Por Carlos Del Frade
(APe).- Una pareja de maestros llega hasta la zona más empobrecida del puerto de Reconquista, ciudad cabecera del departamento General Obligado, norte profundo santafesino, al borde mismo del Paraná y pegado al límite con la provincia del Chaco.
Lo hacen porque son respetados por sus alumnos, hijas e hijos de esos pescadores, familias enteras que por generaciones viven de lo sacan de las aguas marrones del pariente del mar.
A fines de octubre, el calor es poderoso en estos arrabales.
La señora que atiende a la pequeña comitiva de cuatro ofrece mate, sillas procedentes de distintos orígenes, comenta que hacía años se veía el negocio de la prostitución infantil pero que ahora la situación cambió aunque las chicas quedan embarazadas a partir de los once años. Que ahora el problema grande es la reglamentación por las redes, los subsidios que le pagan a los pescadores y cómo muchos se enganchan en el reparto aunque no sean integrantes de las cooperativas.
Un par de sus hijos avalan los dichos y dicen, además, que la acción de Prefectura, generalmente, no está destinada a protegerlos a ellos, los más olvidados. Tienen una gastada esperanza en las reuniones que tendrán con las autoridades políticas de la ciudad para que reparen en sus urgencias porque, demuestran, el centro de Reconquista queda a quince kilómetros de su geografía existencial y laboral.
Los maestros, en tanto, escuchan y piensan en cómo ayudar. Son portadores de una rebeldía sensible que está puesta al servicio de las familias de los pescadores porque se comprometen con el presente de las pibas y los pibes del lugar.
Uno de ellos, no hace mucho escribió en la revista digital “Río Mío”, que “mientras los ojos de los medios locales, regionales, y hasta nacionales están puestos en saber cuál de los 1.755 pescadores que salieron al río desde el Puerto de Reconquista a bordo de las 585 embarcaciones deportivas logró capturar el ejemplar más grande de surubí, atrás hay realidades que pocos quieren mirar.
El “Concurso Argentino de Pesca del Surubí” mueve suficiente dinero y toca cuerdas tan sentimentalistas e identitarias de la ciudad de Reconquista y su población, que focalizar en estos aspectos negativos de la “Fiesta” armada alrededor de la caza del “Toro del Paraná” es visto casi como un sacrilegio”, apuntaba el maestro.
Mientras en Reconquista “la “opinión pública” -vía los medios de comunicación, receptores de gran parte de los dividendos de la Fiesta- se ufana de haber logrado el número record de 585 lanchas en el río, los pescadores artesanales, comerciales y de subsistencia de la provincia de Santa Fe, al igual que los chaqueños y los correntinos, sólo son noticia cuando protagonizan algún conflicto derivado de la legislación que regula esta actividad. En Santa Fe, se trata de la Ley 12.212, que en muchos aspectos está tan alejada de la realidad como el discurso que muestra a la Pesca como “La fiesta del Surubí””, sostiene el artículo.
“…Desde hace semanas los pescadores de subsistencia reclaman que la Policía Rural de Santa Fe, “Los Pumas”, les vienen confiscando los elementos de pesca. Según algunos medios, como Radioamanecer.com.ar, la confiscación de elementos de pesca por parte de las fuerzas represivas alcanzó a unas veinte familias de pescadores de subsistencia. Pero lejos de cesar allí la intimidación hacia el eslabón más débil de la cadena del pescado -sacando, claro, al pescado-, los Pumas amenazaron a los pescadores con quemar sus herramientas: “Los Pumas están haciendo un abuso, nosotros sólo queremos trabajar, nos sacan las herramientas de trabajo a punta de pistola. Hoy me fui a hacer el reclamo, a hablar con el que está encargado y me amenazó, me dijo que me iba a quemar las mallas, que no las iba a recuperar más y que para la próxima me iba a cortar las piernas”, contó Fabián, un pescador de Puerto Reconquista, a esa web”, decía “Río Mío”.
-Hay carnet comercial, y también hay carnet de subsistencia, pero la provincia dice que no es válido para trabajar y poder vender - dijo un pescador, ante los atropellos de los “Rurales”: “Somos seres humanos, no somos delincuentes en la manera que proceden”.
Del otro lado de la pobreza estructural “de tantos pescadores de subsistencia, están los deportistas que pueden costearse el costo operativo de poner una de las 585 lanchas en el río, el carnet de pescador deportivo, y la inscripción a la “Fiesta”. En su edición 2014, el Concurso mostró un balance compuesto por $ 2.792.930,93 de ingresos y $ 2.292.855,23 de egresos; o sea, una “ganancia” de $ 500.075,70, que se sumó al superávit de $ 243.187,39 de la edición 2013.
Claro que nada de esto se ve reflejada en la infraestructura turística del Puerto Reconquista, y mucho menos en la infraestructura urbana de este barrio populoso, ubicado a 12 km del casco urbano de la ciudad, que es usado como escenario de la fiesta, pero cuya población generalmente se queda afuera de la misma. Y si puede entrar, debe hacerlo como proveedora de algunos servicios precarios, razón por la cual es habitual que los vecinos del Puerto miren más al concurso como una invasión que como un evento que los incluya”, apunta la publicación.
Los surubíes no solamente nadan en las profundidades de las aguas del Paraná, sino también en la subsistencia de decenas de familias de pescadores ayudados por maestros y maestras rebeldes y sensibles. Los que insisten en la necesidad que la buena pesca sea para todos. No solamente para algunos.
Fuente: Familia de pescadores del puerto de Reconquista (entrevista del jueves 29 de octubre de 2015); maestro Matías Ruiz Díaz Yoris y publicación digital “Río Mío”.
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