Por Joel Suárez Rodés *
Me levantó con sobresalto una llamada a las cuatro de la madrugada. Desde Nicaragua un amigo español-nica-salvadoreño, internacionalista de vieja data, amigo de todos y todas, en gritos de rabia y llanto, me atravesaba con la terrible noticia. Ella fue de nuestra familia, encontró en nosotros un hogar y solidaridad, no sólo en el Centro. Las redes que animanos, la de educadores y educadoras populares y la ecuménica Fe por Cuba, desde muy temprano en la mañana comenzaron, en sus correos y llamadas, a desatar los hilos de afectos y del testimonio de sus encuentros con el COPINH, con ella y sus hijos. Marilyn desde El Salvador patea de rabia. Pareciera que ahoritica mismo, Ricardo, el santiaguero y Cadir, el camagüeyano, nos remitieran desde Honduras las fotos de su encuentro con COPINH y Berta allá en tierra hondureña. Y también acostumbrados a ver el mundo desde la pacificación de la existencia que han signficado todos estos años aquí en la isla, junto a la épica del encuentro, nos alcanzaron su preocupación por ella, por ellos, por sus vidas. Apenas fue en noviembre.
No recuerdo ya dónde la vi por primera vez, creo que fue en los intentos de reconstruir la solidaridad Norte - Sur, con la gente de EPICA y el parto luego de la Convergencia de los Pueblos de las Américas (COMPA); luego vinieron los días de la Campaña contra el ALCA, y desde ella y la energía y movilización que desató, la campaña contra la militarización de las Américas, el evento allá en la Utopía de lodo y tortillas con frijoles, en La Esperanza, Intibucá, la movilización frente a la base gringa en Palmerola; las movidas a los foros sociales, los Talleres Internacionales de Paradigmas Emancipatorios, y otros empeños solidarios y de resistencia. Alba Movimientos, la articulación, contó con su aliento. Vocera del grupo de trabajo sobre militarización, presentó nuestras conclusiones al Papa Francisco en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares en el Vaticano. Procurándole resguardo y bendición de primera mano ya la habíamos encomendado para el grupo de bienvenida. De nada le valió. La prensa oligárquica de su país, a tono con su familia transnacionalizada, ignoró la foto. Chocaba con amenazas y planes contra ella. Ni siquiera ante la santidad de una hija de Dios, que tenía como encomienda del sumo pastor rezar por él y cuidar la casa común, se detienen los sicarios al servicio de proyectos del capital transnacional.
Fue amasando, con su cultura de pueblo lenca y las exigencias ancestrales de defensa de la soberanía del territorio y el cuidado de la Madre Tierra, para sumar a sus resistencias y la de su gente, la lucha contra el patriarcado y la opresión de las mujeres. Tuvo costos que enfrentó con dignidad. Fue una convicta y confesa creyente en la solidaridad de los pueblos, por abajo y a la izquierda, de gestos y actuaciones bien lo saben los cubanos, colombianos y de antaño, los salvadoreños. Puso en alto la voz de la resistencia en el púlpito de nuestra Iglesia Bautista Ebenezer, aquí en Marianao, en La Habana. La recuerdo hormiguita durante las jornadas de movilización contra el golpe en Honduras, tuvo todo nuestro apoyo en todos los órdenes. Y la única medida de seguridad que tomó, bajo tanta amenaza, fue que sus hijos Salvador, Laura, Camilo y Bertica, de a poco, viajaran al exterior a estudiar. Claudia Korol y Buenos Aires recibieron a Laura y Salvador. Sancti Spíritus acogió a Bertica. Ella los alimentó cuanto pudo con ternura de madre y de compañera de retoños crecidos, les estimuló permanentemente al compromiso militante con la justicia y con su pueblo lenca. Doña Berta, su mamá, con quien hablé hace un rato, curada de tanto dolor desde los duros años ochenta en su Honduras y Centroamérica, terminó de crecer a Berta en el cuidado solidario de refugiadas salvadoreñas. Inquebrantable mujer de fe y catocilismo popular, en sus días de hospitales y cuidados en La Habana, encontró aquí, desde una humilde ecumenía que se robustece aún con golpes, años y achaques, las bendiciones de un pastor bautista y de un sacerdote argentino, sobreviviente de secuestros y dictaduras.
La última vez que nos juntamos a comer en nuestro hogar, su sonrisa era cómplice del retozo de Luna y los primeros pasos de Alba. Sobre la mesa, la alegría revoloteba dispuntándole a “los potros de bárbaros Atilas; o (a) los heraldos negros que nos manda la Muerte”.
La última vez que nos encontramos en La Habana, amigos y amigas hablamos con ella de esa posilidad, la alegría resentía por los golpes de bárbaros Atilas a su gente y a sus ríos, pero nos dijo “esta duro compita, puchica madre, toca enfrentar esos malditos”.
Ella fue inmensa en su compromiso, inmensa en su humildad y sencillez, tremenda en su solidaridad, no siempre los revolucionarios alcanzan esa estatura. Parece que le es más dado a las revolucionarias. Por eso hoy ha sido unánime el sobrecogimiento, la rabia e indignación, los trabajadores y trabajadoras de la cocina de nuestro Centro sintieron que faltaba una comensal en la mesa, todos sabían a quién habían asesinado, bastó una simple mención y entre nosotros, nosotras cruzaba una mirada húmeda, una palmada en el hombro. Allí se iniciaba el camino de la resurrección.
* Activista, es Coordinador General del Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.
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