Se dió la ocasión y no la dejamos pasar. Era el momento para comenzar a romper la invisibilización que sufre un colectivo de más de 7.000.000 de argentinas y argentinos, cuya gran mayoría tiene discapacidad mental y motriz, el que también está expuesto a las arbitrariedades policiales y judiciales.
Walter Bulacio fue el puntapié para la lucha contra el aparato represivo del Estado enfocado hacia aquellos jóvenes que no encajan en nuestra sociedad o que tienen los típicos estereotipos policiales: ser morocho, usar gorrita o buzos con capucha o simplemente, ser pobres de toda pobreza e indigencia.
Pero también sabemos de los abusos contra quienes tienen algún tipo de discapacidad mental leve. El caso de José Luis Orellana fue un claro ejemplo acerca de la arbitrariedad policial que, para esclarecer rápidamente un homicidio, no dudó en aprovecharse de sus escasas capacidades -no sabe leer ni escribir como la mayoría de las personas con discapacidad mental leve- para detenerlo y enviarlo a una celda. Más grave aún lo fue porque también era hipoacúsico y padecía de patologías en el corazón.
Otro caso más actual, aunque no tan joven, fue el descripto por la nota "La Maldita Prefectura: lo torturaron y amagaron a tirarlo al Riachuelo", escrita por Erika Silva, del portal Notas, en donde Fabián Mosquera, un hombre con múltiples discapacidades, "bajaba del colectivo 9, en la intersección de Avenida Sáenz y Cruz, del barrio de Pompeya, cuando una patrulla de Prefectura clavó los frenos a centímetros de sus piernas" y al reclamarle por lo ocurrido, siete prefectos lo esposaron, lo golpearon y lo amenazaron con tirarlo al Riachuelo. Y como bien cuenta la colega, volvió a aparecer el fantasma de Ezequiel Demonty, quien era hipoacúsico unilateral -y no es casualidad que dicho dato desapareciera de la crónica realizada en su momento por Página 12-.
Ambos casos nos llevaron a presentar nuestra inquietud acerca de ello y se vió reflejado en el documento consensuado: "Las fuerzas de seguridad violentan, detienen y persiguen constantemente a la juventud, los pibes y pibas de barrio, al pobre, al trabajador y la trabajadora, los y las afro descendientes, los y las migrantes y a quienes tienen algún tipo de discapacidad psicofísica; del mismo modo lo hacen con el colectivo travesti, trans, marica y lésbico, como han dado cuenta los casos de persecución y tortura de compañeras y compañeros en La Plata, Salta, Mar del Plata, Miramar y Tucumán, en el último tiempo".
Recién comienza esta Campaña y sabemos que faltan herramientas. Una de ellas, es la adaptación del Manual del Pequeño Detenido elaborado por CORREPI para que sea comprendido por las personas con discapacidad, ya sea en formato texto o audiovisual. Otra, es la construcción de espacios para la discapacidad en cada una de las organizaciones políticas y sociales que hoy está ausente en ellas.
No nos olvidamos de los jóvenes de los barrios. Al contrario, nos acordamos porque donde hay pobreza, hay discapacidad. Por distintas causas. Desde el hambre a la ausencia de políticas preventivas en materia sanitaria. Y es allí donde la falta de información y la morosidad estatal hacen estragos, sin contar con los habituales incumplimientos de la normativa vigente con respecto a los derechos de uno de los colectivos más ninguneados de la sociedad argentina.
Por eso estamos y seguiremos acompañando esta Campaña Nacional contra las Detenciones Arbitrarias, junto a todas aquellas organizaciones que requieran de nuestra colaboración para lo que necesiten.
Parafrasendo un viejo slogan, podemos afirmar que las personas con discapacidad no están solos, están en peligro. Al igual que todas y todos nosotros. Y depende de nuestra lucha, que dejen de estarlo al igual que nuestros pibes.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario