Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
Alguna vez hicimos referencias a lo que ocurre y se siente, con el correr del tiempo, en relación a las marchas que los movimientos sociales y de derechos humanos venimos protagonizando desde hace muchos años.
Desde los motivos y consignas, pasando por las circunstancias que cada uno, de lo individual a lo colectivo, fue llevando al trabajo que converge en una actividad o varias para hacer oír, reclamos y defensa de las conquistas alcanzadas; desde los motivos primeros a las reivindicaciones y nuevos motivos de luchas y más conquistas, han pasado ya varios años en que el panorama fue cambiando, tanto en lo estético, como en las particularidades que distinguen cada instancia de lucha.
También expresábamos hace poco tiempo la marcada diferencia entre las primeras marchas y las actuales, en aquellas en que nos conocíamos todos, nos encontrábamos, nos abrazábamos y, a pesar de todos los dolores, marchábamos alegres porque de alguna manera la lucha continuaba.
En las últimas marchas ya son tantos y tan jóvenes los rostros que se han sumado que nos cuesta encontrarnos con aquellos de las primeras.
Recordamos las instancias de los “escraches” donde también nos tomábamos la revancha contra la impunidad y la falta de justicia de aquellos tiempos. A pesar de la lentitud, decisiones políticas posibilitaron juzgar y sentenciar a criminales. Batallas ganadas…
Los métodos de protesta, luego de condena y reivindicaciones nos han facilitado recoger diferentes miradas respecto del comportamiento y actitudes de la sociedad.
Las imágenes que se van tomando, tanto en cámaras como las que quedan en las retinas, van escribiendo parte de esta historia que nos pone en “discusión”.
Y discutimos, o confrontamos para poder discernir respecto de las responsabilidades de ayer y de hoy por parte de la sociedad.
Las críticas y juicios que vertimos sobre quienes se quedaban detrás de las ventanas, observando cómo se llevaban a nuestr@s cumpas, son las mismas que hacemos sobre los que miran desde una mesa de café o haciendo ejercicio en aparatos desde un 1º piso, el paso de la marcha.
Pareciera que de la instantánea que tomamos, nos queda sumamente clara una gran fragmentación social. Ello nos debe hacer reflexionar y actuar en consecuencia. El “no te metas” ya no es una excusa para ignorar lo que en realidad sucede a nuestro alrededor. La toma de posición y acción debe convocarnos a todos, sin exclusiones. Y la obligación que tenemos quienes estamos en la militancia, es la de redoblar los esfuerzos para una mayor concientización sobre lo que nos ha afectado y nos afecta, sobre el porqué aún “luchamos” y para qué, y lograr así mayor participación y acción.
No podemos quedarnos mirando esa instantánea sin especular en acción alguna que revierta la misma. Nuestra quietud nos hace cómplices de esa inacción.
Y más, teniendo en cuenta las actuales circunstancias por la que atraviesa nuestro país y el resto de la región, ante las posibilidades de panoramas desagradables, la urgencia de una mayor toma de conciencia por parte de la mayor cantidad de gente, es sumamente necesaria para articular estrategias que nos permitan contrarrestar el avance contra nuestros pueblos.
Porque, pareciera que las luchas son diferentes unas de otras, que ninguna tiene vínculo con las otras y eso es lo que el perverso sistema pretende hacer creer. En algunos logra su cometido.
Las marchas se han constituido en mecanismo de lucha por visibilizar determinada conflictividad. Cuando marchamos los 24 de marzo de cada año, no sólo lo hacemos por recordar a los más de treinta mil desaparecidos y repudiar el golpe cívico - religioso - militar; lo hacemos para evitar que algún trasnochado pretenda retrotraernos a oscuros y sangrientos tiempos. Lo hacemos para hacer tomar conciencia de lo ocurrido y el reclamo de justicia; para sostener la memoria viva de quienes han luchado por lograr otra realidad.
Las marchas nos reivindican ante las luchas de aquellos.
Las marchas como las de “La Noche de los Lápices”, “La Marcha de la Gorra”, marchas por la tierra y la vida, contra Monsanto y la enajenación de la tierra, contra las represiones, la violencia institucional, por la defensa del medio ambiente, etc. son instancias de luchas que debemos reforzar y sumar a muchos más para colmar las calles y plazas y demostrar en número y fuerza nuestra decidida posición en defensa de la vida.
