Por Alfredo Grande
(APe).- Cicerón el 8 de noviembre del año 63 antes de Cristo increpó a Catilina con su famosa frase: “quosque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?”. En español neutro: “¿hasta cuando seguirás abusando de nuestra paciencia?”.
A pesar de la profecía del dirigente nacido con la dictadura genocida, el padrino Julio Grondona, capo de todos los capos del fútbol sociedad anónima transvestido de asociaciones civiles sin fines de lucro, no todo pasa. Nuestra paciencia sigue siendo abusada. Quizá no somos leones, pero tampoco herbívoros. Tenemos memoria y tenemos recuerdos. Queremos justicia a pesar del ejercicio fraudulento del derecho. Encontramos la verdad simplemente porque la buscamos.
Nuestra paciencia es abusada una vez más cuando contemplamos desde gigantescos banners inaccesibles para el aerosol de la militancia verdadera, el rostro del hombre de la máscara de amianto. Hacer del vicio virtud es el arte macabro de los poderosos. Al menos, de los que se sienten poderosos. No tienen fuerza y lo disimulan buscado más y más poder.
El guasón de la tierna figura dice con la soberbia y el cinismo de los que tienen los genes de la impunidad que no tiene por qué hacer promesas. No sea que haya que cumplirlas. Fue escrachado tantas veces que como grotesca cigarra ahora se escracha a sí mismo. Ignoro si por vocación o estudió algún posgrado para lograrlo. Es el ejemplo paradigmático de lo que he denominado “retroprogresismo”. Ese remedio retroprogresita siempre es peor que la enfermedad fascista de consorcio. Funciona al modo de un repelente de insectos que en realidad los atrae. Es un off al revés. La derecha entra triunfante con mayoría de votos y botox electoralista en la autopista asfaltada que dejó la políticamente impune masacre de Cromagnon.
Los crímenes del progresismo (retro…) parecen menos crímenes porque los comete “gente como uno”. Parafraseando a Serrat, entre esos tipos y yo hay algo personal, pero no solamente. Hay algo institucional, hay algo político, hay algo social, hay algo vincular. Defensores a ultranza del buen mozo progre atacaron al Movimiento Cromagnon por la destitución del Jefe de Gobierno. Cuando los nazis le preguntan a Picasso si él hizo el Guernica, el genio les contesta: “no, eso lo hicieron ustedes”. En abril de 1937 la aviación franquista bombardea el pueblo de Guernica.
La destitución del Jefe de Gobierno no la hizo el Movimiento Cromagnon. La hizo el propio Jefe de Gobierno porque además de no poder prevenir, tampoco quiso curar. Hirió sobre la herida. Golpeó sobre el golpe. Quemó sobre la quemadura. Hundió sobre lo hundido. Victimario con una licenciatura sobre los mecanismos de transformación en víctima. Y un posgrado en cómo organizar un lobby para que organismos que defienden los derechos humanos se desentendieran del asesinato de 194 víctimas. Y de los daños nada colaterales en familiares, especialmente madres y padres de hijas e hijos quemados en las hogueras de la corrupción, la impericia, la avaricia, la crueldad del funcionario.
El movimiento Cromagnon sabe que estuve donde tenía que estar. Por eso con muchas y muchos, estuve años pensando Cromagnon. Y pensando y sintiendo desde Cromagnon. La lógica implacable y asesina para lo cual la prevención es un pecado de lesa constitucionalidad. Lógica Cromagnon que sostiene que si se puede prevenir no es un accidente. Pero también afirma que si no es un accidente es una política de Estado. Que se saca la máscara de benefactor para mostrar el vero icono, el verdadero rostro predador y sanguinario. Abusa de nuestra paciente, pero no solamente de nuestra paciencia. También de nuestro dolor, de nuestra desesperación, de nuestra tristeza y de nuestro desesperación. Ratificando el abuso político del adulto, habitualmente anticipado con el abuso sexual del niño.
De eso se trata. De la política utilizada como tapadera del abuso y maltrato institucional. No es suficiente el festejo del regreso de la política, si nos olvidamos o nos distraemos de pensar de qué política se trata. Aleja de mí el cáliz de las políticas del ajuste permanente de la vida. Ajuste que tiene nombre: muerte. Política fácil. Política de gatillo. Gatillando decretos, pactos perversos, cohechos varios. Hoy por mí, mañana por mí.
Gobiernos que pueden ser sordos y no escuchan los aullidos de los masacrados. Gobiernos que pueden ser ciegos y no ven las heridas de los lastimados. Gobiernos que pueden ser mudos y no encuentran las palabras que sean semillas de justicia, de ternura, de amor verdadero. Por eso quiero desarrollar un código de ibarras para poder detectar en forma certera y rápida a los que tienen el síndrome de inmuno deficiencia política. Tanto a los portadores sanos como a los enfermos.
Porque nos seguirán contagiando y se presentarán como el vellocino de oro, cuando apenas son un cerdo de chatarra. Contagiarán el peor de los males, que es el que se presenta como el mejor de los bienes. Con el código de ibarras sabremos al menos con qué bueyes aramos y a qué burros votamos. Burros en el mejor de los casos. En el peor, tigres dientes de sable, cebados con la carne humana de los abusados ciudadanos.
Hay que intentar y muy especialmente lograr contestarle a Cicerón: “estamos luchando para que nunca más abusen de nuestra paciencia”.
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