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Buenos Aires - Argentina
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EDITORIAL - ARGENTINA - 11/10/07.
DE LA COMPLICIDAD A LA CONDENA
Después de un proceso penal árido, que incluyó la renovación de la tesis acerca de la inexistencia de los desaparecidos, considerándolos como simples entes, por parte del fiscal Dulau Dumm, se condenó al sacerdote Christian Von Wernich a la pena de reclusión perpetua pero ello no exime a la Iglesia de sus responsabilidades por su actuación durante la dictadura de 1976.
Conviene recordar la complicidad del fallecido monseñor Aramburu; quien expresara que "... ¿Desaparecidos? No hay que confundir las cosas. Usted sabe que hay desaparecidos que viven tranquilamente en Europa..." en una entrevista al Diario Il Messagero de Italia comenzando la teoría negacionista de la Iglesia con respecto a las desapariciones forzadas de personas en nuestro país, la notoria invitación a los familiares de los desaparecidos a la resignación, al igual que el reproche por las actividades realizadas por quienes fueron secuestrados por los genocidas, por parte de las más altas autoridades eclesiásticas de la época como del Nuncio Apostólico Pío Laghi, quien alguna vez expresó: "...Hay una coincidencia muy singular y alentadora entre lo que dice el General Videla de ganar la paz y el deseo del Santo Padre para que la Argentina viva y gane la paz..."; es decir, la paz de los cementerios... Y es necesario recordarlo ante las palabras de los comunicados del Episcopado, del Obispo de 9 de Julio, Monseñor Martín de Elizalde y de la Comisión Justicia y Paz, los que parecieran olvidar que todavía deben asumir su porción de responsabilidad por acción y omisión. Ni siquiera existe la intención de sancionar al condenado; quien, aún hoy, en el Penal de Marcos Paz puede confesar y dar misa a pesar de la magnitud de los cargos por los cuales se encuentra tras las rejas.
La Iglesia siempre fue cómplice de todas las dictaduras e intentó condicionar la actividad estatal, tal como lo hace desde hace 2000 años en todo el mundo. Fue acompañante de las élites económicas, por más discurso en favor de los pobres que quiera seguir enunciando y prosigue predicando la resignación ante lo inevitable, incluyendo la internalización de la culpa para sus propios fines.
En la Argentina, no fue la excepción y sobran ejemplos en nuestra historia acerca de su influencia nefasta en la actividad estatal, aún luego de la histórica separación con el Estado a fines del siglo XIX. Institucionalmente, brindó un particular apoyo político, tal como lo expresa el Documento de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) del 15/05/76: "... hay que recordar que sería fácil errar con buena voluntad entre el bien común si se pretendiera que los organismos de seguridad actuaran con pureza química de tiempos de paz, mientras corre sangre cada día, que se arreglaran desórdenes, cuya profundidad todos conocemos, sin aceptar los cortes drásticos que la situación exige; o no aceptar el sacrificio, en aras del bien común, de aquella cuota de libertad que la coyuntura pide, o que se buscara con pretendidas razones evangélicas implantar soluciones marxistas..." y ello continuó durante el menemismo, de la mano de los polémicos ATN (Aportes del Tesoro Nacional) a los obispos que sostuvieron su gestión, como Ogñenovich en la Diócesis de Luján.
Pareciera que se olvida de la actuación de Monseñor Antonio Tortolo, cuando declaró que "... yo no conozco, no tengo pruebas fehacientes que los derechos humanos sean conculcados en nuestro país. Lo oigo, lo escucho, hay voces, pero no me consta ..."; de Monseñor Victorio Bonamín y sus declaraciones, junto al genocida Videla: "... los miembros de la Junta Militar serán glorificados por las generaciones futuras..."; de Monseñor Aguier, que supo prestar fondos a los hermanos Trusso; de Monseñor Antonio Plaza, quien siempre buscó justificar las acciones de los torturadores e influyó sensiblemente en los ámbitos educativos de la Provincia de Buenos Aires, tal como cuenta Emilio Mignone en "Iglesia y Dictadura", cuyo cinismo se revela en el reportaje que le realizara Cristina Castello en 1984 y de Monseñor Antonio Baseotto, conocido por sus expresiones contra el abortismo, luego de las polémicas declaraciones del Ministro de Salud de la Nación, Dr. Ginés González García, en contraposición a la febril actividad del Padre Mugica, de Angelelli, de Hesayne y de Jaime de Nevares.
Y podemos continuar con el Cardenal Antonio Primatesta, cuya complicidad se reveló al autorizar el envío de los listados de docentes y alumnos de los colegios católicos en Córdoba, muchos de los cuales hoy se encuentran desaparecidos; Monseñor Octavio Derisi, quien declarara que "... la Argentina es uno de los países donde hay más tranquilidad y donde los derechos humanos están más respetados. No veo que en este momento en la Argentina se encarcele, se mate, se atropellen los derechos humanos... "y Monseñor Antonio Quarracino, en claro aval al argumento genocida, expresó que "... en una situación de guerra, los argumentos y los límites éticos entran en un cono de sombra y oscuridad..."
Prefiere el olvido antes que explicitar sus culpas ante la sociedad argentina, propone la reconciliación antes que sancionar a los culpables del genocidio. Resulta evidente su complicidad con el ayer y con el presente; antes, dejando hacer a los genocidas como Camps, Etchecolatz, Bussi, Massera y Videla o el apoyo explícito a Carlos Menem y ahora buscando evadir los nuevos cuestionamientos porque "... La Iglesia no necesita hacer ningún examen de conciencia, y mucho menos pedir perdón a la sociedad argentina...", tal como expresara Monseñor Storni en declaraciones periodísticas
Condenaron a Von Wernich y ello debiera constituirse en la oportunidad para el reconocimiento de las acciones y omisiones por parte de una Institución frente a todas las argentinas y todos los argentinos. Sin embargo, se esconden y demoran la sanción al condenado por la Justicia, por haberse demostrado que ha participado en las aberraciones de los genocidas.
No es un sacerdote, es toda la Iglesia. El accionar eclesiástico permitió aún más que los genocidas continuaran con su obra. No hubo un Romero como en El Salvador, dispuesto a enfrentar al poder. Aquí formaron parte del poder, en el `55 y en el `76. Incentivaron la sanción de la Ley Domingorena, para la fundación de la Universidad Católica Argentina (UCA), puntapié de la educación privada en nuestro país y ferviente impulsora de la privatización de la Educación en consonancia con los postulados neoliberales. No nos engañemos. Es la misma institución que, durante el Congreso Pedagógico Nacional de 1984, sentó las bases de la Ley Federal de Educación y de la ley que actualmente la reemplaza, con matices gramaticales.
Hoy fue Von Wernich, pero tal como se preguntaba Estela de la Cuadra durante el juicio oral: ¿dónde estaba el Cardenal Jorge Bergoglio?, pues también el Arzobispo de Buenos Aires tiene muchas cosas que explicar. No se trata solamente de un simple sacerdote que visitaba pozos, era un aval institucional denotado por la conducta sistemática dirigida desde el mismo Episcopado, mal que les pese.
De la complicidad a la condena, también la Iglesia Argentina es culpable y no lo puede negar...
Prof. Juan Carlos Sánchez
Director Editorial GACETILLAS ARGENTINAS.
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