Por Alfredo Grande
(APe).- Quizá para muestra no baste un botón, pero creo que una golondrina puede hacer verano. En ese caso, la golondrina es un analizador. O sea: un artificio, una herramienta, una concepción teórica, que nos permita levantar la opaca neblina que la cultura represora fabrica para que no veamos lo fundante. Y cuando los ojos no ven, el corazón ya no siente. La opaca neblina o el sucedáneo del resplandor permanente del denominado “espacio publicitario”, al que más adecuadamente habría que llamarlo “un momento de alienación”.
Hace algunas décadas, la transmisión televisiva se clausuraba con “un momento de meditación”. Para mostrar el pluralismo, participan miembros de todas las religiones. Nunca un médico, un obrero, un estudiante, un artista. La meditación bien entendida debe ser rigurosamente vigilada, tanto por mandatos cuanto por castigos a la infracción de aquellos. Meditar es no pensar un poco bastante, y es otro de los baluartes de la cultura represora. Una paciente me dijo que empezó a hacer meditación, para lo cual tenía que dejar la mente en blanco. Le interpreté que en rigor de verdad eso es lo que venía haciendo hace años. Una mente en blanco con el eterno resplandor del arrasamiento de los recuerdos.
Recordar es sufrir un poco y a veces, menos, alegrarse bastante. Si la diferencia entre el pesimista y el optimista es que el pesimista tiene más información, yo debería ser optimista porque tengo poca información. Sin embargo, mi mayor problema, ya que tengo varios, es que la información que tengo me permite un análisis permanente de mi implicación. Por ejemplo: ¿un pañal puede ser la golondrina que nos haga pensar en la locura cultural en que sobre e infravivimos?
Leo en la Agencia Walsh que “El 4 de septiembre, el Tribunal Oral nº 23 condenó al ex cabo de la PFA Martín Alexis Naredo, a perpetua por el fusilamiento del adolescente Jon Camafreitas y ordenó su detención inmediata. Lo autorizaron a irse del edificio de Comodoro Py antes de la lectura del veredicto, porque no estaba en “condiciones anímicas” de presenciarlo, y desapareció”. No creo que sea similar al unicornio azul. Muchos saben de él pero no darán ninguna información. En la Agencia Pelota de Trapo, Claudia Rafael nos cuenta que un solo pibe fue masacrado con 38 balazos. “En qué momento exacto de la historia empezó todo, se pregunta el observador, que camina a diario los pasillos y vericuetos de la villa. ' Uno siente que está dentro de un tornado que no sabés cuándo y dónde arrancó pero tampoco sabés hacia dónde te va a llevar y dónde y cuándo va a terminar ', piensa con la garganta anudada por esa rabia que se torna llanto que no deja hablar". Esas noticias, como los amores de estudiante, flores de un día son. Y como todas las flores, se van marchitando. Especialmente porque dejamos de regarlas, es decir, de leerlas, de pensarlas con otros y otras, de amplificarlas, de sostenerlas en nuestra memoria activa para que no se pierdan en esa sutil complicidad del olvido.
Entonces una decisión política de la que a mi criterio no conviene dar ni un paso atrás, pero esta vez en serio, es que toda golondrina haga verano. No dejemos pasar nada porque todos los días pasa lo mismo, no dejemos de pensar porque todas las noches pasarán cosas peores, no dejemos de indignarnos porque después de todo siempre que llovió paró. Porque la lluvia pasa, pero los inundados quedan. Si la golondrina hace verano, entonces nos ocuparemos de lo que queda, de ese residuo no reciclable que desmiente su destino de basura.
Lo que todavía nos queda es algo que la cultura represora odia y desprecia: el deseo. Y de tanto que lo odia y desprecia lo condena a la peor satisfacción posible: la individual. Siempre que sea rentable para todos los mercaderes que han vuelto a ocupar todos los templos. Y la fe es otro de los nombres del deseo. La fe no es certeza. Es firme convicción. La cultura represora también odia las convicciones porque sabe que pueden ser modificadas. Todo hijo tiene el derecho de preguntar a su padre por qué lo ha abandonado. Esa golondrina que hace verano conmueve setenta veces siete y más también, mi fe y mi deseo. Por eso, aunque pueda tener poco información, mi optimismo tiene que ver con el placer inmenso con el cual intento combatir todas las formas de la cultura represora. Sabiendo que seré derrotado, pero que no fracasaré.
Tal vez no pueda morir contento por no haber podido batir a ningún enemigo. Sin embargo, estoy seguro de que al menos moriré sonriente, porque siempre intenté combatirlo. Las opacas neblinas, los fuegos artificiales, muy especialmente los intelectuales, nos dejan ciegos o nos deslumbran, pero nunca permiten mirada y pensamiento crítico.
Alabado sea el señor o la señora de turno, y las alabanzas impiden que nuestra golondrina haga verano. La era glacial que empezó con la muerte de las ideologías y se prolonga con la vida eterna de multiplicidad de tonterías, amenaza con el granizo y la nieve del congelamiento global.
Frizados no habrá deseo que aguante. Operación Cóndor, Operación Carancho, Operación Buitres, Operación Chacal, Operación Cristales Rotos, son los avances publicitarios de la peor de las pesadillas: el fascismo con sus cómplices de centro derecha, centro izquierda y centro centro. En fábricas, en las villas, en los barrios, en muchas agrupaciones y organizaciones, las botas desalojan a los votos. La “resistible ascensión de Arturo Ui” que Bertold Brecht escribiera, no es nada diferente, por el contrario, es toda igual a la escalada de muchos dirigentes de empresas, incluso empresas sindicales.
No quedarán golondrinas y ya no habrá veranos. ¿Estamos a tiempo? No es suficiente no dar ni un paso atrás, porque podemos caer en la tentación de darlo para algún costado. Las izquierdas anticapitalistas y clasistas: ¿podrán sostener la fe y el deseo de la unión para poder usar todos los métodos, incluso los legales? La unidad es siempre jerárquica y en eso la derecha fascista o la derecha hipócrita nos gana por goleada. En cambio la unión es asimétrica, pero nunca jerárquica. Y la diferencia entre unidad y unión, entre jerarquía y asimetría, es una de las cuestiones que nuestra golondrina que hace verano trae a la superficie. Estamos a tiempo. Si lo perdemos, entonces, y lamento contrariar la profecía de Enrique Pinti, no quedará nadie que quiera y pueda combatir, y naturalmente, tampoco los artistas.
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