Por Norberto Ganci, Director de El Club de la Pluma
Desde hace muchos editoriales alertamos sobre las diferentes situaciones que ponen en peligro nuestra existencia. Desde los intentos injerencistas a las manipulaciones científicas y mediáticas, pasando por las distorsiones conceptuales respecto de pasados remotos y no tanto, como hechos actuales y presupuestos, estimaciones y decisiones hacia futuro; el abanico es casi interminable dentro de las variables que ponen en vilo a la humanidad.
No obstante y a pesar de resultar redundantes, reiterativos, sostenemos que no podemos mirar hacia otro lado, desde el discurso y la acción, ya que ello nos convertiría en cómplices de las consecuencias.
Una de las preocupantes cuestiones está vinculada a la desaparición forzada de personas. No es capital absoluto de procesos dictatoriales: en tiempos de democracias también nos desaparecen personas. Desaparecen, las asesinan, las torturan…
Y a pesar de que la mayor parte de los medios los presentan como “casos aislados”, no hay desvinculación posible. La nefasta maquinaria persigue varios fines, entre ellos: sometimiento, temor, desaliento, exterminio, etc.
Así como no están desvinculadas las historias de avasallamientos que padecen los pueblos palestino y saharaui, tampoco están desvinculados los asesinatos de estudiantes en México, los jóvenes que son torturados y desaparecen por el accionar de las fuerzas policiales. Hay una aparente sistematicidad en esto de la desaparición de personas, fundamentalmente de los jóvenes, como cuando a fines de los sesenta y en los setenta se sembraba el terror para lograr el “no te metas”…
En Argentina desde la última desaparición de Jorge Julio López, al hallazgo de los restos de Luciano Arruga, son muchos los que engrosan esa desesperante lista de ausencias.
El dolor nos abrasa y no envalentona para ir contra responsables y exigir que la justicia actúe como debe: imponiendo justicia y no connivencia…
En otros tiempos, tanto en Argentina como en otras naciones de la región, un Estado ilegítimo era el que dictaba quién vivía y quién moría. Luego, en los primeros tiempos de la democracia eso era tema de las denominadas “mano de obra desocupada”, casi como un eufemismo al considerar al crimen como un trabajo. Y no se detuvieron con los avances democráticos, con la elección que cada pueblo ha hecho al “plantar bandera” en qué tipo de sociedad querían vivir…
Las clases dominantes no se resignan a perder el poder y control social. Son parte integrante del poder mundial imperial, aunque algunos aún no lo sepan…
Hay al menos dos posibilidades: una la de ignorar la articulación y vinculación de todo lo que nos sucede y así permitir nos dominen en forma aparentemente separada; y la otra ponernos a analizar todos y cada uno de los hechos como herramientas para una misma finalidad. Con la última alternativa podemos desenmascarar entre todos el sucio manejo del poder real y así lograr contrarrestar sus efectos y consecuencias.
Entre medio hay infinidad de historias en cuyas particularidades debemos poner atención y procurar el colaborar para no ser un peso más en el dolor.
Como también debemos cuidar las sutilezas sobre cada caso. Sucede que ante tremendas situaciones las mezquindades políticas y de las otras se mezclan y confunden los ejes de discusión, distorsionan los temas, confunden las responsabilidades y terminan por colaborar en la dilución de la cuestión.
Por los desaparecidos en dictadura están respondiendo (o no) y siendo condenados algunos de sus responsables; por algunas de las masacres se van dictando sentencias; por las responsabilidades de los crímenes económicos que enajenaron, fundieron naciones, hay total impunidad (la clase política privilegiada aún conserva sus beneficios del pertenecer…)
Y hay condenas que en las apariencias caen en saco roto: el genocidio contra el pueblo palestino por parte del nazi-sionismo israelí sigue sin condena efectiva; los abusos, secuestros y muertes en el Sahara Occidental y en Melilla son ignorados por gran parte de la población mundial; los desclasados en EE. UU., Italia y España que engrosan las listas de “los otros desparecidos” son invisibilizados; los estudiantes de México como también su pueblo campesino e indígena perseguidos y desparecidos sin condenas a sus responsables… Y así podríamos continuar con una larga lista que aparentan ser casos desconectados los unos de los otros, como pretende el poder mundial que creamos, para dividir las luchas y lograr enfrentamientos entre los sectores sociales, populares que reclaman y exigen justicia…
Nada está desconectado de nada, nada está desvinculado de nada, todo tiene que ver con todo y debemos asumir una lectura comprometida a nivel global, para encausar acciones que contengan todos los reclamos en uno sólo: el derecho a la existencia, desde la digna rabia a la vida digna…
Como no queremos ser parte de otro de los tantos silencios, reproducimos a continuación las palabras de Diego Ribetto respecto del hallazgo de los restos de Luciano Arruga:
“…Anoche cuando me fui a dormir, me fui con la sensación de que había vivido un quiebre. Una grieta. Otra, por si fuera poco. Lo de Luciano Arruga me partió en mil. No su aparición, porque su muerte ya se sabía. Solo su familia tendría todavía la esperanza de reencontrarlo vivo. No su muerte. Sus posteriores muertes. La muerte que le propinó el Estado, a través de su maldita sucia policía. La muerte que le propina "la gente" que pide mas seguridad cuando le pifian y en grande al sujeto y al objeto a combatir. La muerte que le propinan los medios amarillistas que nunca se ocuparon de él y hoy lo levantan como bandera contra el gobierno. La muerte que le propina el canal estatal, al ningunear la conferencia de prensa de su familia destrozada frente a las cámaras diciendo una vez mas lo que siempre supimos, que lo mataron por negro, por pobre, por negarse a delinquir para la cana. La muerte que le propinamos nosotros, sin maldad, siguiendo con un día de la lealtad que nació muerto compañerxs. Nació muerto porque la lealtad es a los Luciano Arruga, devorados y desaparecidos por este sistema. O al menos, esa es mi lealtad, trato. La muerte de Luciano que desnuda el profundo desprecio por encontrarlo, no ya vivo, pero encontrarlo a tiempo, remover cielo y tierra, evitarle a esa familia ese dolor inconmensurable de tener a un hijo y hermano desaparecido vaya a saber donde, como si no hubiéramos tenido lo suficiente, como si no lo supiéramos, aun quienes no nos faltó nadie. Tantas muertes de Luciano Arruga. La muerte que le daremos aquí en Facebook, me incluyo, cuando hoy ya nos ocuparemos de lo que dicen y no dicen, y hacen y dejan de hacer, y nos ocuparemos de satélites y de buitres, y de vanidades y del ébola y de la faringitis de Cristina y del Metrobus, el Machobus y el clima de mierda. Como señoras con ruleros barriendo la vereda.
No. No me ayudó mucho la almohada cuando la consulté. Me pegó un hachazo más bien. Y me desperté así, llorando, porque todos y todas, y yo, y vos, tenemos algo que ver con estas muertes. Las muertes de Lucianito Arruga…”
Asumamos entre todos nuestro compromiso, responsabilicémonos por tantas muertes para que haya más vida.
Que así sea.
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