña, cuáles son sus anhelos, en dónde duerme, ¿duerme?, por qué ese pueblo está dentro de una guerilla, ¿qué es la guerilla? Qué es para la gente cabal, no para la oligarquía y la clase media pretenciosa e ignorante. ¿Por qué llora el pueblo? ¿Por qué violan a la niñas que son pueblo? ¿Por qué condenan al pueblo a vivir en la miseria?
Por qué después de tantas décadas de ataque, de calumnias, de emboscadas, de asesinatos por parte del gobierno, las FARC sigue en pie. ¿Por qué el pueblo sigue enfilándose? ¿Por qué tantos niños y adolescentes buscan refugio en las FARC y no en el ejército colombiano? ¿Por qué las FARC siguen siendo el amor al que le hacen la guerra? Como Lizeth hay miles, millones que no están en guerillas y que tienen los mismos cuestionamientos, que sufren lo mismo.
¿Por qué los medios capitalistas del mundo insisten en desprestigiar las FARC? ¿Por qué se les ataca con tanto odio? No, no es necesario leer tomos y tomos de libros de texto, referenciales en universidades. Solo hace falta leer la Crónica de Lizeth que explica claramente con su letra de pueblerina, transparente, la razón de la existencia de las FARC y por qué siguen los niños y adolescentes huyendo de sus pueblos a donde los masacra el ejército y buscan las FARC donde tienen la hermandad, el amor, el conocimiento teórico que no dan en las universidades y donde aprenden a defender la patria de los traidores como Uribe y Santos.
Leyendo a Lizeth que muy bien puede ser citada como referencial en cualquier ponencia sobre política en cualquier lugar del mundo, se comprende a cabalidad el por qué de los desplazados internos, el por qué de las migraciones forzadas, el por qué del ataque de los medios capitalistas mundiales, el por qué de las bases estadounidenses en Colombia. El porqué en estos momentos tienen a Colombia y a Venezuela en el ojo del huracán y culpan a Venezuela de la crisis migratoria y de las deportaciones.
El por qué no dice ni pío acerca de las deportaciones que hace Estados Unidos. Por qué aceptan que tenga bases militares en el país. Leyendo a Lizeth el lector comprenderá a profundidad el amor, la consecuencia política de los guerrilleros colombianos. Leyendo a Lizeth el lector conocerá a esa Colombia entristecida en voz de una aldeana en esencia.
Muy pocas veces esta arisca, que como bien dijo mi gurú, “parezco más una ermitaña que una escritora un poco escandalosa que echa pestes contra el mundo,” es tocada en la vena por un texto, por supuesto tenía haber sido escrito por una niña aldeana, de monte, de la puritita cepa, sin pretensiones y con el sentir honrado de quien es pueblo y ha sido marginado en su totalidad.
Si usted lector supo de los bombardeos de los que alardeó el gobierno colombiano en el 2011 y se tragó la palabrería del presidente, lea la Crónica de Lizeth y verá cómo lo vivió quien es pueblo y siente y honra.
Mi reverencia y admiración a mi niña Lizeth y a todos los niños guerrilleros de las FARC. A los caídos. De arrestos está hecho el pueblo. Son la honra y esencia de Colombia. ¡No pasarán!
Si usted lector siente en su corazón la necesidad humana de leer y compartir el texto de Lizeth puede encontrarlo aquí.
Por mi parte sigo escribiendo como aldeana, como alcantarilla, total… como dicen por ahí para qué tanto brinco y el piso está plano.
Para las Lizbeth del mundo entero.
Posdata: ahora entiendo por qué quien me mandó el texto aunque me dobla la edad y es colombiana me llama “compañera.” El pueblo es pueblo en cualquier lugar del mundo y es atemporal.
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