Foto: Claudia Rafael
Por Carlos del Frade
(APe).- 75 personas definirán el futuro de la Asocación del Fútbol Argentino (1). La llamada pasión de multitudes, clara señal de identidad colectiva, resulta, a 32 años de la recuperación democrática, una demostración del manejo de las minorías sobre los que son más en estos arrabales del mundo. Son 75 presidentes de otros tantos clubes de diferentes categorías, una arbitraria reducción de las mil entidades que están afiliadas a la denominada casa madre del fútbol.
El fútbol es una tomografía del capitalismo. Exhibe la masiva y fervorosa presencia de millones de personas que no solamente pueblan los estadios y consumen horas de radio, televisión, información y entretenimientos vinculados al negocio de la pelota. Y también muestra el interior de semejante cuerpo de multitudes manejado por un puñado de dirigentes, una élite minoritaria hoy expuesta por el supuesto enfrentamiento entre los “proyectos” de los señores Luis Segura y Marcelo Tinelli.
Los grandes medios de comunicación, incluso, le dan tonos épicos a la disputa entre dos de los setenta y cinco dirigentes. Hablan de continuidad o cambio. Como si se tratara de un enfrentamiento que define cuestiones filosóficas capaces de inaugurar nuevas etapas históricas o profundizar matrices existenciales. Cuando en realidad será el arreglo de un grupo de gerentes en pos de una nueva máscara del gran negocio del fútbol.
Capitalismo puro. La ilusión de los que son más manipuladas por los que son menos.
De la misma manera sucede con la pibada que en todo el territorio majestuoso de la Argentina inicia su viaje hacia las inferiores de los principales clubes asentados en las grandes ciudades y luego de años de esfuerzos, desarraigo y privaciones, suelen quedarse sin hacer su primer sueño: debutar en primera división. Eso queda reservado para el cuatro por ciento de los jugadores que pueblan esas entidades que despiertan amores profundos, fundantes existenciales para los consumidores consumidos de y por el fútbol.
Los grandes negocios reniegan de la democracia. Hablan de ella y hasta posan de ser practicantes pero la primacía de los que son menos da por tierra esos discursos.
Y así como las minorías manejan los amores colectivos a través del fútbol, el flujo de dinero que circula por la AFA también termina siendo un secreto de estado, una cifra, una caja que resiste cualquier intento de transparencia.
Alguna vez el gran autor de teatro e intelectual alemán, Bertolt Brecht, afirmó que el público más sabio que conoció era el que habitaba las tribunas de la canchas de fútbol porque creía que esa militancia basada en puro afecto era una especie de preparación para movilizaciones más profundas y que solamente las masas esperaban allí el momento en que apareciera el mejor camino para iniciar una revolución.
Las cacareadas elecciones en la AFA, en todo caso, demuestran que las tribunas repletas sirven de coreografía para esas minorías reinantes no solamente en la cancha chica del fútbol, sino también en la cancha grande de la realidad.
75 personas definirán el futuro de la AFA. Capitalismo casi en estado puro. Tan puro como salvaje y contundente. Una de las razones de vivir de millones en las manos de muy pocos. Una élite que representa los intereses del negocio y no de las profundas emociones que suelen presentarse con un gol a favor o un gol en contra en los corazones y las vidas de los hinchas.
También pasa en la institución iglesia, no solamente con la elección del Papa, sino con las de arzobispos, cardenales o el presidente de las conferencias episcopales. Fútbol y religión mueven millones de personas y, sin embargo, sus principales entidades son propiedad privada de unos pocos.
En esas elecciones del nuevo presidente de la AFA, entonces, hay un síntoma muy claro de la virtualidad de la palabra democracia en la Argentina del tercer milenio.
NOTA DE LA REDACCIÓN:
(1) Las elecciones se realizaron el pasado 3 de diciembre y luego de ello, se denunció la existencia de irregularidades por la cual quedó empatado dicho acto eleccionario. Pero esta nota, escrita originalmente el pasado 9 de noviembre, no tiene desperdicio porque muestra la verdadera cara del fútbol argentino en pleno siglo XXI.
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