Por Silvana Melo
(APe).- La ciencia venció con vacunas a la varicela y al sarampión. Pero nada puede hacer ante el futuro envenenado. Ante la amenaza del capital predador que lixivia las conciencias con agua de oro.
Cuando los pobladores de Mariana escucharon apenas un bramido sordo que bajaba entre los cerros, sospecharon que la leyenda se hacía cuerpo. Cuántas veces fantasearon, como con la visita del sací pereré, con que los diques de cola de la mina se quebraran. Y se les viniera el lodazal encima, como una ola envenenada de residuos, hierro y químicos. Como con el sací, nunca se sabrá qué es verdad y qué no. Salvo con los muertos y los que desaparecieron debajo del barro, que ya no volverán. Dicen que en el encolado no había residuos químicos. El sací, con su sola pierna, morocho y de palmas agujereadas, miente para divertirse. Los dueños de las minas, que son los dueños de la vida y de la muerte de toda esta historia de Mariana, Brasil, mienten para cuidarse la espalda.
Quién sabe cómo seguirá la vida de los miles de niños embarrados que se salvaron del alud tóxico pero el lodo penetró por los poros, por el aire que respiran, por el agua que toman, por el suelo que pisan, veneno aluvional que se quedará siglos en el cuerpo de un pueblo con nombre virginal que ya no volverá a pararse sobre sus pies en el sureste de Brasil.
Pero como los niños se van volviendo tóxicos con los años de respirar plomo, pisar descalzos glifosato, manipular barro con 2-4D o tomar agua cianurada, nadie puede rasgarse las vestiduras al ver las calles saturadas de cadáveres. Porque irán creciendo enfermos, con retrasos madurativos, con menor comprensión que otros sin plomo, cianuro, 2-4D o glifosato, con la piel escamada o los pulmones de cristal. O se enfermarán a los 20 o a los 30, por su propio dique de cola genético: los venenos que fueron acumulando en el cuerpo y que un día producen un quiebre y se vuelven cáncer o leucemia. Por ejemplo.
Nadie sabe qué pasará con los niños de Jáchal, ahí no más de Veladero, la mina de oro de la Barrick en San Juan. Gracias a un mensaje de whatsapp se supo que había un caño roto. Y que el agua contaminada con cianuro de la lixiviación se había derramado y tomado un camino inexorable hacia el río. Son 15 mil litros, dijeron al principio. Cuando algo había que decir. Pero salieron y se esfumaron. Nunca llegaron al cauce, re explicaron. Como el sací pereré, que miente para divertirse. Pero los directivos de la Barrick lo hacen para cubrirse las espaldas. Juntos, los directivos y el gobernador Gioja, quien se encogió de hombros y dijo: “cosas que pueden pasar”. También pasa, por azar, por aplicación de un random en la historia reciente, que Veladero y el proyecto Pascua Lama están, dicen, erigidos sobre glaciares y periglaciares. Lo que está prohibido por ley.
Al Jáchal llegaron un millón de litros de agua cianurada. No quince mil. Y se volcaron alegremente en el río. No se esfumaron, como comunicaron los directivos de la Barrick en los primeros momentos de confusión.
Si el sací pereré se mete en la cocina, desparrama la sal, pone moscas en la sopa, quema los guisos. Cuando las megamineras se cuelan en casa revientan los cerros, contaminan el agua, cambian el color de los ríos y los pájaros de mudan de cielo. Para neutralizar al sací es suficiente con atraparlo y quitarle el gorro rojo. Las transnacionales se van cuando dejan la tierra herida y arrasada. Y su marca en los niños que crecerán con veneno en su sangre.
Investigadores de la Universidad de La Plata -en sociedad con la Red de Médicos de Pueblos Fumigados- descubrieron glifosato en el algodón, las gasas, los tampones y las toallitas. Todos elementos supuestamente esterilizados. "El 85 por ciento de todas las muestras dieron positivos para glifosato y el 62 por ciento para AMPA, que es el metabolito ambiental; pero en el caso de algodones y gasas el porcentaje fue del cien por ciento", dijo el doctor en Química Damián Marino.
El descubrimiento fue azaroso, mientras se estudiaba la presencia de agrotóxicos en los alimentos. "Cuando uno utiliza algodón o gasas para curar heridas o para uso personal higiénico, lo hace pensando que son productos esterilizados, y resulta que están contaminados con una sustancia cancerígena", dijo Medardo Ávila Vázquez, referente de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados y legendario impulsor de las Madres de Ituzaingó. "La mayoría de la producción de algodón en el país es transgénico y resistente al glifosato; se fumiga cuando el capullo está abierto entonces el glifosato queda condensado y pasa directo al producto".
Bios Argentina, en 2014, estudió la orina de un grupo de pobladores urbanos de Mar del Plata. Lejanos a las zonas agrícolas. El 75% de las pruebas tenían glifosato. Nadie controla si hay plaguicidas en sangre, orina y leche materna humanas. Que naturalmente se transmite a los niños. Nadie se inmuta si no hay cadáveres en las calles. Cuando el daño es lento y no aparece como la sangre después del disparo, las compañías mineras y las repúblicas sojeras se frotan las manos y continúan, tranquilas y legitimadas, su depredación integral.
El mismo Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA - UNLP) demostró que los agrotóxicos se evaporan y caen, después, con las lluvias. Así como llueven sapitos cuando el sol evapora el agua con los huevos, también caen herbicidas en las cabezas de los niños que juegan en los patios de las escuelas.
La ciencia venció con vacunas a la varicela y al sarampión. Pero nada puede hacer ante el futuro envenenado. Ante la amenaza del capital predador que lixivia las conciencias con agua de oro. El sací pereré es un duende travieso y dañino. Miente para divertirse. Esconde los juguetes a los niños y pone nerviosas a las gallinas para que no puedan poner huevos. El modelo extractivo, de vaciamiento de la tierra e intoxicación del futuro miente para no tener límites. Y se lleva, con su irrupción aluvional, la libertad de los pájaros y el espíritu de los ríos.
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