No es común que nos suceda. Pero nos resulta insoportable la idea de dejar pasar la ida de una compañera que, pese a su discapacidad, pasó de luchar por el asesinato de Rodolfo “Fito” Ríos, de tan sólo 23 años, su hijo, en 1992 a convertirse en la emblemática referente de CORREPI.
El pasado 23 de julio, su corazón dijo se acabó. Y dejó de latir. Pasaron más de 20 años en los cuales encabezó todas las movilizaciones de la Coordinadora, apoyada en sus muletas.
"Fito" había sido asesinado en una requisa que tuvo lugar en la cárcel de Caseros por un par de mates de más durante el recreo, en una sesión de tormentos para que “aprendieran quién manda” que le provocó varias fracturas en su cráneo. Agonizó durante tres días en un hospital, mientras su madre buscaba que la autorizaran para verlo. Solamente lo pudo hacer cuando había fallecido y le hizo una firme promesa que ella recordaba en cada una de sus intervenciones públicas: “Él decía que estar preso no le había quitado la libertad, porque era libre en su interior. Yo le prometí que iba a luchar contra sus asesinos hasta el último de mis días”.
Ningún funcionario penitenciario y judicial imaginó que estaba naciendo una militante firme y corajuda, gracias al ninguneo al cual la sometieron durante aquellos días de noviembre de 1992. Golpeó puertas de los organismos de Derechos Humanos y de otras organizaciones pero ninguna se abrió, por el viejo prejuicio que el muerto era un preso. Es una cuestión piantavotos, afirma el compañero Oscar Castelnovo y nosotros agregamos piantamilitancias, cuando no existe un verdadero compromiso con los Derechos Humanos de todas y todos, incluyendo a quienes están en nuestras fétidas cárceles.
Sin embargo, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre la escuchó y le aportó un abogado para acusar a los penitenciarios, mientras que el único imputado en la causa penal era el otro interno apaleado que llegó a sobrevivir a las torturas de aquel día. No obstante, Delia sabía que otras y otros estaban en la misma lucha contra la represión estatal. Así llegó a CORREPI, con la foto de su hijo y su historia...
Desde el Primer Encuentro Antirrepresivo Nacional, que se realizó en marzo de 1995, donde intervino por primera vez para hablar de la necesidad de organizarse contra la represión en todas sus formas, tanto para denunciar el gatillo fácil y la tortura como para defender los presos políticos, se convirtió en la voz que identificó a la Coordinadora dando una auténtica lección de dignidad y conciencia de clase al enseñarnos que ese odio nacido de ella es lo que nos permite distinguir entre amigos y enemigos.
A varias y varios les cerró la boca. Le pueden preguntar a Nilda Garré, Patricia Bullrich, Eugenio Zaffaroni y la misma Hebe de Bonafini. No andaba con vueltas y tenía una lengua muy filosa que cortaba el aire apenas comenzaba a hablar porque, para ella, no existían los grises: O se estaba con los opresores o con los oprimidos.
Este cronista aún la recuerda al verla en cada acto de la presentación del Archivo de Casos que, dicho sea de paso, nació de ese cuadernito en donde recopilaba los datos de los asesinados por la represión estatal para responderle al ministro Corach, quien negaba el gatillo fácil y desafiaba a que le lleven nombres. Y ese informe que se presenta año tras año, se convirtió en nuestro insumo básico para nuestra tarea de informar.
Por el asesinato de su hijo solamente logró una tibia condena contra los oficiales del SPF en el año 2000 y tres años después, cerraba el acto de la Coordinadora en la Plaza de Mayo con estas simples palabras: “Sueño con un país activo, con fábricas abiertas y trabajo a pleno, sueño con un país sin chicos en las calles revolviendo la basura (…), sueño con escuelas bien provistas, con maestros que puedan vivir de sus sueldos. Sueño con hospitales limpios (…). Sueño con hogares felices (…). Sueño con una justicia igualitaria para todos. Sueño con un país más justo (…). Recién entonces, llegado ese día, la CORREPI no tendrá razón de ser. Hasta que ese día llegue, nos verán siempre en las calles acompañando a todos los represaliados y apoyando todas las luchas”.
En su última marcha, gracias a sus hijos, nietos y bisnietos, las y los militantes de CORREPI la acompañaron hasta el cementerio de Villegas. Sobre su pecho, quedó la pancarta con la foto de Fito que llevaba a todos lados y sobre el ataúd, la bandera que ilustra esta nota en donde se pintó la clásica bota antirrepresiva y la frase del revolucionario checo Julius Fucik.
A poco más de un mes de su partida, la quisimos homenajear y recordar. Su militancia nació del dolor para convertirla en energía para la lucha. Y nos unimos, más vale tarde que nunca, a los puños en alto, corazones encendidos y un grito eterno: ¡ Compañera Delia, presente, ahora y siempre !.
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