Por Víctor Ángel Fernández
Desde que el pasado 17 de diciembre, los respectivos primeros mandatarios de Cuba y Estados Unidos anunciaron el proceso de acercamiento, cuyo primer resultado se llevó a cabo precisamente ese mismo día, cuando regresaron a casa los tres cubanos que todavía permanecían prisioneros y la Isla entregó las dos personas solicitadas por el cercano vecino, han aparecido muchas opiniones con respecto al camino que se abre ante los dos países.
Una de las frases más repetidas, con algunas variantes, es que lo verdaderamente difícil comienza a partir de esa decisión. Entonces, ¿cuál es el calificativo para denominar estos 56 años?
Durante ese más de medio siglo, no hemos tenido entendimientos, incluso desde el mismo primero de enero de 1959, como está recogido en documentos históricos.
Luego de enfrentamientos de todo tipo, sólo dos años después se rompieron las relaciones. Los cubanos hemos sido agredidos en todas las variantes posibles. Nos han tratado de exprimir con la más terribles y criticadas políticas para, literalmente, matarnos por hambre. Guerras calientes, frías, tibias y de todas las temperaturas. Agresiones biológicas sufridas, no sólo las escritas en documentos secretos que un día salieron a la luz.
Una persecución económica llevada a cabo de forma milimétrica, con el objetivo de impedirnos, de ser posible, hasta el respirar. Un bloqueo mondo y lirondo, total y abierto, aunque muchos todavía se desgasten en edulcorarlo con el sustantivo de embargo y que durante los últimos 20 años ha sido criticado y condenado por casi el ciento por ciento de los miembros de la Organización de Naciones Unidas.
Centenares de muertos, donde incluso uno solo ya hubiera sido demasiado. Sangre buena e inocente derramada, por el simple delito de que los cubanos hemos querido ser independientes.
Hoy, cuando nos hemos sentado en una mesa de negociaciones como personas civilizadas, aunque persistan las diferencias irreconciliables. Hoy, cuando no llegamos allí por claudicar, sino por el reconocimiento del rival de que su política fracasó y quedaron aislados, lo cual, traducido al buen español, significa que llegamos como triunfadores. Hoy, cuando hemos mantenido nuestras posiciones, nos toca recoger los frutos.
Hemos sido fieles al discurso que siempre mantuvimos: de igual a igual estamos dispuesto a conversar de todo y con todos. Nuestra mano siempre ha estado lista para todos aquellos que han querido tomarla, pero nunca para los pretendientes al avasallamiento.
Estoy completamente convencido de que vienen tiempos complejos. Los histéricos de siempre en Estados Unidos, se rasgan vestiduras en contra de cualquier acercamiento. Las voces oficiales representantes del vecino, dejan bien claro que cambiarán los métodos, pero mantendrán los objetivos. O mejor dicho, el objetivo, que siempre ha sido uno sólo.
Todo eso lo sabemos y llevamos medio siglo repeliendo las agresiones y preparándonos cada día mejor. Entonces sigo con los cuestionamientos.
¿Acaso es más difícil tener a nuestros cinco hermanos en casa, comparado con todo el sufrimiento por el que pasaron sus familias, con el fallecimiento de seres queridos a los que no pudieron rendirle el último homenaje?
En tiempos de celebraciones deportivas, será necesario ser muy buen ajedrecista para anticiparse, jugar la mejor partida y sacar los mejores dividendos. Pero ubicando las cosas en su justo lugar. El sacrificio que todos, como pueblo cubano hemos padecido, SI es lo verdaderamente difícil que ha ocurrido.
Si no, ¿para qué dimos todos esos pasos en camino al acercamiento y, sobre todo, en camino al entendimiento?
También en varias ocasiones, se han sacado de contexto las palabras del Comandante en Jefe, cuando dijera, en el mismo 1959, que el camino que teníamos enfrente sería mucho más difícil. Claro, debimos construir la Revolución, con cimientos muy fuertes y de forma invencible. Debimos construir una Cuba diferente que en 500 años nunca había existido. Las condiciones eran diferentes y los análisis, tal y como nos ha enseñado Fidel, en la actualidad tienen que ser diferentes.
Un pueblo forjado en la lucha, contra la guerra abierta y contra la secreta. Un pueblo que ha demostrado estar listo para el sacrificio, pero que ha graduado a más de un millón de profesionales universitarios y una cifra mucho más alta de técnicos y obreros en otros niveles. Un pueblo al que nadie le ha regalado sus índices de salud, cultura y educación.
Un pueblo como el cubano, respetado y reconocido internacionalmente, está listo para enfrentar todo lo que pueda venir y volver a salir airoso del examen. Creo que a ese pueblo, que sabe muy bien lo espinoso del andar que acaba de emprender, no se le puede calificar lo por vivir, como el período verdaderamente difícil. Esa posición, sería no rendirle homenaje a la obra que, en condiciones de máximo sacrificio, hemos construido.
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