Muchos de los jóvenes de aquellas épocas en que se militaba para ir contra modelos de explotación y exterminio son los que retomaron banderas y marchas. Los rostros atravesados por historias combativas a pura entrega, recuperaban algo de aquella luz que los encendía en pasión y compromiso por ideales y sueños.
Aquellos jóvenes, muchos de ellos, hoy con más arrugas y canas, acompañan a los de estas generaciones que vienen marchando por la recuperación de la memoria, la defensa de nuestros derechos y conquistas de espacios.
Entre estas generaciones hay alguna pérdida a la que le habían robado la posibilidad de la discusión, de la conciencia, del compromiso; los zambulleron en la vorágine de la vana competencia, del sálvese quien pueda, del personalismo retrógrado y competitivo. Tal vez sean los que aún quedan mirando desde las mesas del café o ejercitándose en aparatos para cultivar el cuerpo de la publicidad barata. En realidad, por los resultados, nos resulta bastante cara…
Ya desde el golpe genocida, con la persecución, secuestro, tortura y asesinatos de jóvenes, había el mensaje explícito de no participar…
El retorno a la era democrática suponía un reverdecer de la actividad juvenil tanto en política como en otras cuestiones de orden social. Poco duró.
En la nefasta década de los noventa, ya ni se sabía de la existencia de la juventud. Era como una búsqueda entre medio de espectros que competían a ver quién cortaba en partes iguales una manzana o alcanzaba un inservible título en universidad foránea, para encumbrarse en una fábrica de inútiles papeles fraguados de valores inexistentes.
Tuvo que transcurrir un tórrido tiempo hasta que las nuevas generaciones comenzaran a recuperar su importante rol dentro de nuestras sociedades.
No ha sido algo sólo de Argentina, ha sido y es en la mayoría de Nuestra Patria Grande.
Hoy las marchas están impregnadas de sangre e ideas nuevas, de renovadas consignas y el entusiasmo y las sonrisas de quienes ven en el futuro sus sueños y los nuestros hechos realidad.
Decía el Ing. Marcelo Spina en el 2008 cuando era Rector de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en el Encuentro Regional del Programa Jóvenes y Memoria, haciendo referencia a la Reforma Universitaria de 1918, conocida como Reforma del 18: “…cuando escribió el manifiesto liminar, que tuvo que ver con una revolución juvenil iniciada en Córdoba para sacar a la universidad de lo que significaban los claustros, el aislamiento de la sociedad, los vasos no comunicantes entre una sociedad pobre y una universidad cerrada al conocimiento, decía que la única puerta abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. Y ustedes tienen que tomar este legado, un legado que deben llevar para adelante, hacerse responsables desde el momento en que están y empezar a construir una Argentina distinta…” (1)
El profesor en Geografía Ariel Araolaza de la Escuela Ernesto Sábato, en una Charla Debate sobre Jóvenes y Militancia, decía entre otras cosas: “…no sean indiferentes frente a la realidad, no permanezcan impávidos viendo cómo el devenir de la vida pasa y muchas veces uno se queda sentado sin actuar. Desde distintos lugares se puede actuar, como partidos políticos, ONG's y también por qué no desde el anarquismo mismo (…) porque ser joven implica cierto grado de rebeldía que lleva a luchar, a participar e inclusive a intentar cambiar eso que te incomoda. Crítica, acción y formación van de la mano. Son tres cosas que no se pueden separar…” (2)
Una, diez, mil marchas por nuestros derechos, ayer y hoy han sido y son muestra contundente de la importancia de la juventud para lograr los objetivos que a todos nos contengan. Su valoración también depende de quienes hemos transitado otros caminos y hemos recogido las experiencias que nos han marcado. Algunas les servirán a los jóvenes, otras quedarán como anecdotario para los encuentros donde nos abrazamos y festejamos el ayer, con su militancia y el hoy con la tranquilidad que está en muy buenas manos el destino de nuestra tierra: los jóvenes.
Es compromiso de los que venimos de un poco más atrás, apoyarlos, contenerlos e impulsarlos a compartir sus nuevas ideas, sus nuevas propuestas y la felicidad de la nueva militancia.
Que así sea.
Notas, Referencias y Material Consultado
(1) http://sabato.unicen.edu.ar/sabato/sites/default/files/archivos/discurso_spina.pdf
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