Por Bertha Mojena Milián
Iba junto a su esposa, la primera combatiente Cilia Flores, y su escolta en caravana por la carretera La Guaira - Caracas, ya bien entrada la noche y se tropieza a su paso con una familia en un carro en bastante mal estado que acababan de tener un accidente.
El mandatario indica a la caravana que se detenga, sale de su carro, saluda a la familia que queda estupefacta al verlo, les pregunta si están bien y le dice a la señora que recogiera sus cosas mientras le orienta a parte de su equipo de seguridad que salgan de su carro y se lo den a la familia. Pide las llaves, pregunta a la familia quién manejará, la señora responde que ella aunque no puede creer lo que imagina y él le dice sin titutbeos que se monte en el auto nuevo para que puedan llegar a donde iban, que al otro día le harían llegar uno igual.
Aunque la señora sigue sorprendida, emocionada, radiante, lo abraza, le agradece, él devuelve el abrazo, a ella, a su esposo -casi un anciano- y a su hijo, los bendice y regresa a su auto. Cada uno sigue su camino. Tal como lo prometió, al otro día envía un carro nuevo a la familia accidentada que sin evitarlo, sigue sorprendida, dice estar soñando y solo atinan a agradecer.
Algunos dirán que no todos los venezolanos pueden tener un carro nuevo, como pasa en todo el mundo. Pero sin dudas, muy pocos también en este mundo de hoy, y muchos menos de tan alto rango, tendrían gestos como ese.
Y a mí que por estos días, algunos hechos me han hecho pensar y repensar tanto cuánto cuesta a veces que las personas se entiendan, analicen, se ayuden antes de ofender y actúen, por encima de todo, como seres humanos, con cosas simples que hacen a la gente grande, sin herir, sin dañar…
Si supieran… De cosas como estas es de las que hablamos en estos días, de ser fuertes pero ser, por encima de todo, seres humanos, sin importar quiénes seamos, donde estemos, qué responsabilidad tengamos.
Gracias MADURO… por el ejemplo, por la humildad.
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