Pasaron 15 años del asesinato de Clemente y parece que fue ayer. O fue hace 8 años, cuando Julio López desaparecía por segunda vez. O menos todavía, en aquel verano de 2009, cuando Vanesa Orieta comenzó a buscar a su hermano Luciano. El común denominador es la maldita impunidad, la misma que siguen gozando aquellas bestias de uniforme, cualquiera sea su color, para continuar sus vidas sin pagar por sus crímenes.
Contra ella, vamos a estar este domingo en Venado Tuerto para acompañar a Ana Braghieri, esa madre coraje que nunca se rindió ni se rendirá. La misma que conocí cuando apenas empezaba con este humilde medio. De frases cortas y contundentes. De gritos firmes frente a la injusticia y contra el mortal capitalismo.
Sucede que la impunidad es un mal extendido. Cada vez más en nuestro país. Porque no se trata solamente de la mera coima por una obra pública o la licitación a medida. Tampoco de los manejos de la democracia burguesa para satisfacer a la clase dominante, a la oligarquía terrateniente y a los nuevos ricos en onda verde. Porque nos está afectando a todas y a todos. Pero sobre todo a las y los pibes pobres de toda pobreza, a quienes pretenden llevar para los turbios negocios.
Pero este mal persiste porque la sociedad ha naturalizado, ha internalizado que debe ser así. Y eso es lo grave. A Clemente lo mataron. A Julio y a Luciano los desaparecieron. Pero ni el poder político ni la sociedad civil han puesto el grito en el cielo por ese brutal cercenamiento a la vida y a la dignidad humana. Del poder económico nada podemos esperar, cuando son los grandes titiriteros de esta democracia falsa donde los gobiernos son simples gerentes.
Maldita impunidad que es alimentada por el encubrimiento y que, a la vez, reproduce las mayores perversidades en lo público y en lo privado. Acompañada y acunada por una justicia de clase que lo permite e inclusive, junto con los uniformes, arma causas a todo aquel que pretenda defender sus derechos o protege y facilita la fuga de ex policías como Naredo y González; el primero, asesino de Jon Camafreitas y el segundo, de Santiago Casal.
Ponemos el cuerpo por Clemente, pero también por todas y todos los que cayeron a manos de estos verdaderos genocidas de ayer y de hoy.
Ponemos el cuerpo para seguir pidiendo castigo, como bien expresa el audio de Gabriel Zarich. Es necesario hacerlo ante una sociedad que apenas escucha y para que las y los trabajadores, estudiantes y militantes se sumen a la lucha.
Y los invitamos a concurrir al acto de este domingo en la Plaza San Martín. Allí estaremos junto a Vanesa, el Beto Olivares; Lisandro Brusco, de la Casa de la Memoria de Rosario; Pablo Álvarez, de Alapalabra y por supuesto, con Ana, esa madre coraje que tiene Venado Tuerto...
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