Roberto Veiga, director de Cuba Posible
Por Iroel Sánchez
En una entrevista, publicada en enero de este año, en Cuba Posible se quejaban: “Todavía hoy, cuando nos atacan, evitan mencionarnos por nuestros nombres. Y cuando lo hacen, pues se esconden detrás de un seudónimo.”
Contradictoriamente, ahora, el “director” de Cuba Posible, señor Roberto Veiga, dice -en un texto plagado de insultos y de palabras entrecomilladas nunca empleadas por mi- que ¡ diez veces ! me he referido a su persona, mentira que puede comprobarse poniendo los nombres de ambos en Google o el buscador de este blog. A no ser que cuando he incluido referencias al “centrismo” o “nacionalismo de derecha” de Emilio Ichikawa, Fernando Martínez Heredia, o Rosa Miriam Elizalde -desde CP se refieren a ellos como “otros que convierten la esfera pública en una imagen “de lo peor de un carnaval” o “de lo peor de un prostíbulo”-, o he citado palabras del director de CP a la agencia Reuters sobre su objetivo de alcanzar una “Cuba pluripartidista” y un “cambio transicional”, éste lea delirantemente que hablo yo. Afortunadamente, no soy el único que se percata de su trampa pero el Rey desnudo del Partido de los cuatro gatos necesita ahora inventarse un ataquito personal y presentarse como víctima para disimular que se ha quedado sin máscara precisamente porque varias personas con solvencia intelectual no se tragan su cuentecito.
Un ejercicio aún más rocambolesco se hace cuando se intenta utilizar a Fidel y Raúl para avalar la asociación con poderes extranjeros con el objetivo de la restauración de la neocolonia y el pluripartidismo en Cuba. Precisamente a estrategias como las de CP se refirió Raúl cuando en el VII Congreso del Partido denunció: “las acciones dirigidas a introducir plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración capitalista apoyadas por una perversa estrategia de subversión político - ideológica que atenta contra las esencias mismas de la Revolución y la cultura cubana, la historia y los valores que en ella se han forjado”.
¿No fueron ellos quienes organizaron una tribuna con el gobierno noruego donde se reclamó un “shock” para la economía cubana?¿No fue el autor de estos insultos y mentiras quien se opuso recientemente a que se enfrente a quienes especulan con las necesidades alimentarias de los cubanos?
¿No fue el “director” de Cuba Posible quien culpó a los revolucionarios de la Sierra Maestra del origen violento de la contrarrevolución cubana al escribir: “…la nueva oposición política siguió el modo tradicional que se impuso, de manera progresiva e intensa, sobre todo durante la segunda mitad de la década de 1950: la desestabilización, las bombas y la guerra desde las montañas. Sin embargo, agregó el acople de su gestión al desempeño de mecanismos de poder en Estados Unidos, en muchísimos casos a la CIA”.?
La Revolución encabezada por Fidel, Raúl y el Che es, para el señor “director”, culpable porque, para enfrentar la tortura, el asesinato y las atrocidades de la dictadura batistiana, cosa que él no dice, “impuso, de manera progresiva e intensa, sobre todo durante la segunda mitad de la década de 1950: la desestabilización, las bombas y la guerra desde las montañas”. Pero… ¿cuántos civiles inocentes asesinó el “modo” revolucionario a diferencia de las miles de vidas que costó a Cuba el terrorismo practicado desde EE. UU.?¿Fue la contrarrevolución la que entonces “acopló su gestión al desempeño de mecanismos de poder en Estados Unidos”, o como ha escrito el historiador Esteban Morales, ésta nunca ha existido en Cuba sino como dependencia norteamericana desde que, gracias a Washington, llegó al poder en la Isla en 1898 para luego ser derrocada en su último eslabón por la Revolución triunfante en 1959?
Y agregaba el señor “director” en el mismo texto, en defensa de la quinta columna que EE. UU. implantó en Cuba a partir de la década del noventa del pasado siglo: “ante la falta de posibilidades para obtener legalidad, lograr trabajar dentro del entramado social y adquirir lícitamente los recursos necesarios, se aliaron orgánicamente a los sectores de poder enfrascados en una guerra con el gobierno cubano, sobre todo en Estados Unidos”.
O sea, para el señor “director”, el modelo de disidencia organizado y financiado con instruccciones y objetivos engarzados a la política estadounidense y que parte de la experiencia aplicada en Europa del Este, también es culpa de la Revolución que no permitió, en cumplimiento de la voluntad popular y las leyes, la impunidad de la estrategia subversiva estadounidense. Menudo revolucionario antimperialista nos ha salido el señor “director”.
En cuanto a su afirmación de que he dedicado mi vida a “enjuiciar a todo cubano que considera “abominable”, además de que jamás he empleado tal palabra, lo reto a responderme dónde estaba él mientras cientos de miles de cubanos, sin tiempo para enjuiciar a nadie, nos ocupábamos de luchar contra el apartheid en el sur de África, nos movilizábamos para producir alimentos en medio del Período Especial, trabajábamos por que nuestro pueblo tuviera más acceso a la cultura, o empujabamos proyectos como La Jiribilla y EcuRed, sin un centavo de WOLA, la Brooking Institution, Diálogo Interamericano o la embajada del Reino de Noruega en La Habana.
Pero comprendo tanta torpeza, mentira, odio e insultos -“vil”, “patético”, “horroroso”, son algunos de ellos- en una persona a la que no creo con una inteligencia por debajo de lo normal, solo es explicable por una gran irritación: se le ha desnudado su proyecto, pero no es a mí a quien debe desmentir sino a sus palabras a la agencia Reuters citadas aquí -extrañamente sólo publicadas en inglés- y que reproducen los objetivos de EE. UU. en Cuba: “I have a personal opinion in favor of a multiparty Cuba. Our project wants to facilitate this and contribute to serenity in the process. (…) Cuba Posible will promote “transitional change”.
No, no es necesario, como reclama el señor “director”, que se le denuncie a la Fiscalía General de la República -“haz esto o cállate”, me ordena el extraño demócrata-; ha sido suficiente esta lección en las antípodas de la tolerancia, la ética y el respeto para que él mismo se condene. Y le advierto, además, que si hubiera investigado un poco se habría enterado que soy alérgico a las órdenes y, por tanto, no pienso callarme.
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