Re-humanizar a la insurgencia (Delegación de Paz FARC - EP) Por Alexandra Nariño La deshumanización y deslegitimación del enemigo en tiempos de guerra es una práctica de vieja data, usada para just...

Re-humanizar a la insurgencia (Delegación de Paz FARC - EP)

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Alexandra Nariño

Por Alexandra Nariño

La deshumanización y deslegitimación del enemigo en tiempos de guerra es una práctica de vieja data, usada para justificar abusos, maltratos y, en últimas, su exterminio. Lo hicieron los nazis con los judíos, los homosexuales y los gitanos, que eran calificados como Untermenschen (hombres inferiores); lo hicieron los españoles con los indígenas en la época de la Conquista; lo hicieron los hutus con los tutsis en Ruanda y los serbios con los musulmanes bosnios en la antigua Yugoslavia.

En un conflicto tan largo como el colombiano, hay varias generaciones que han interiorizado la deshumanización de los insurgentes como parte de la guerra psicológica de las élites y sus medios de comunicación. En primer lugar, han tratado de convencer a los ciudadanos “de bien” de que los guerrilleros y guerrilleras somos personas antisociales, seres totalmente extraños y ajenos a la sociedad.

De ahí la persistencia de los medios en insistir diariamente en que las FARC atacamos la población civil, o que si no lo hacemos, es porque el “glorioso” Ejército nacional nos lo impide.

Un segundo aspecto de esa estrategia es generar miedo, rechazo o agresividad frente al grupo que se quiere aniquilar. El concepto “guerrilla” es etiquetado o asociado, a través del lenguaje o de imágenes, con arquetipos como inescrupulosos, matones, salvajes, etc. Este tipo de emociones negativas son generadas en el llamado cerebro emocional o sistema límbico, siendo el miedo el más efectivo porque bloquea todas las demás emociones.

Las FARC, sin prueba alguna, somos acusadas de usar niño - bombas, collares - bombas; de violaciones sexuales sistemáticas fuera y dentro de filas; del reclutamiento forzoso y de muchas barbaridades más. En últimas, el mensaje es: personas que cometen actos así, merecen ser maltratadas, encarceladas o incluso asesinadas.

En esto, poco importa que la realidad demuestre otra cosa. Las emociones como el miedo o la repugnancia, producidas por el sistema límbico, son más fuertes que la razón y bloquean su uso.

Así las cosas, podemos encontrar la realidad de una guerrilla que lleva cuatro meses en cese al fuego unilateral, un Gobierno que no quiere cesar las hostilidades y una María Elvira Samper quien reclama: “Que las Farc definan de una vez por todas si están o no con la paz”. ¿¡Cómo!?

La realidad de un país donde encontramos titulares como estos: Colombianos piden cárcel para las FARC, mientras que los hechos demuestran que alrededor del 75% de las victimizaciones son responsabilidad del Estado y sus paramilitares.

La realidad de un país donde 11 muertos del Ejército son llorados por “todo el país”, mientras que los 35 muertos de una guerrilla en tregua son prácticamente ignorados.

En resumen, una realidad construida: un Estado legítimo y democrático que es atacado y tiene derecho a defenderse, contra una guerrilla integrada por cínicos, terroristas, bandoleros, narcotraficantes, cabecillas, mentirosos y violadores quienes por lo tanto merecen ser exterminados.

La deshumanización del enemigo puede que sirva en tiempos de guerra para justificar su exterminio frente a la opinión pública (1). No obstante, el proceso de paz requiere otro marco referencial. No se puede seguir demonizando a quien está sentado en la misma mesa, dialogando y discutiendo las propuestas para una nueva sociedad.

NOTAS:

(1) Hay que decir que aunque todo tipo de adjetivos descalificadores han sido utilizados en contra nuestra durante todos estos años de conflicto, las FARC - EP nunca hemos recurrido a estos métodos, como se pueden dar cuenta leyendo nuestros documentos, en que nos referimos al enemigo como Ejército burgués, soldados, élites u oligarquía.

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