La obra de Egon Wolff no pasa desapercibida. Menos aún, este texto escrito en 1979 que tiene una interesante actualidad por cuanto recrea el espíritu libertario de Beto y lo contrapone con los estereotipos de la clase media que manifiesta Eva en el medio de una sociedad capitalista que impone lo que debe ser.
La sociedad chilena, como la nuestra, muestra esa clara división clasista que se agigantó durante la dictadura pinochetista pero que, aún hoy, subsiste plenamente a pesar de la "democracia". Y ello se revela durante toda la obra interpretada por Emmanuel Melgarejo y Susana Vaio, con la dirección de María Pía Molina Brescia.
Beto nos invita a romper con lo establecido. Eva no sabe como salir de la telaraña que ha tendido ese desconocido que se adueñó de su casa para, poco a poco, llevarla a esa ruptura.
Con una excelente ambientación de Sergio Baratucci, recreando el espíritu clasemediero (no tan lejano al nuestro), la obra puede darnos varias interpretaciones tal como reconocen varios críticos teatrales. Sin embargo, parafraseando a Alfredo Grande, otro teatrero, podemos afirmar que nos lleva a pensar en nuestra conciencia de clase y en la lucha por romper con el statu quo del capital que nos oprime.
Para pensar; por momentos, para reírnos de nosotros mismos y para invitarnos a esa necesaria ruptura que alimenta el espíritu censurado por las imposiciones de antaño: desde el no te metás a la delación lisa y llana, del consumismo feroz a la libertad condicionada y del creer en los multimedios como palabra santa.
Excelente actuación de ambos actores y un diseño lumínico de Javier Rincón completan esta interpretación de un clásico del teatro chileno que pocas y pocos conocen. Y vale la pena escaparse al Teatro Caliban. Porque allí vive ese teatro comprometido con la memoria y la verdad. Y porque no, con la ruptura de los lazos férreos que imponen las garras del capital.
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