Por Alexandra Nariño
La Delegación de Paz, durante los tres años que lleva aquí en La Habana, Cuba, ha sostenido varias reuniones con grupos de estudiantes de diferentes naciones. La mayoría son beneficiarios de la becas otorgadas por el Gobierno de Cuba, como forma efectiva de solidaridad.
Las reuniones generalmente tienen una parte educativa, donde explicamos los avances y retrocesos del proceso de paz, escuchamos las historias de las y los estudiantes, de sus países, y una parte cultural, con canto, poesía o cuentos.
En uno de esos encuentros, donde estuvimos Lucas, Marco León y mi persona, participó un joven de Sahara Occidental, un Saharauí, quien nos contó la historia de su pueblo.
Nos contó que este valiente pueblo de 307.000 saharauis, habitantes de Sáhara Occidental, un país con una extensión de 266.000 km2, ha vivido un largo trayecto de abusos coloniales y neocoloniales, respectivamente por parte de España y Marruecos, apoyado éste último por Francia y, claro está, Estados Unidos.
Parafraseando a Eduardo Galeano, estos nómadas, así como los indígenas de Latinoamérica, aprendieron que cuanto más codiciado un producto por el mercado mundial, mayor es la desgracia que trae consigo para las gentes que habitan en el territorio que lo atesora. Sáhara Occidental posee los yacimientos de fosfatos más importantes del mundo, bancos de pesca, minas de uranio, cobre, oro y… petróleo.
El fosfato fue descubierto por España en 1963 y fue cuando empezó la explotación del territorio. Cuando surgieron los movimientos nacionalistas en África en los años ' 60 e inició un proceso de descolonización en ese continente, España -presionado por EE. UU. y Francia-, en vez de otorgarle la independencia al país, lo entregó al rey de Marruecos, quien lo estaba reclamando. España salió del territorio en 1975 y comenzó la guerra entre las tropas marroquíes y el Frente Polisario, una guerrilla de liberación nacional que tenía sus raíces en la época colonial.
Una parte de los saharauis huyó a Argelia y construyeron los Campamentos de Refugiados Saharauís. Otra parte quedó viviendo bajo la opresión marroquí.
El 6 de septiembre de 1991, se acuerda un alto el fuego entre la guerrilla del Frente Polisario (Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro) y las tropas marroquíes. Hay una misión de la ONU encargada de monitorear el cese al fuego y preparar un referéndum para que los saharauís puedan decidir sobre su territorio, que supuestamente se iba a celebrar en 1992. Ahora, 23 años después, no solo no se ha celebrado el referéndum, sino que siguen las violaciones a los derechos humanos por parte de los marroquíes y la explotación sin cesar de los recursos naturales.
Los intereses de Estado, como suele suceder, pesan mucho más que la soberanía y la justicia de un pueblo pequeño: la comunidad internacional sigue la estrategia del avestruz, con España a la cabeza, seguida por Francia (tradicional aliado de Marruecos) y, vacilando un poco, como siempre, las Naciones Unidas.
En los últimos días, hemos podido leer noticias sobre las desgracias y el abandono en que vive el pueblo saharaui. El pasado 17 de octubre, los campamentos de sus refugiados, que se encuentran desde hace cuatro décadas en el desierto argelino, han sido atacados por unas lluvias torrenciales. Más de 25.000 familias se quedaron sin hogar. España, potencia administradora del territorio según la ONU, sigue con la cabeza bien enterrada. Como única noticia alentadora, otra vez la solidaridad cubana: una pequeña brigada de médicos cubanos viajó a brindar medicamentos y alimentos al pueblo saharauí.
Esta mañana volví y me acordé del valiente compañero que conocimos aquí en La Habana, cuando vi una noticia que decía “El Frente Polisario: “Nos están empujando a la radicalización y al retorno a la lucha armada”.
Seguí leyendo y me llamó la atención una frase del representante del Frente Polisario en España, Bucharaya Beyun: “(Exigimos) que admitan los saharauís en un referéndum libre y democrático. De lo contrario, haremos uso de un instrumento legítimo de resistencia, que es la lucha armada".
¿Serán los terroristas del mañana?
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