Por Víctor Angel Fernández
No obstante la pasión que se ha despertado en los últimos años por el fútbol, el deporte nacional sigue siendo, y por mucho tiempo será, la pelota. Hay estadios casi vacíos durante estas semanas iniciales. Pudiera hablarse, incluso, de apatía. Claro, esto es cuando los analistas se aíslan frente a sus máquinas de escribir, mecánicas o electrónicas y optan por no acercarse a las peñas beisboleras, sea el habanero Parque Central o la emblemática Plaza de Marte santiaguera.
Pero, de acuerdo con el título, no es la serie nacional el motivo de este trabajo y por eso, para los no iniciados en el béisbol, comenzaré hablando de quién fue Roberto Clemente. Jugador de béisbol profesional, a quien muchos califican como el mejor de todos los tiempos, lo cual se avala por la larga lista de premios recibidos. Sólo destacar la obtención de 12 Guantes de Oro, galardón otorgado anualmente por la Major League of Baseball (MLB), al mejor pelotero defensivo de la liga.
Reducir su figura sólo a los ámbitos de un terreno, dejaría fuera al luchador permanente por los derechos de los latinoamericanos en el considerado mejor béisbol del mundo, como representante de ese orgullo de los que vivimos al sur del Río Bravo. Y este galardón lo asumió en su vida diaria. Nunca se vio a sí mismo como un simple deportista, si pudiera utilizarse el calificativo simple, para los que como él, tienen reservado un sitio especial en el Olimpo del músculo. Su filantropía innata estaba dirigida a las gentes necesitadas. Llegó a declarar, que era más fácil ser Babe Ruth, en tanto norteamericano, que un latinoamericano tratando de imponerse en la Gran Carpa.
Su desaparición física llegó el último día de diciembre de 1972 cuando, en medio de las tradicionales fiestas de fin de año, él se dedicó a recolectar ayuda humanitaria para los afectados por el terremoto de Managua. El tiempo no estaba para volar, pero en ese momento, los nicaragüenses lo necesitaban más que su familia.
El homenaje que hoy lleva el nombre de Roberto Clemente, se inició en 1971 como el Premio del Comisionado, precisamente para premiar a los peloteros de la MLB que más se destacaran en su actividad fuera del terreno, en preocupación permanente por el lugar de donde hubieran surgido. No es extraño que luego de su desaparición física, el galardón se prestigiara con el nuevo bautizo de su nombre.
Algunos latinoamericanos, todos de destacada trayectoria deportiva lo han recibido. En 1998, al dominicano Sammy Sosa, le reconocieron su preocupación por la comunidad que lo vio crecer, donando cada año varias decenas de computadoras para los niños de aquel lugar.
En 2006, Carlos Delgado, puertorriqueño al igual que la persona de quien toma nombre el premio, donó medio millón de dólares a la Fundación Extra Bases, organización sin fines de lucro creada en el 2001 con el objetivo de ayudar a entidades y personas que ofrecen sus servicios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, principalmente dirigido a los jóvenes. Cabe destacar que cantidades similares se han mantenido en los últimos años.
En 2008 el elegido fue Albert Pujols, no sólo por sus inmejorables récords deportivos, sino por los resultados de la Fundación Familia Pujols, dirigida a los niños con síndrome de Down, tanto en Estados Unidos, como en la ciudad que lo viera crecer en República Dominicana.
En el año 2011, otro dominicano David “Big Papi” Ortiz, sí, el mismo que nos diera aquel super jonrón en el Primer Clásico de Béisbol, fue el homenajeado dentro de una lista de 30 seleccionados de todos los equipos, pues el gigante ha realizado obras de caridad para niños desposeídos en Estados Unidos y en su natal Dominicana. Para estas obras donó más de cien mil dólares.
Algunos se preguntarán ya por el sentido de estas líneas y la explicación es sencilla, pues los Pito Abreu, Yoenis Céspedes, Alexei Ramírez, Yasiel Puig, el tetra-anillero Duke Hernández o cualquiera de los más de 20 nacidos en Cuba que este año volvieron a formar parte de la MLB, no podrán ser elegidos para optar por este magnífico premio, a lo mejor el más importante que rinde honor al sentido superior de lo que debe ser un deportista.
Esos lectores que ya se preguntaron por el sentido del artículo y otros más, podrán decir que si dichos deportistas quisieran apoyar a su comunidad en la Isla, el Gobierno cubano pudiera rechazar su ayuda. Al igual que en otros escritos, les concedo la razón a los que así piensen… pero… la gramática española tiene sus reglas y en ambos casos “quisieran” y “pudiera”, siempre acompañadas de otro verbo para tener sentido, como en este caso “apoyar” y “rechazar”, pertenecen al modo subjuntivo, algo así como una situación dentro de lo probable, pero no necesariamente real.
Lo que en nada pertenece a lo subjuntivo, es la actitud (y las leyes escritas en blanco y negro) del gobierno norteamericano con respecto a Cuba por más de 50 años. Y en esa aparato legislativo está la prohibición, explícita y sin lugar a dudas, sobre cualquier tipo de relaciones, incluida la prohibición de ubicación domiciliaria en la Isla, todo en modo indicativo real, si continuamos con la gramática.
Ya se hicieron las propuestas para el premio de este año. Claro que no aparece ningún cubano y que el título del artículo no será cierto por mucho tiempo. La aducida justificación de probarse en el mayor nivel deportivo o la cantidad de millones que bien se ganan, pero dejando el decoro que, como condición se les impone a única y exclusivamente a los cubanos nacidos y formados en nuestro deporte, son un precio demasiado alto para tener derecho a un galardón con el nombre de quien, por encima de su condición de pelotero fuera de liga, puso siempre la defensa de la dignidad latinoamericana.
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