Por Vicky Peláez
El mundo viejo está muriendo y el mundo nuevo está luchando por nacer.
Ahora es tiempo de monstruos.
(Antonio Gramsci, 1891 - 1937)
El inexorable proceso de globalización bajo la batuta norteamericana, ha puesto fin a la independencia europea en esta primera década del siglo XXI que estamos viviendo. Justo, cuando muchos países en el continente americano están logrando sacudirse del yugo estadounidense, a los europeos les ha tocado el triste título de ser el patio trasero de Estados Unidos.
Sin embargo, este proceso en Europa ya se vislumbró hace más de 50 años. Al final de los años 1940 los estrategas estadounidenses junto con sus aliados británicos decidieron que su hegemonía sería más sólida en Europa si se lograba una Unión Europea para evitar desgastar sus recursos financieros, políticos y militares, esto, formando tratados, acuerdos y alianzas con los países individuales de la eurozona. Por supuesto, el pretexto oficial era la contención de la Unión Soviética.
El 19 de setiembre de 1946 el primer ministro del Reino Unido Winston Churchill declaró que “debemos crear una suerte de Estados Unidos en Europa” para impedir el contagio comunista. En marzo de 1947 por iniciativa del senador J. William Fulbright, el Senado y la Cámara de Representantes de EE. UU. votaron por una moción de apoyo a los “Estados Unidos de Europa”. Poco después, uno de los principales autores de la Guerra Fría, el norteamericano George Kennan publicó un artículo en la revista de los globalizadores del Council on Foreign Relations aconsejando al departamento de Estado de crear condiciones en la “Fase I” para federar a todos los estados de Europa liberados por anglo-estadounidenses. Posteriormente, en la “Fase II”, según Kennan, Washington promovería la salida de los Estados de Europa Central y Oriental de la órbita soviética y su incorporación en los Estados Unidos de Europa.
La realización de la idea de Churchill y Kennan tuvo que esperar 46 años hasta que el primero de noviembre de 1993 entró en vigencia el Tratado de la Unión Europea. Después de la disolución de la URSS en 1991 también empezó a cumplirse el proyecto de la Fase II a pesar de las promesas que los presidentes norteamericanos George H. W. Bush y Bill Clinton le hicieron a Gorbachev y a Yeltsin de no ampliar tanto la UE como la OTAN. Actualmente 19 países son miembros de la OTAN y otras 10 naciones europeas están en la lista de potenciales candidatos. La Unión Europea cuenta con 28 países y de ellos 19 están en la Eurozona.
La estrategia norteamericana de dominio se había basado principalmente desde la fundación de Estados Unidos en 1776 en la fuerza militar. Por eso no es de extrañar que ya en 1949 bajo la iniciativa de Washington fue creada la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) siempre con el pretexto de prevenir la expansión de la URSS y protegerse de la posible agresión militar soviética. Como se podía esperar, el real comandante en jefe de esta organización sería el Pentágono y el departamento de Tesoro se encargaría del pago del 72 por ciento del presupuesto de la OTAN. El primer secretario general del Tratado Atlántico, general Hastings Lionel Ismay anunció en 1949 que el principal propósito de la OTAN era “mantener a Rusia afuera, Estados Unidos adentro y Alemania bajo el control”.
Actualmente Europa es una gran base militar norteamericana. La lectura del 2015 Base Structure Report del departamento de Defensa, que ofrece datos sobre las bases militares que posee Estados Unidos en su territorio y en el extranjero, confirma esta afirmación. Según el documento, actualmente el Pentágono tiene cerca de 300 bases militares en el viejo continente y de ellas la mitad están ubicadas en Alemania. También en este país está radicado el Estado Mayor del Comando Europeo (EUROCOM), el Comando Africano (AFRICOM), el Cuartel General de la Fuerza Aérea de EE. UU. en Europa y el Cuartel General del Ejército norteamericano en la región. A esto hay agregar la última tendencia de Norteamérica de crear bases militares clandestinas y, desde este punto de vista no se puede dar datos exactos sobre el dominio militar norteamericano en Europa.
