Por Manuel E. Yepe *
Foto: Virgilio Ponce
El triunfo de la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, candidata a la reelección por una coalición encabezada por el Partido de los Trabajadores en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil fue holgado, pero insuficiente para evitar una ronda decisiva entre los dos candidatos más votados.
Casi todas las encuestas acerca de la intención de votos para esa primera vuelta le daban el triunfo. Inicialmente se pronosticó una carrera sumamente disputada con Marina Silva, pero, a partir de que la campaña de Dilma radicalizó su orientación de izquierda se debilitó la posición de la candidata del Partido Socialista y al final, la victoria de Dilma tuvo como su más cercano opositor al candidato del PSDB Aecio Neves, a quien se le presagiaba el tercer lugar.
Preguntados por sus preferencias en caso de una eventual segunda vuelta, los encuestados evidenciaron un claro favoritismo por Dilma Rousseff sobre Marina Silva y, con margen más amplio aún, sobre Aecio Neves, si el oponente fuera éste.
Para esta vuelta decisiva programada para el 26 de octubre, la opción es bien simple. Sólo habrá un candidato de la izquierda y otro de la derecha. Uno representa las aspiraciones de las grandes masas populares y otro que responde a los intereses conservadores del sistema capitalista.
Los conservadores apoyan sus esperanzas en el hecho de que aunque la votación por Dilma fue superior a la de Neves, que fue segundo, y a la de Marina Silva, que quedó tercera, la suma de los votos a favor de ambos en la primera vuelta superó en más de 13 millones el número de sufragios que tuvo Dilma.
Obviamente, nadie piensa que todos los votos que lograron estos dos candidatos opositores se habrán de unir mecánicamente contra Dilma. Sería lógico que los militantes y simpatizantes del PSDB respaldaran al candidato de su partido, pero no lo sería en el caso de los militantes, simpatizantes y aliados del PS en la primera vuelta, quienes asumirán una orientación política propia, aunque influidos probablemente por llamados que, a título individual o grupal, hagan algunos de los líderes de su partido.
Las posibilidades electorales de Aecio Neves, el candidato de la derecha, dependen de cuánto pueda edulcorar sus programas a fin de captar el sufragio de la ciudadanía incauta, porque Neves es el candidato de los bancos privados nacionales y extranjeros, las empresas periodísticas, un segmento anti PT del empresariado nacional, las clases medias altas y parte de los sectores medios que se ven reflejados en los modelos de consumo y la política de los más ricos. Pero sus ofertas promocionales tienen que cuidarse de no amenazar la vigencia de las injustas relaciones capitalistas de explotación que han logrado sobrevivir el período de los gobiernos de izquierda cuya continuidad Dilma Rousseff encarna.
Neves representa la política brasileña tradicional, vinculada estrechamente con el neoliberalismo, el predominio del capital financiero, y la orientación al desarrollo de alianzas y relaciones más estrechos con Estados Unidos y las naciones industrializadas en detrimento de los nexos con Latinoamérica y el Tercer Mundo.
Neves es partidario de las políticas de libre comercio, en especial de tratados de librecambio con las naciones más ricas.
Fue gobernador del estado de Minas Gerais durante dos periodos y se atribuye a su mala gestión el hecho de que, en ese estado que se consideraba feudo político de su familia, la candidata Dilma Rousseff venciera por amplio margen al del PSDB en la reciente primera vuelta de las elecciones y que el candidato a gobernador del PT derrotara por amplio margen al del PSDB.
Se espera que la batalla electoral sea muy dura, dado que lo que está en juego es la continuidad de un proyecto de país que inició Lula da Silva y Dilma Rousseff promete profundizar y mejorar. La alternativa que encarna Aecio significa el retorno a una fórmula ya probada durante los dos mandatos presidenciales de Fernando Henrique Cardoso (1995 - 2002), cuyos resultados defraudaron a la mayoría de los brasileños.
La gestión global que promete Dilma tiene el sólido respaldo de una ejecutoria que llevó a Brasil a convertirse, de oscuro aliado menor de Estados Unidos, sin peso internacional significativo, en la prestigiosa séptima economía mundial que es hoy, con liderazgo no solo regional, sino global como miembro del grupo BRICS de países en vías de desarrollo llamado a contrarrestar la hegemonía unipolar imperialista.
En el terreno de la política continental, la dupla Lula - Dilma representa la defensa de la soberanía e independencia, el apoyo a la unidad e integración de América Latina y el Caribe, la solidaridad con Venezuela, Cuba y los demás procesos anti neoliberales de la región, y a favor de la paz mundial.
* Periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana y miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.
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