Por Carlos del Frade
(APe).- Hay pescadores que no hacen changas desde finales del año pasado, dicen algunos senadores provinciales de Santa Fe como consecuencia de las lluvias y las inundaciones. El trabajo eventual está paralizado en grandes sectores de la geografía. No hay mediciones que generen padrones de personas que luego ingresen a los créditos que ahora se prometen para reactivar la economía devastada por las obras que no se hicieron y que deberían haber disminuido los efectos de estos temporales varias veces pronosticados.
El norte y el litoral de la provincia de Santa Fe está cruzado por las actividades no registradas pero que son concretas y palpables en la vida cotidiana de esos departamentos. Son las changas las que permiten, junto a algunos planes sociales, empatarle a algunas necesidades existenciales, no a todas.
El peso de esa economía informal varía según la dinámica productiva de esos lugares pero son mujeres, hombres, chicas y chicos de carne y hueso los que protagonizan esa parte de la realidad que no están en las estadísticas que, por estos días, suele actualizar el gobierno de la provincia.
Hay un número oficial de evacuados. Pero ellos no son solamente los afectados por las inundaciones. Están los otros. Esos que no pueden ir al campo, a la escuela, a los hospitales, ni a cazar ni a pescar. Los otros inundados. Los cuentapropistas desesperados que no pueden hacer su changa cotidiana.
Sin embargo, cuando esos vecinos que habitan poblados que parecen ser simples parajes entre los campos que siempre son de otros, cuando esas personas reales que también generan riqueza en la dinámica económica cotidiana se organizan para ser respetados, entonces, el sistema, los castiga.
El acta policial dice que en la localidad de Helvecia, departamento Garay, provincia de Santa Fe, a los 23 días del mes de abril de 2016, Pablo Gabriel, de 36 años, sin instrucción, pescador, declaró que el 7 de marzo, junto a otros compañeros fueron al gobierno comunal de Colonia Mascías.
- Fuimos a pedir mercaderías porque no teníamos nada para comer y con la crecida no podemos pescar…siendo las 6.30 o las 7, estábamos hablando con un policía que estaba de guardia que se acercó para ver si todo estaba bien…de pronto el policía me empujó justo cuando venía el auto del presidente comunal, Juan Rodolfo Schmidt, lo que me salvó que me chocara…previamente habíamos hablado con la señora María Martín, más conocida como la Bolloco – sostiene el pescador que no tiene para hacer changas ni para encontrar comida cotidiana.
Pablo es una de las quince personas que fueron denunciadas por los responsables de la comuna de Colonia Mascías por supuesto corte de ruta.
Ellos, en realidad, fueron a pedir comida. Muchos, como Pablo, no tienen instrucción pero pelean por darle de comer a sus hijos, como también luchan por un pedazo seco de tierra para dejar a sus bebés.
El caso de Colonia Mascías, una población de mil trescientos habitantes, en el departamento Garay, marca la realidad profunda, no solamente de la provincia de Santa Fe, sino también de la Argentina.
La existencia de miles y miles de trabajadores informales que a la epopeya cotidiana e invisible de sobrevivir deben agregarle la porfiada resistencia para no ser castigados cuando reclaman por comida o un lugar seco para que duerman sus hijos.
El acta policial del 23 de abril, da cuenta del registro que el sistema hace de ellos. No los tiene en cuenta ni para la distribución de trabajo estable ni de viviendas, si, sin embargo, les hace un lugar en la burocracia a la hora de acusarlos.
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