Por Nechi Dorado
En un país donde todavía nos sentimos indignados por la desaparición de 30 mil argentinos uno se preguntaría qué puede representar un desaparecido más o uno menos y sin embargo la respuesta, de tan obvia, resulta innecesaria.
Lamentablemente el pedido de aparición, como siempre ocurre, fue repetido miles de veces por sectores de izquierda. No hace falta agregar que la derecha es indolente, inhumana, despiadada y cómplice de todos los espantos por eso no reclama, ni se queja, ni cuestiona.
¿Y qué marca la diferencia entre esta desaparición y las que mencioné al principio? Responderemos que Luciano Arruga fue un desaparecido en democracia.
Una democracia que se queda a mitad de camino, que no llega a serlo mientras una sola familia llore a una persona arrancada por la fuerza de su hogar. Mucho menos cuando hay muchas otras familias llorando las mismas ausencias.
Demoraron cinco años en encontrarlo y no fue como esperábamos: con vida. El muchachito fue enterrado como NN en un cementerio y apareció recién hoy, 17 de octubre, cinco años después de que el odio lo hubo devorado.
Lo paradójico, en este caso, es que este chico fue sepultado en el cementerio de la Chacarita, con todo lo que ello implica. No es así nomás, como un trámite cursado al azar que a una persona se le de sepultura sino todo lo contrario. Para hacerlo su familia debe antes entregarse el documento de identidad que acreditaba que pertenecía a un argentino, en este caso, con domicilio en, con fecha de nacimiento, con huella dactilar, certificado de defunción donde quede detallado claramente el motivo del deceso. No se entierra a nadie así como así.
¿En este caso pudieron saltarse los escollos que marca la ley para los fallecidos o se hizo sigilosamente en medio de alguna connivencia entre la necrópolis y fuerzas oscurantistas, lo que no es un detalle menor? ¿Por qué fue ocultado su cuerpo en el mayor de los sigilos? Ni su familia sabía que el joven desde hace cinco años, se encontraba bajo tierra.
Hay algo que huele muy mal en esta muerte, algo que habla de impunidad, algo que trata de tapar una realidad escabrosa que algún día podrá ser dilucidada (o no, según la voluntad política que exista y no de la boca para afuera)
La cuestión central nos indica que este joven fue asesinado, que hay criminales, que están sueltos, que mañana bien podrían asesinar a otros.
Indica que hay fuerzas que siguen operando, que los motivos pueden ser varios pero todos bajo un denominador común: el asesinato de pobres.
Que hay coexistencia entre fuerzas poderosas que pretenden girar el curso de la vida cortando siempre el hilo por lo más delgado.
Muchas cosas más pueden decirse pero hay una, la central, la más fuerte y la más repudiable: Han asesinado a un joven pobre y ese hecho sucedió en plena “democracia”.
¿Por qué luego de transcurridos cinco años aparece este cuerpo abandonado bajo una capa de tierra? ¿Quiénes son los responsables directos de su viaje hacia la nada y de su posterior entierro en un cementerio?
¿Hasta cuándo tendremos que aceptar al espanto como algo natural?
Apareció el cadáver de Luciano Arruga, hay muchos más, sin dudas, que yacen bajo la misma tierra que los vio nacer, pero como además de haber tenido sus vidas este triste final, fueron hijos de cúmulos de injusticas apiladas que saldrán a la luz cuando haga falta y para ello hace falta echar mano a los métodos del crimen organizado y del silencio.
Mientras tanto seguiremos pidiendo aparición con vida de los tantos casos de desaparición de personas irresueltos hasta el momento gracias al apoyo que brinda la amnesia colectiva a muchos criminales que se sienten seguros para seguir obrando como lo vienen haciendo.
Hechos lamentables que de no contar con una justicia burguesa amnésica, irresponsable, cómplice, no seguirían sucediendo.
Para que una democracia sea realmente tal, hace falta que no haya tanta impunidad y que las cárceles comiencen a llenarse, de una vez por todas, de asesinos reales y no de ladronzuelos.
El final que muchos intuimos aunque no hubiéramos querido jamás que se convirtiera en realidad nefasta, exige que empecemos a replantearnos qué es lo que nos está pasando. Ningún brazo armado de la fuerza que sea a la que pertenece, actúa en soledad.
Que algo falla no hay dudas, que alguien deberá dar cuentas cuánto antes, tampoco. Que la sorpresa que hoy nos indignó no se convierta en suceso cotidiano sino todo lo contrario. No podemos ni debemos darnos el gusto de permitirles que sigan matando.
Que de una vez por todas se investigue en serio y que mañana no tengamos otra sorpresa indignante al escuchar a algún descolocado rasgarse las vestiduras hablando del esfuerzo para la aparición del cuerpo de Luciano Arruga, porque nosotros, señores y señoras, lo queríamos VIVO.
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