Por Norelys Morales Aguilera
El cardenal Jaime Lucas Ortega Alamino, arzobispo de La Habana activo en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos alertaba que “la visita de Obama no es un evento de valor publicitario sino algo más importante para el país”. El solo hecho del intenso trabajo diplomático, logístico y de seguridad, de ambas partes evidencia una voluntad inédita.
Sin embargo, el revuelo, opinólogos, analistas serios y los sucesos de los últimos días matizan el suceso. Después de la confirmación de la visita del Presidente, hubo ratificación de declaración de emergencia contra la Isla, que algunos ven light; se produjeron sanciones a empresas que se han relacionado con la Isla en aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo cubano, que no cambia la política de hostilidad y cerco. El mandatario hizo nuevos anuncios para tratar de cumplir su promesa electoral aún pendiente, de cerrar la prisión de Guantánamo.
El monopolio mediático se ha desembuchado en torno al viaje del Presidente y cada quien hala la sardina a su brasa. Medios en Estados Unidos que defendieron el cambio de política hacia la Isla, hoy instan al mandatario a "presionar al régimen" (mejor "rrrrégimen, más enfático) dado su desespero por ver caer la Revolución Cubana. Tres líneas de mensajes resaltan, sin ser las únicas.
1. No ven rapidez en los cambios que ellos exigen cuando, por encima de la retórica y las medidas insuficientes de la Administración, están aplicando el bloqueo con tanto o más rigor que anteriores gobiernos estadounidenses. El establecimiento pleno del comercio bilateral no ha sucedido, la Ley de Ajuste Cubano sigue en vigor y los fondos para el financiamiento de programas subversivos y las transmisiones ilegales continúan. La bahía de Guantánamo está ocupada por una base militar, donde enclava ron una prisión impresentable en materia de derechos humanos. Mientras en Cuba continúan consolidándose medidas y aperturas consensuadas y necesarias, algo suspicazmente silenciado.
2. Obama hace concesiones unilaterales, borrando de un plumazo décadas de agresiones desde Washington y por ende, que es allí donde tiene que comenzar el verdadero cambio; al mismo tiempo, que silencian y escamotean el perfeccionamiento y modernización del modelo cubano, que incluye obviamente al sector privado, que EE. UU. desea engatusar para escamotearlo al espectro de la nación.
3. La supuesta violación de los derechos humanos, el más redituable pretexto de las guerras sucias. Entre lo dicho, apareció el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, anticipando que, además de mantener una reunión bilateral con el presidente cubano, Raúl Castro, Obama quiere celebrar encuentros en la isla con "miembros de la sociedad civil, empresarios y cubanos" de a pie. Luego, en una rueda de prensa el 18 de febrero, el asesor adjunto de seguridad nacional, Ben Rhodes, fue más explícito y dijo que el presidente se reunirá con "disidentes, miembros de la sociedad civil y aquellos que se oponen a la política de los Castro".
Si los medios no "matizaran" o "equilibraran" como suelen decir sus huestes, bastaría lo anunciado desde la cancillería cubana por medio de Josefina Vidal, para darse cuenta de que en la Isla se está negociando de buena voluntad para construir un nuevo tipo de relación. Los observadores serenos y el pueblo quieren creerlo.
"El mandatario estadounidense será bienvenido por el Gobierno de Cuba y su pueblo, con la hospitalidad que lo caracteriza", afirmó la negociadora cubana, apuntando que sobre derechos humanos, "Cuba está abierta a conversar con el gobierno de Estados Unidos sobre cualquier tema, incluyendo el de los derechos humanos". Dialogar, dijo, "forma parte de ese esfuerzo que estamos realizando para construir una nueva relación con Estados Unidos..."
Continuará...
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