Por Ángel Guerra Cabrera
Mientras más pienso en la visita a Cuba de Obama, más me convenzo de la enorme victoria que ella ha significado para el pueblo cubano. Únicamente su resistencia heroica y victoriosa por décadas, la congruencia y sabiduría de sus líderes, con Fidel al frente, y la solidaridad internacional explican que gran parte del establishment se haya convencido de que era contraproducente la política seguida hacia la isla por más de cinco décadas, lo que abrió el camino a Obama para realizar una rectificación que ya proponía en su época de senador. Según él, lo que no ha funcionado debe cambiarse aunque “nuestros objetivos siguen siendo los mismos”.
Ese giro fue propiciado también al ascender China y Rusia como jugadores globales de primer orden, unido al formidable cambio en América Latina y el Caribe, donde los pueblos desencadenaron un ciclo de luchas antineoliberales que llevaron al timón de sus países a Hugo Chávez, Néstor y Cristina Kirchner, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa y Pepe Mujica.
Ello levantó la unánime exigencia latino - caribeña a Obama por el levantamiento del bloqueo y la rectificación de la política hacia Cuba, que obligaron a que La Habana fuera invitada a la Cumbre de las Américas de Panamá. La eficaz diplomacia cubana, diestramente conducida por el presidente Raúl Castro, encontró en la Casa Blanca un Obama receptivo, audaz, y en busca de asegurar su legado.
Donde generaciones hemos formado nuestra vara de medir bajo el liderazgo insuperable de Fidel, ahora, pese a su desapego a los reflectores, hemos podido apreciar a plena luz pública la talla de estadista de Raúl en varios momentos; entre ellos, la Cumbre de la CELAC en La Habana, la Cumbre de las Américas de Panamá, la 70ª Asamblea General de la ONU, y con una ejecutoria diríase que perfecta, durante la recién culminada visita de Obama.
Más llamativa ante el hecho de que cuando el presidente de Estados Unidos tuvo para él solo todo el escenario en su discurso en el "Gran Teatro Alicia Alonso" de La Habana, transmitido en vivo por la radio y la televisión cubanas, defraudó a amplios sectores de su audiencia.
Dos factores pueden explicarlo bien, como han mencionado muchos cubanos. Uno, su recomendación a Cuba de adoptar la democracia pluripartidista, el “libre” mercado y el “empoderamiento”, esquemas que los isleños, empoderados desde 1959, saben muy bien las trágicas consecuencias políticas y sociales que han llevado a sus países hermanos; entre ellos, la violencia estructural endémica. Otro, muy delicado, el no haber ofrecido ni la más leve disculpa por la política hostil y agresiva de Estados Unidos contra la isla y su correspondiente precio en dolor y sangre, parte de la cual sigue en pie, como tácitamente reconoció Obama al expresar que el embargo “es una carga obsoleta sobre el pueblo cubano”.
Está claro, en Cuba a partir de ahora serán mucho más importantes las trincheras de ideas que las de piedra.
Frente al teleprompter, a la previamente meditada puesta en escena de chistes, risas, frases hechas y gestos del inquilino de la Casa Blanca durante su estancia en Cuba, fue mucho más convincente la conducta de su homólogo cubano movida por la dignidad, decencia y buenas formas de la tradición revolucionaria cubana. Cortesía aparte, Raúl no perdió la oportunidad en la conferencia de prensa conjunta para subrayar su preocupación por los planes desestabilizadores contra Venezuela y las graves consecuencias que pueden traer para el hemisferio.
Obama quiso, con esta visita, consolidar la política que ha emprendido hacia Cuba, acentuarla en la agenda internacional, fortalecer las bases que le permitan hacerla irreversible antes de abandonar el cargo.
Los vuelos directos de aerolíneas de ambos países, la inminente presencia de empresas hoteleras, de cruceros y de una línea de ferrys estadunidenses marchan en esa dirección. Pero, aunque hoy viajan muchos más estadunidenses a la isla, todavía no está autorizado el turismo, mucho menos se ha levantado el bloqueo y siguen en pie la inmoral Ley de Ajuste Cubano y varios de los programas subversivos contra Cuba. Este panorama podría continuar modificándose si, de aquí a noviembre, Obama emplea sus prerrogativas ejecutivas para conseguirlo con nuevas y efectivas medidas.
No será hoy que tiene toda la atención concentrada en dar su más cálido espaldarazo al neoliberalismo represor y tardío de Macri, justo cuando se cumplen 40 años del golpe de Estado militar bendecido por Estados Unidos en Argentina.
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