La autora de la frase que titula esta nota era María Ramona Armas de Bulacio, o simplemente Mary Bulacio, la abuela de Walter Bulacio que tenía 62 años cuando asesinaron a su nieto de 17 en la Comisaría 35ª, luego de una detención masiva de jóvenes en los alrededores del Estadio Obras Sanitarias, donde tocaban Los Redonditos de Ricota, al amparo del hoy derogado Memo 40 de la Policía Federal.
El pasado sábado 4 de octubre, con sus 85 a cuestas, su cuerpo dijo basta luego de 23 años de lucha con movilizaciones, escraches y marchas. Y CORREPI la describió muy bien: "Con su escaso metro cuarenta, se plantaba frente a las vallas, frente a las comisarías y los juzgados, y su estatura era inmensa cuando acusaba con su voz tan finita como firme. Ella sabía que a Walter lo mató la policía, y lo gritó por más de dos décadas".
Mujer del pueblo, que trabajó hasta pasados sus 70 años, comprendió pronto cual es el verdadero rol de la policía y eso lo fue transmitiendo a cada uno de las y los pibes que la saludaban en cada marcha, donde siempre estaba primera detrás de la bandera. Sólo confió, narra CORREPI, "en la calle, en el barrio, en los pibes, en sus compañeros y compañeras de militancia", y siempre agradeció por no dejar morir a su nieto.
Pasaron 23 años de un caso emblemático que nos indicaba claramente la existencia de una represión sistemática a los jóvenes en plena democracia. 13 años después, desaparecería Luciano Arruga. Por supuesto, sin olvidarnos de Facundo Rivera Alegre, Sergio Ávalos y otros tantos jóvenes que murieron o desaparecieron a manos de las malditas policías.
Ella no supo de flojeras, sí del inmenso dolor y de la indignación por ese crimen perpetrado por el Estado, a manos de esos criminales uniformados y cobardes especuladores, como lo fue el Comisario Espósito, titular de la seccional donde golpearon a Walter. Sin embargo, hace años que su cuerpo le marcaba límites pero decía que “no soy una vieja para ir en silla de ruedas, yo voy a caminar hasta Plaza de Mayo”. Ejemplo de coraje y dignidad, solía afirmar que “Yo voy a seguir marchando hasta que condenen al comisario, o hasta que Tamarita pueda seguir sola”.
El año pasado siguió el juicio desde su casa mediante la transmisión en vivo, pero tenía la firme convicción acerca de la necesidad de continuar marchando y organizándose frente al monstruo represivo.
Mary se fue pero está presente. Lo estará siempre porque las y los luchadores nunca mueren. Ahora Tamara, la hermana menor de Walter, ocupará su lugar en CORREPI.
Como bien afirma la organización antirrepresiva, fue la abuela de todas y todos los que continuamos luchando contra el flagelo del gatillo fácil, y por eso hoy, más tarde que temprano, simplemente decimos: Compañera Mary, ¡ presente !
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