Alemania siempre ha sido de especial interés estratégico y económico para Washington. Uno de los países más desarrollados en el mundo, Alemania no solamente ha sido el motor industrial y financiero de la UE sino también su líder político. A pesar del pacto secreto firmado por la República Federal Alemana con EE. UU. el 21 de mayo de 1949, que ponía al país en una dependencia de Norteamérica y restringía su soberanía, Alemania después de la caída de la Unión Soviética trató de distanciarse de los dictados norteamericanos en referencia a Rusia. Y esto disgustó a Washington tremendamente.
Supuestamente, de acuerdo a aquel tratado secreto, divulgado por el ex jefe de la contrainteligencia militar alemana (MAD) entre 1977 - 1980, Gerd Helmut Komossa en su libro “Die Deutsche Carte” (2007) Estados Unidos impuso restricciones a la soberanía alemana hasta 2099.
Aquellas limitaciones incluían el control de Washington sobre los medios de comunicación de Alemania Federal; la obligación de cada canciller firmar el llamado Acta del Canciller; y el mantenimiento de las reservas de oro alemán bajo la custodia de EE. UU., Francia y el Reino Unido. Todo esto explica por qué el primer paso de cada nuevo canciller alemán ha sido siempre visitar a Washington. Según aquel tratado, todos los partidos políticos también están bajo una junta supervisora estadounidense.
Aquel estatuto definido por Zbigniew Brzezinski, como “vasallo incondicional” produjo con el pasar del tiempo, (además la reunificación de Alemania) un rechazo de su pueblo y de muchos de sus dirigentes que trataron de elaborar su agenda internacional independiente, especialmente con el inicio de perestroika en la URSS. Los alemanes y el resto de Europa vieron la posibilidad de formar un bloque comercial con Rusia de cuyo gas y petróleo dependían empezando del cuatro por ciento en referencia a Bélgica; al 39 por ciento, Alemania y el 100 por ciento Finlandia.
Con la llegada al poder de Vladimir Putin el intercambio comercial anual entre la Unión Europea y Rusia alcanzó un millón de millones de dólares. En relación a Norteamérica, la UE importa poca mercancía de aquel país pero tiene una debilidad: depender de los mercados financieros que están bajo el control de Washington. Los siete megabancos norteamericanos juegan un papel principal en la definición de la política económica de los europeos.
La crisis económica que empezó en 2009 primero en Estados Unidos y después, en la Unión Europea donde los países más débiles como Grecia, Portugal, España, Irlanda cayeron en una depresión, provocó un gran descontento en el viejo continente. El endeudamiento se ha convertido en insostenible, las medidas de austeridad hicieron salir la población a las calles protestando las imposiciones de la Comisión Europea guiada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y el Grupo Europeo. Europa se sumergió en una situación crítica pronosticando muchos observadores de una posible salida de Eurozona países como Grecia y posteriormente un posible resquebrajamiento de la UE.
Los iluminados de Washington (vaya que lo son gracias a su gran ambición) vieron su oportunidad de reforzar más su poder en Europa. El golpe de Estado organizado por el departamento de Estado en Ucrania fue un excelente pretexto para desviar la atención de la crisis hacia un inminente peligro de la invasión rusa a Ucrania. La máquina propagandística globalizada norteamericana exacerbó la situación señalando con su dedo de guerra a Rusia como el culpable principal del desarrollo de acontecimientos en Ucrania, distorsionando toda la realidad. Sus “vasallos” europeos tuvieron que obedecer y se aliaron con Washington en su campaña difamatoria contra Rusia y posteriormente en la imposición de las sanciones a Moscú.
