Por Manuel E. Yepe
Foto: Virgilio Ponce
Quien quiera saber por qué la política internacional de Estados Unidos es tan repudiada por casi todo el mundo no necesita más que ir al libro “The Brothers” (Los hermanos), del periodista y escritor Stephen Kinzer, una dolorosa crónica sobre terrorismo de Estado, arrogancia imperialista, genocidio, eliminación de gobiernos inconvenientes a Estados Unidos, e implacable priorización de los intereses corporativos de Wall Street. Todo ello encarnado en la historia de los hermanos John Foster Dulles y Allen Dulles, quienes fueron los criminales más poderosos del mundo en la época de la Guerra Fría y jamás fueron llamados a responder ante la justicia por sus desmanes. Más que un recuento biográfico sobre esta familia que tanto daño causara a la humanidad desde posiciones aparentemente accesorias en el gobierno de la superpotencia, el libro cuenta el intríngulis de las acciones de dos políticos sin escrúpulos que, mediante la manipulación de varios presidentes de Estados Unidos hicieron un monumental e irreparable daño a la Humanidad.
Ellos estuvieron raigalmente vinculados a varios casos de genocidio y otras formas siniestras de torcedura de los destinos nacionales de países cuyos gobiernos no han acatado la hegemonía de Estados Unidos en la política internacional o se han planteado estrategias de desarrollo inconvenientes a Wall Street.
Basados en la teoría del excepcionalismo de Estados Unidos, una óptica que parte de que, por ser inherentemente más moral y previsor que cualquier otra nación, Washington puede comportarse de maneras que otras naciones no pueden hacerlo. Surge también de la creencia de que, por su inmenso poder, Estados Unidos podía no solo derrocar gobiernos sino también marcar el curso de la historia.
A estas dos absurdas convicciones, los hermanos Dulles unían otras dos: su misión de cristianización, según la cual ellos entienden las verdades eternas y tienen la obligación de ilustrar a quienes no las entienden, y la presunción de que lo que conviene a las grandes corporaciones conviene a la nación toda.
John Foster Dulles ejerció como Secretario de Estado de 1953 a 1959; su hermano condujo a la C.I.A. de 1953 a 1961. Pero el alcance de su influencia sobrepasó ampliamente lo estipulado para estos nombramientos oficiales.
La carrera de ambos en el escenario mundial recoge acciones encaminadas al derrocamiento de los dirigentes populares que ellos identificaban como “los seis monstruos comunistas”: Mohammad Mossadegh en Irán y Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala; Ho Chi Minh en Vietnam; Ahmed Sukarno en Indonesia; Patricio Lumumba en el Congo, y Fidel Castro en Cuba. Salvo Ho Chi Minh y Fidel Castro, que eran realmente líderes comunistas, el resto eran líderes nacionalistas que buscan la independencia de sus países y medidas de control sobre los recursos naturales de sus pueblos.
Iniciaron sus carreras políticas como abogados de Wall Street y llegaron a ejercer simultáneamente, uno como canciller y otro como director de la CIA, pero fueron siempre fieles a Wall Street. Se les considera inventores de la guerra fría. Destilaban vanidad, avaricia, celo religioso y fueron una expresión funesta del “excepcionalismo estadounidense”.
El abuelo materno, John Watson Foster fue, a fines del siglo XIX, el primer Secretario de Estado estadounidense en participar en el derrocamiento de un gobierno extranjero (Hawaii, 1893), así como inventor de la profesión de corredor de corporaciones que buscan favores de Washington y posibilidades de expansión en el exterior. Ambos hermanos se graduaron de la Universidad de Princeton, donde absorbieron la visión del profesor Woodrow Wilson de Estados Unidos como ejemplo moral para el mundo.
Como abogado en el bufete de Sullivan y Cromwell, Foster hizo mucho dinero vendiendo influencias en gobiernos y corporaciones extranjeras. Sus primeras experiencias en Costa Rica y Cuba les enseñaron lo fácil que podía ser, para un país rico y poderoso, guiado por los deseos de sus corporaciones, imponer su voluntad a naciones pobres y débiles. John Foster, que consideraba a Alemania baluarte contra bolchevismo y tenía allí viejos amigos, ayudó al estado nazista a encontrar fuentes de financiamiento en los Estados Unidos y propició a Sullivan y Cromwell muchas conexiones con el gobierno nazi.
John Foster Dulles, que en actitud poco patriótica había jugado un importante papel en la canalización de recursos de los Estados Unidos a la Alemania Nazi en la década de 1930, cambió de casaca en su posición política tras la derrota del fascismo alemán para convertirse en abanderado de los intereses corporativos de Estados Unidos. Decía: “Para nosotros hay dos clases de personas: los que son cristianos y apoyan la libertad de empresa… y los demás”.
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