Foto: 8300web (*)
Por Silvana Melo
(APe).- Las Coloradas es un paisaje bucólico y a la vez agreste. Solita en medio de las inmensidades patagónicas, acaba de celebrar su primer triunfo ante el poder económico y político que se unen, como siempre, para saquearles los cerros y los cristales del río.
A 1.500 metros sobre el nivel del mar, recibió ya las primeras visitas de la Southern Copper para investigar los poros de la tierra, su corteza epitelial, la sangre vital que corre por la vena del Catan Lil. El río que es el alimento del pueblo, amenazado por los depredadores que contaminarán el agua para beber y explotarán su paisaje milenario.
Sin embargo, Germán Zúñiga (abogado nacido y criado en Las Coloradas), logró, por mandato de la asamblea vecinal, la primera victoria pequeñita, arenosa como la Patagonia, inmensa como las distancias, elevada como Las Coloradas, puesta en una olla entre valles y estancias francesas, como ese pueblo lamido por el río.
Una victoria que les promete un camino arduo pero posible. Una utopía que alguna vez se alcanza. Como en Loncopué, como en Esquel. Fuerte y resuelta, como los vientos de 120 kilómetros que también resisten la llegada de los pozos y las voladuras que buscarán -si pasan- cobre, oro, molibdeno. Para llevarse las riquezas de un suelo que es de los que lo recorren con pie escamado desde el principio de los tiempos. Y no de los que vienen con el pasaporte del poder, prometiendo espejos y oropeles, hechizos que se desvanecen al amanecer.
Porque Las Coloradas logró hacer correr el amparo y la medida cautelar que congela la audiencia pública programada para el 12 de agosto por la Secretaría de Ambiente de la Provincia: estaba pensada en un galpón, en medio de un descampado, por arduos caminos de tierra, entre viento y nieve, tras un pico de 1800 metros, a una distancia de 50 kilómetros, al pie de un puente. Era, indudablemente, boicotear la concurrencia con la complicación del lugar de reunión.
El revés para la empresa y para la provincia fue una sonrisa enorme para el pueblo. Una muestra de que de vez en cuando se gana. Algo. Un mínimo triunfo que comienza a abrir caminos. “Es otro ánimo, otra predisposición”, relata Germán Zúñiga a APe. “Sirve, además, para aumentar la confianza. No es fácil hacer frente a una minera, a un gobierno”. Máxime cuando se trata de un pueblo de 1200 habitantes, con una fuente de trabajo básica que es el Municipio, abonada con planes sociales y prácticamente sin emprendimientos privados.
Una estructura clientelar típica de los feudos donde la gente es rehén y cautiva de las políticas asistenciales. Pero el pueblo de Las Coloradas resiste a pesar de las dependencias que intentan disciplinarlos desde el origen. La empresa, por ahora, no ha hecho ofertas de trabajo concretas. Y desde la Secretaría de Minería provincial dijeron desconocer qué cantidad de empleos estaría dispuesta, la Southern Copper, a prometer.
El abogado celebra que “todos los cuestionamientos que hacía la asamblea en cuanto a la falta de información y al lugar donde se pretendía realizar la audiencia eran razonables”. Ahora buscará extender lo más posible el tiempo de resolución del amparo para que la asamblea se fortalezca y genere estrategias para estar en pie ante lo que vendrá. A la vez, cuestionó la ordenanza aprobada por el Concejo Deliberante de Las Coloradas, que queda a mitad de camino: no prohíbe la megaminería; “sólo hay un artículo de no autorización pero al no ser clara, deja puertas abiertas para la explotación con fracking, por ejemplo”. Y el pueblo queda incluido, de cualquier manera, dentro del mapa extractivista.
Ahora, con un poco de primavera en las espaldas, habrá marcha, volanteada y festival para plantarse ante las máquinas de la Southern que vendrán a la naciente del Catan Lil a envenenarle el agua con ácido sulfúrico y cianuro para lixiviar el cobre y el oro. Y hacer morir de sed y de infección a todos los hijos del río. A los que encuentran en él su alimento. Por eso esta victoria es tan pequeñita y tan inmensa. Como las distancias. Como las liebres que son estiletazos en el atardecer. Pequeñita e inmensa como el río. Y como la esperanza, que de vez en cuando encalla en estas costas.
(*) Cooperativa de Trabajo para la Comunicación
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