Obama y el contrapunteo con la rosa blanca (I) Por Norelys Morales Aguilera Música a los oídos de Barack Obama debieron ser los aplausos del pueblo cubano, después de su discurso en el...

Obama y el contrapunteo con la rosa blanca (I)

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norelys morales aguilera

Por Norelys Morales Aguilera

Música a los oídos de Barack Obama debieron ser los aplausos del pueblo cubano, después de su discurso en el "Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso" y en el más emblemático estadio de pelota (béisbol) de Cuba, mientras en el "Air Force One" viajaba a la República Argentina, y el mundo estaba conmocionado este 22 de marzo de 2016 por los ataques terroristas en Bélgica.

Noticias y análisis abrumadoramente se dirigen a lo que dijo o no dijo Obama, supuestamente al pueblo cubano con la reacción inmediata a su alocución sin preguntas o diálogos -mucha democracia-, con toda la artillería del monopolio mediático acentuando en quién gana y quién pierde: banalización o silenciamiento del real pensamiento de nuestros nacionales, y la consiguiente tautología de Internet.

Me he tomado mi tiempo para escuchar opiniones de mis compatriotas y ofrecer estas primeras ideas, inexcusables en el oficio, cuando un suceso de envergadura acontece, como si se pegara la oreja a la tierra para saber el rumbo de las caballerías, aquella costumbre de los pueblos originarios en todo el ámbito del llamado Nuevo Mundo.

Nunca se vió tal despliegue simbólico del Presidente y sus asesores, cuando ya es el “lame duck” en su país y deja más decepción que logros, también en su política exterior sin que, por ello, como ser humano apenen sus lágrimas de impotencia y dolor, por no haber conseguido al menos, que no sea noticia horrorosamente común, ver por ejemplo, las matanzas con armas de fuego, especialmente en los colegios estadounidenses.

Cuba vendría a ser una especie de atalaya porque tuvo el coraje de un cambio de método, pero no de meta, que a los ojos de todo el subcontinente podría ofrecer dividendos a la restauración de la derecha; y a los estrategas de la dominación imperial, un rumbo más amigable. Algunos han llegado a plantearse, para escarnio o morbosidad, un símil con el discurso de Ronald Reagan frente al Muro de Berlín. Incluso, alguna izquierda que mira solo la punta de los zapatos se pregunta por qué no se recibió a Obama con protestas y marchas.

Gobierno y pueblo cubano estaban en una inefable complicidad para que el visitante pudiera confirmar que venía sin hostilidad aparente, que acá se quiere tanto como se necesita, algo que escapa al forastero, no importa incluso si es un corresponsal acreditado en La Habana, que supone conocer la cubanidad, esa de ser no solo por haber nacido en esta tierra, sino por quererlo ser.

Si buscaban simpatía para el Presidente no tenían que hacer tanto esfuerzo y hasta haber desafiado las normas diplomáticas con declaraciones insultantes durante los preparativos de la agenda. Él se ganó la simpatía cuando admitió que la política de Estados Unidos había fracasado. El predicado, ya veremos cómo lo resolvemos, que así nos planteamos de sobra los cubanos, y no importa si llegamos o nos pasamos.

Ese es nuestro garbo que, tal como aquí se da el mejor tabaco del mundo, sus causas no pueden ser explicadas, investigadas y menos replicadas, parafraseando al sabio Don Fernando Ortiz, en su monumental ensayo “Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar".

La presencia de Barack Obama es el premio a la resistencia de todo y con todo. Ningún pueblo -lo escribo sin chovinismo- está más preparado por idiosincrasia, por cultura política, por entendimiento del doble significado, para el embate simbólico, y menos con palabras como pretendió el Presidente y sus asesores.

Continuará...

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