Por Carlos del Frade
(APe).- Un puñado de muchachos muy jóvenes de la ciudad de Coronda irrumpieron en los siempre relucientes pasillos de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe para manifestar su rechazo al contrato que se estaba celebrando para construir el llamado Centro Federal Penitenciario del Litoral Argentino, justamente en su localidad, la capital nacional de la frutilla.
-Somos un grupo de jóvenes autoconvocados que venimos a representar a una buena parte de los corondinos para decir basta de cárceles en Coronda – dijo Francisco Avalo, uno de los que protestaban contra esta forma de política de los hechos consumados.
"No queremos que se convierta en un pueblo carcelario. No queremos que un predio de 62 hectáreas que son nuestras se las regalen al gobierno Nacional y que nunca más vuelva a nosotros, con todo lo que se puede proyectar en ese predio. No queremos tener que trabajar en una cárcel, queremos elegir dónde…hace un mes, hubo un ajuste de cuenta en la puerta de la cárcel y mataron a un hombre que tenía salidas transitorias y relación con el crimen organizado…cuando se le dijo sí a la cárcel federal fue hace 20 años atrás…Hoy tengo 30 y queremos otra ciudad. Queremos que se reabra este debate que no es nuevo”, agregó Francisco convencido que representa a muchos corondinos.
Esa firma del contrato en el corazón del palacio de justicia de la capital santafesina parece ser la consecuencia de un acuerdo entre los gobiernos nacional, santafesino y el municipal.
En Coronda funciona el llamado “Instituto Correccional Modelo U1, “Doctor César Tabáres”, el mayor establecimiento carcelario del segundo estado de la Argentina. Fue inaugurado el 12 de agosto de 1933, cuenta con una capacidad para 1.100 internos pero tiene una población de 1.400, aproximadamente.
Desde los años noventa al presente, decenas de chicas y chicos de Coronda proyectan su futuro como integrantes del Servicio Penitenciario.
El pasado 27 de agosto, este cronista participó de una charla en el hermoso salón de actos del Instituto del Profesorado de la ciudad en la que, entre otras cosas, los vecinos contaron que hace un tiempo atrás se había realizado una audiencia pública en ese mismo auditorio, en la que distintas instituciones y organizaciones sociales se manifestaron en contra de la instalación de una cárcel federal en la ciudad.
Algo pasó. En lo que va del año no solamente se anunció la construcción de la cárcel sino que, además, ya hay empresas que estarían trabajando en la misma. Igualmente la historia no está cerrada y es probable que haya tiempo para modificar algo que parece más un negocio que una elección del pueblo corondino, tal como lo demuestran los jóvenes que irrumpieron en el palacio de justicia santafesina.
En aquella tarde noche, un muchacho muy joven, también de Coronda, decía que muchas chicas y muchos pibes eligen ser policías dejando de lado actividades tradicionales como, por ejemplo, el cultivo de la frutilla. En forma paralela, una maestra informaba que el Instituto no tenía docentes terciarios y que necesitaban más espacios para los alumnos.
Extrañas paradojas del presente donde abundan candidatos que ofrecen inaugurar cárceles y que no dicen una sola palabra vinculada a los proyectos educativos.
Hace algunos años atrás, había 700 hectáreas dedicadas a la frutilla; ahora suman menos de 300. Los hijos de los productores ya no quieren seguir la historia familiar. Son propiedades familiares de, a lo sumo, cuatro hectáreas. Esa paulatina y constante desaparición de esos grupos minifundistas deja el lugar para otros tipos de explotaciones agrícolas menos respetuosa del ambiente y la población en general. Postales corondinas que muestran las consecuencias de un modelo de desarrollo que le da grandes ganancias, fundamentalmente, a las multinacionales.
La pelea que iniciaron estos jóvenes corondinos revela las contradicciones de un modelo de desarrollo económico y político que más allá de mostrar muy buenos números, no termina de generar alternativas laborales para la muchachada que quiere algo más que trabajar como carcelera o empleos precarios. La protesta corondina, por otra parte, también señala el modelo de ciudades que parece estar subordinado a proyectos que se imponen de lejos sin tener en cuenta las necesidades de la población joven.
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