Cdte. Alfonso Cano, No consiguieron desaparecerlo, ni matarlo. Ni siquiera pudieron herirlo.
Vive, indestructible, sereno y victorioso como la sonrisa de los niños en la Colombia en paz del mañana.
Por Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC - EP
Lo había advertido con claridad diáfana el Che Guevara. En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera. Alfonso, un revolucionario íntegro, lo decía con sus propias palabras seis meses antes de partir: "El riesgo que a uno lo golpeen, es permanente. Pero con alta disciplina y gran responsabilidad, se sale adelante cumpliendo con las tareas y con los deberes que le corresponden, porque de lo contrario, la vida de ninguno de nosotros tiene sentido".
En acero de tal temple se forjó semejante hombre. Cada uno de sus pensamientos y pasos estaba reservado de modo exclusivo a aproximar en el tiempo el fin de toda forma de opresión e injusticia. Por eso su primer comentario al conocer la propuesta de Juan Manuel Santos de entablar conversaciones con miras a poner fin al conflicto fue esta: "Cada vez que hemos iniciado acercamientos con los distintos gobiernos para dialogar sobre soluciones políticas, la oligarquía está presupuestando la terminación del alzamiento armado sin absolutamente ningún cambio importante en las estructuras socio políticas del país, y nosotros en dinamizar el proceso revolucionario de tal forma que se acorten los tiempos de las transformaciones en Colombia".
Alfonso sabía irradiar claridad conceptual y práctica frente a las más intrincadas situaciones militares y políticas. Sus sabias meditaciones y precisas sentencias dan prueba de ello. Habló para todas las FARC tras el holocausto que cobró la vida al Camarada Jorge Briceño: "Nuestro compromiso por la Nueva Colombia no está interferido por los golpes que podamos sufrir en la lucha por conquistarla o por la caída en combate de unidades farianas, que nos duelen profundamente pero que también nos estimulan a continuar adelante con mayor ahínco como homenaje a su entrega y sacrificio".
Atinaba a auscultar los peores desenlaces de las situaciones presentes, sin titubear un instante en su compromiso adquirido con la causa. Desde su mismo comienzo, leyó la lógica fatal que rodeó la invitación presidencial al diálogo y la concreción de los primeros encuentros entre delegados de ambas partes, con el escalamiento despiadado de la persecución en su contra: "Por las características del operativo, parece que el presidente quiere llevar mi cuerpo inerte como primer punto de la reunión".
A sus sesenta y tres años, desde lo hondo de la intrincada montaña, describía sus dificultades de este modo: "Pienso que si alguna vez me sucede algo, la razón de peso han de ser mis rodillas, huesos, reflejos, etc., que pierden efectividad en la medida que pasan los días y ya no rinden todo lo que quisiera para subir y bajar estas lomas con ' un metro de lona a la espalda ' como diría Jacobo. El ejemplo de él y el del camarada Manuel me alientan y refuerzan mi moral permanentemente, sobre todo en algunas lomas, cuando el físico se agota y la fuerza que empuja es la que proporciona la moral".
Testigo lúcido de la realidad que lo rodeaba, Alfonso en sus premoniciones delineaba los trazos del futuro con singular perspicacia. Por eso escribía a Timoleón Jiménez unas semanas antes del crimen que nos privó de su talento: "Sigue cuidándote y desconfiando hasta de la sombra".
Y a los demás integrantes de la dirección nacional de las FARC dos meses antes: "Juan Manuel Santos está convencido que el paso de los días corre a su favor. No percibe su propio desgaste, ni mucho menos nuestra capacidad de adaptarnos dinámicamente a las nuevas condiciones que nos han impuesto".
Todas y todos los integrantes de las FARC - EP hacemos un esfuerzo sobrehumano por ponernos a la altura de su genio, y avanzamos con prudencia por los nuevos caminos del entendimiento y la reconciliación. Cada día son más los colombianos que se suman a esta procesión por la paz y en todos los rincones del mundo se habla de la proximidad de los acuerdos finales.
El entorno mundial devela ante la humanidad estremecida cómo la atroz avaricia del capital arrasa con países y tritura pueblos enteros que escapan despavoridos adonde los desprecian. Esa no puede ser la suerte de nuestra patria. Ni corresponde a sus fuerzas armadas llevar la destrucción y la muerte a otros lugares. Todos los recursos que hoy se emplean para la guerra deben ser destinados a la paz, a hacer posible una vida normal en condiciones dignas para todos.
Cuatro años después del alarido feliz de la oligarquía colombiana al comprobar la caída del Camarada Alfonso Cano, sus ideas y realizaciones perduran y crecen en todos nosotros, proyectando su luz a todo un pueblo anhelante de transformaciones. No consiguieron desaparecerlo, ni matarlo. Ni siquiera pudieron herirlo. Vive, indestructible, sereno y victorioso como la sonrisa de los niños en la Colombia en paz del mañana.
¡ HEMOS JURADO VENCER !... ¡ Y VENCEREMOS !
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