Los norteamericanos se aprovecharon del ambiente de inseguridad que crearon en la UE y empezaron una nueva ola de expansión de la OTAN hacia los ex países socialistas de la región. En realidad la expansión de la OTAN significa la mayor presencia del Pentágono y del departamento de Estado en la UE y el incremento de su influencia en el proceso de toma de decisiones. Mientras el Ministro de Finanzas de Alemania, que disfruta de un poder casi ilimitado en la UE, Wolf Schaube anunciaba la posible salida de Grecia de Eurozona aunque temporal y el primer ministro de Grecia Alexis Tsipras declaraba un rotundo NO reforzado durante el referéndum al nuevo paquete de austeridad presentado por la “troika” (BCE, FMI y el Grupo Europeo), una simple llamada de Barack Obama a ambos líderes hizo cambiar la situación de golpe. Schauble se volvió cauto respecto a Grecia y Tsipras cambió su NO abruptamente en SÍ traicionando todas sus promesas que hizo al pueblo griego. Así es el poder norteamericano en Europa.
Para proseguir con su hegemonía, Washington necesita una Europa débil pero al mismo tiempo integrada siguiendo el rumbo neoliberal que poco a poco está quebrando un tradicional Estado de Bienestar Europeo y un Estado Protector reemplazándolo con un Estado dirigido por un gobierno autocrático centralizado bajo el dominio del capital financiero europeo que a su vez es dependiente de Wall Street. En realidad es el mismo proceso que está en marcha en EE. UU. y que consiste a la subyugación del gobierno al capital financiero que, a su vez, utiliza el complejo industrial militar para lograr sus objetivos del dominio mundial.
Son los banqueros que pagan a los “think tanks” para que convenzan a los líderes europeos que el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP), que será firmado este año con EE. UU., daría un empuje significativo a los europeos sin mencionar que el capital financiero norteamericano remodelaría la economía europea a los intereses norteamericanos. Así se pondrá fin a la independencia económica europea. En todos los términos más le convendría a la UE firmar un tratado de libre comercio con la Unión Económica Euroasiática que le ofreció el año pasado Moscú. Pero esto sería imposible para Europa pues es cada vez menos democrática y más avasallada.
Los “iluminados” estadounidenses inclusive están pensando instalar más armas nucleares en Europa. El Centro Estratégico de Estudios Internacionales (CSIS) publicó un absurdo “Proyecto Átomo” definiendo la estrategia nuclear de EE. UU. para 2025 - 2050. El informe aboga por el “uso de armas nucleares tácticas para contrarrestar la agresión rusa en Europa”. El director del proyecto, ex empleado de la CIA, Clark Murdock afirma que “las armas nucleares tácticas modernas producirán menor daño colateral porque emitan una radioactividad mejorada. Estas armas son necesarias para contrarrestar la erosión de la superioridad tecnológica norteamericana frente a Rusia y China”.
Parece una absurda idea de algún loco escapado del manicomio. Usar armas nucleares en Europa significaría el fin del viejo continente. Sin embargo, es una realidad aceptada por el presidente Barack Obama quien anunció en el 2014 el uso de miles de millones de dólares para mejorar la capacidad nuclear estadounidense. Ya en el Estado de Nevada se hizo la primera explosión nuclear usando una variante mejorada de la bomba B61-12 anti bunker producida por primera vez en 1964. En total, según el Bulletin of Atomic Scientists, existen actualmente 200 bombas de este tipo y 180 de ellas están instaladas en la Unión Europea.
¿Se dan cuenta los europeos sobre lo que les puede esperar en caso de un conflicto bélico o el sistema los transformó en simples zombis que viven en un mundo paralelo a la realidad?, ¿Olvidaron tal vez lo que pasó en la II Guerra Mundial cuando EE. UU. sólo entró al final del conflicto esperando que los europeos se destrozaran para luego aparecer como triunfadores y agarrar un gran botín, además de haber mantenido su economía estable? ¿Se despertarán alguna vez? Solamente el tiempo dará la respuesta y, ¡ ójalá que no sea demasiado tarde !.
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