Por Iroel Sánchez
En estos días han abundado las entrevistas. Como se repiten las preguntas y más o menos las respuestas oscilan sobre las mismas ideas, he decidido hacer una síntesis de lo que he dicho a medios como el diario chileno La Tercera, el periódico español La Razón, las agencias de prensa china Xinhua y cubana Prensa Latina, las televisoras Russia Today y TeleSUR y la revista cubana Bohemia alrededor de la visita oficial a Cuba del Presidente estadounidense Barack Obama.
La Cuba actual habla sobre la visita de Obama. Creo que la mayoría percibe que es un paso positivo en el camino de normalización de las relaciones entre ambos países del que cada parte busca resultados diferentes: Cuba, mover la opinión pública de EE. UU. y sus sectores más influyentes a favor de objetivos históricos como la entrega del territorio que Estados Unidos ocupa ilegalmente en Guantánamo, el fin del bloqueo y el respeto hacia su sistema económico, político y social. Washington, por su parte, desea aumentar su influencia en la sociedad cubana en su objetivo declarado de empujarla hacia el capitalismo, a la vez que en particular el Presidente Obama persigue fortalecer su legado.
Como dice el historiador Fernando Martínez Heredia, supone una tremendísima confusión, pero pudiera existir una parte de las personas que piense que porque Obama viene a Cuba, la situación material de una parte grande de los cubanos va a mejorar.
Ningún país del entorno de Cuba, desde México a República Dominicana, está mejor socialmente que Cuba a pesar de no tener bloqueo económico, lejos de eso sufren problemas como la violencia estructural, el trabajo infantil y el narcotráfico que aquí ni existen. Cuando EE. UU. habla de “empoderar al pueblo cubano” a lo que se refiere realmente es a la construcción de una minoría que, como en esos países, le administre el país de acuerdo a sus intereses.
La visita de Obama a Cuba es un paso positivo en el camino hacia la normalización de las relaciones que implica el reconocimiento tácito a un país al que EE. UU. trató de arrodillar por todas las las vías posibles: bloqueo económico, terrorismo, guerra biológica, planes de asesinato de sus líderes… Y es una victoria de la resistencia del pueblo cubano sobre más de cincuenta años de hostilidad que también implica la aceptación de la exigencia del gobierno cubano de conversar sin condicionamientos y en pie de igualdad, pero no supone la normalidad en la relación porque el mismo Obama no ha dejado de afirmar que, para Washington, se trata de un cambio de métodos pero no de objetivos.
A lo que aspiran los cubanos es que todo este proceso repercuta positivamente en sus vidas cotidianas, permita eliminar las restricciones que deforman el funcionamiento de la economía y cese la pretensión de restringir al Estado que es el que le ha garantizado el verdadero empoderamiento al pueblo.
Habrá un aluvión simbólico en estos días. Sin embargo, nada podrá superar la imagen del jefe del país más poderoso del mundo, entrando respetuosamente en la Plaza de la Revolución, donde tiene centro la institucionalidad que once presidentes estadounidenses no pudieron derrotar. Allí le esperan en pie el José Martí monumental, cuyas últimas palabras fueron para decir que cuanto hizo era para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”, frente a los rostros gigantescos de los comandantes Che Guevara -enviado a la inmortalidad por la CIA- y Camilo Cienfuegos, cuya frase más recordada es “vas bien Fidel".
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