Por el Lic. Julio C. Gambina
Estamos en tiempo electoral de renovación presidencial, especialmente luego de finalizada la elección en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito en que hace base Mauricio Macri, el candidato que se perfila según encuestadores y medios de comunicación con más chances en la disputa por la presidencia contra el oficialista Daniel Scioli, en un marco de polarización electoral, que limita las opciones democráticas del voto popular y condicionan el sentido de la participación política de la sociedad. Es cierto que también se renueva el Parlamento y eso amplia la disputa del coto a otras opciones por fuera de la polarización.
La realidad es que se viene instalando una imagen de polarización entre ambos candidatos presidenciales y éstos se juegan la disputa del sentido común de la sociedad, especialmente en materia económica derivado de los problemas que se perciben por la desaceleración y el impacto en los ingresos más bajos. Es una realidad al mismo tiempo que no se discutan los temas estructurales de la economía, tales como el modelo productivo primario exportador concentrado en el monocultivo de la soja, la mega minería a cielo abierto o las nuevas y fuertes expectativas en la explotación de los hidrocarburos no convencionales, o sobre la cuestión de la deuda y el conflicto con la justicia de EE. UU. La discusión aparece en materia de orientación general de la política económica, en el par Mercado y Estado, pero también en cuáles serán las relaciones externas a privilegiar en la nueva gestión.
Por eso interesan algunas señales de tipo simbólico que pretenden dar pistas sobre la cuestión. Muchos de esos símbolos fueron sorpresas por estas horas y pone de manifiesto el pragmatismo de los principales candidatos.
Una de las grandes sorpresas se manifestó en el cambio de discurso del Jefe de Gobierno porteño, quien avaló las estatizaciones impulsadas desde el gobierno y reivindicó el papel del Estado, claro que gestionado con eficiencia según dice. Por su parte, en viaje relámpago a Cuba, el gobernador bonaerense sorprendió al estrechar relaciones con el gobierno cubano, en un intento por alejar las certidumbres de sus fuertes vínculos con EE. UU. y su embajada en la Argentina.
Queda claro que ambos candidatos necesitan otorgar señales al poder económico y para ello remiten a su trayectoria, empresarios ambos y con buenas relaciones con diferentes ámbitos del poder económico, político, mediático y diplomático. Al mismo tiempo buscan ampliar sus adhesiones con posiciones no tradicionales por ellos sustentadas, pero que intentan adecuarse a los tiempos que corren, y no solo fronteras adentro, con una sociedad que aún recuerda el impacto en sus ingresos y condiciones de vida en la década pro-mercado y que además mira aún con simpatía el acercamiento con la región latinoamericana y caribeña, aun cuando la articulación productiva y comercial es muy escasa o relativa.
Señales hacia el intervencionismo estatal y la distensión política
No solo en la Argentina existe una mayoría relativa en ese sentido, sino que también existen señales externas con similar orientación. Veamos ambos gestos sorpresivos con datos de la realidad de la política y la economía mundial.
Por un lado, EE. UU. y Cuba restablecen el funcionamiento de sus embajadas luego de más de medio siglo de tensiones, conflictos y un bloqueo que se mantiene, pero que da cuenta de una situación novedosa en la región y en el mundo. Las manos tendidas y las embajadas abiertas recrean condiciones para el dialogo de proyectos antagónicos. Adicionemos que EE. UU. fue artífice principal del acuerdo nuclear entre 5 países con Irán. Tanto con Cuba como con Irán se trata de una cuestión de mercado, y ya comentamos alguna vez que para el capitalismo no hay mercados chicos, Iran con 80 millones de habitantes y Cuba con 11. Vale por Cuba entonces, con crecientes relaciones con Brasil, China o Rusia, animadores principales del competidor bloque BRICS en la hegemonía capitalista. Algo similar ocurre con Irán, pero también EE. UU. intenta intervenir de variadas formas en los conflictos políticos en la arena internacional en tiempos de crisis. La vía militar y la diplomática se complementan según las posibilidades.
Por otro lado, hay cambios de funcionarios en el FMI, ante el fracaso de las reiteradas recetas de ajustes, la última en Grecia, con un informe del Fondo que anticipa que el Estado griego no podrá cumplir con las condicionalidades que acaban de suscribir. El dato es que fue designado como nuevo Economista Jefe del FMI, el estadounidense Maurice Obstfeld, catedrático de la Universidad de California en Berkeley, integrante del equipo de consejeros sobre economía de Barack Obama y un destacado neo-keynesiano, como los más conocidos Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Nouriel Roubini o Kenneth Rogoff, asiduos críticos de las recetas neoliberales clásicas, que según ellos, no ofrecen soluciones para el salvataje del capitalismo en crisis. Es algo que expresan con relación a la hegemonía europea y sus políticas de ajuste, pero también empujando un mayor intervencionismo estatal en EE. UU., reclamando mayor audacia en el gasto al gobierno de Obama.
¿Por qué la mención a estos acontecimientos?
Es que la posición hegemónica en la potencia imperialista gobernada por los demócratas, basada en la experiencia de crisis mundiales anteriores, está fuertemente orientada a sustentar el orden capitalista con algunas recetas muy concretas, como el gasto público para estimular obra pública y el empleo, sin la preocupación que tienen los ortodoxos neoliberales por la emisión monetaria.
Lo que esta corriente neo-keynesiana defiende es el nivel de actividad económica contra la recesión, que amenaza a EE. UU. y a la economía mundial desde el 2007, incluso desde antes con la crisis estadounidense del 2001, que con Bush en el gobierno, resolvió con fuerte aumento del gasto público bélico, militarizando la sociedad mundial y generalizando objetivos que fundamentaran la expansión monetaria y la intervención del Estado. Esta corriente es crítica del ajuste que impone Alemania y el Banco Central Europeo sobre Grecia y otros países de la periferia europea agravando la desaceleración y recesión de la economía mundial.
Es un debate teórico al interior del orden capitalista sobre cómo superar la crisis. Ese debate también existe en la Argentina, entre los que quieren volver al discurso y la práctica pro-mercado de los ' 90 y los que imaginan soluciones para la normalización del capitalismo con la intervención del Estado. La polarización entre el capitalismo tipo EE. UU. y el que sostienen los BRICS; como el que sostienen neoliberales y neo-keynesianos acá y allá, polarizan las opciones e impiden un debate democrático más allá del capitalismo.
La política actual de EE. UU. es de fuerte intervención del Estado para sostener al capitalismo en crisis y recrear las condiciones para la valorización de los capitales. Al mismo tiempo se requiere liberar de tensiones, donde pueda, el sistema mundial. Es la doble vara de la política exterior de EE. UU., por eso sus señales son contradictorias, y sin abandonar su estrategia agresiva en varios territorios del mundo, caso de Ucrania o medio oriente, disputa mercados y territorios con las armas o la diplomacia para afirmar su poder global.
Esas tensiones también se presentan en la Argentina y las autoridades intervienen en la suba de tasas en beneficio de ahorristas menores a un millón de pesos, comprometiendo seriamente las posibilidades de crédito barato, salvo intervención estatal para subsidiar préstamos o producción, una receta conocida en el sistema mundial y por eso nadie quiere quedarse afuera de un mensaje pro Estado, siempre para el salvataje del orden capitalista.
En síntesis, lo visible es la disputa teórica y política de cómo superar la crisis capitalista, entre una visión ortodoxa neoliberal o la concepción neo-keynesiana o neo-desarrollista; ocultando otras posibilidades cuestionadoras y críticas del orden capitalista.
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