Sumario:
1. Verde decime que se siente...
2. Griselda, Gloria y Carlos: conciencia a ambos lados de la Gaona Vieja.
3. Por Diego y por Francisco: el 19 de agosto TODOS a tribunales.
4. La recuperación de Guido Montoya Carlotto: una alegría, una certeza, un triunfo de la lucha.
5. Brian y Federico: La misma realidad represiva, del otro lado del río.
1. Verde decime que se siente...
En los últimos días, Gendarmería Nacional reafirmó su lugar como bastión represor predilecto del kirchnerismo para reprimir y desalojar a todos aquellos que osen impedir el flujo común del explotador o el circuito megaextractivo impuesto a lo largo y ancho del país.
El domingo 3 de agosto inició con la Gendarmería demostrando ese lugar ganado: un operativo de más de 50 efectivos atacó violentamente a los asambleístas de Concordia, que retenían cuatro camiones vibradores destinados a estudios de exploración por fracking en la zona de Salto, Uruguay a la vera de la ruta nacional 15.
La medida, llevada a cabo por las Asambleas ciudadanas ambientales de Concordia, Chajarí y Colón, sólo afectaba a los vehículos que transportaban la maquinaria para el fracking, ya el proyecto para la exploración y explotación de hidrocarburos no convencionales podría afectar el acuífero Guaraní, comprendido en los territorios de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay.
La orden de desalojo, emitida por el juez federal de Concepción del Uruguay, dejó un saldo de cuatro detenidos, entre ellos un herido con un corte en la cabeza.
Por otra parte, Bernardo Zalisñak de 66 años, denunció golpes y amenazas con uso de picana mientras se encontraba detenido, cuando se negó a firmar un texto que autorizaba a los gendarmes a recabar sus datos.
Pocos días después, el 8 de agosto, el mismo cuerpo de seguridad nacional fue el encargado de impedir que los trabajadores de Lear se manifestaran en la Panamericana ante la profundización del conflicto en la autopartista multinacional, que esa semana masificó los despidos e inició un lock-out de 15 días mientras sostiene su reiterado incumplimiento de más de una docena de resoluciones judiciales a favor de los trabajadores y su cuerpo de delegados.
En el marco de la 5ª Jornada Nacional de apoyo a la lucha de los trabajadores de Lear, con actividades solidarias en diferentes lugares del país, los gendarmes arremetieron sobre la caravana de autos que, a baja velocidad, acompañaba a los trabajadores. Gases y palazos contra los vidrios de los autos acompañaron a las grúas que remolcaron los coches, y detuvieron a los militantes del PTS Victoria Moyano, nieta restituida; Patricio del Corro, diputado electo de la CABA, Guillo Pistonesi del CeproDH y María Chávez, investigadora del Conicet. Los compañeros fueron liberados al atardecer.
El lugar que han consolidado los uniformados verdes como herramienta del gobierno en su defensa constante a los negociados empresariales con gases, balazos y palos a trabajadores, ambientalistas y estudiantes, hace eco en el cántico con el que los trabajadores de Gestamp manifestaban su repudio a la burocracia sindical que los traicionó y avaló los despidos: “Verde, decime que se siente, ser carnero y patronal”.
2. Griselda, Gloria y Carlos: conciencia a ambos lados de la Gaona Vieja.
“Ni hay casualidades ni el viento nos amontona”, suele repetir una compañera. Es que las historias de lucha no reconocen otra fuente que la perseverancia, la prepotencia del trabajo, la infatigable decisión de llegar a la verdad y sobremanera, la imperiosa necesidad de transformar una realidad que corroe y lastima, que posterga y aplasta.
Y con esos ingredientes -entre otros- suele condimentarse la lucha antirrepresiva. Entonces, así como la trama de todos y cada uno de los fusilamientos por el gatillo fácil no responde a la casualidad sino a un protocolo no escrito, tampoco es por casualidad que los compañeros familiares van avanzando en el desarrollo de su conciencia, sino por la participación, activación y entrega que la lucha antirrepresiva entraña.
Y sus historias de vida también se entrecruzan y atraviesan.
La pertenencia a la clase trabajadora, de aquellas barriadas más pobres, es mucho más que una geografía o un escenario, es una definición. Las vidas se parecen, porque las necesidades son las mismas y el modo que el estado y la clase dominante adoptan para resolver las tensiones es también el mismo: la represión (que algunos prefieren llamar violencia institucional, eufemismo ingenioso para no manchar ciertas convenciones dogmáticas, como esa que pretende que en democracia no se tortura, no se desaparece, no se mata).
De este lado de la Gaona Vieja, el inveterado silencio de la negra Griselda se acentuó. Su hijo de 17 años, Matías Lobos, fue fusilado por el subteniente bonaerense Roberto Julio Páncere en Gral. Rodríguez hace ya más de dos años.
Griselda no podía explicar ni mucho menos explicarse lo que había pasado. La mala suerte, la desgracia, todas cuestiones que inexorablemente conducen a la resignación, esa claudicación atroz, aquella que mata por segunda vez al hijo querido.
Como en fila hacia la picadora del muro de Pink Floyd, hasta con culpa por quedarse afuera de los estándares que la TV marca, Griselda se encaminaba tras las resoluciones del mismo estado que le arrebató a Matías: primero el archivo de la causa, después el sobreseimiento del asesino.
Del otro lado de las vías, Gloria y Carlos Abregú conocen lo que vivió Griselda. En marzo de 2013, un policía de la federal, Aníbal Alejandro Aguirrez Manzur, le disparó a mansalva a su hijo Carlitos, de 17 años, en el barrio Cascallares de Moreno. Carlitos le peleó a la muerte en el hospital de Moreno pero en junio de ese mismo año bajó los brazos (que en terapia intensiva estuvieron siempre esposados).
El asesino ni siquiera fue indagado y el manoseo tribunalicio ("puterío" en términos correctos) los entretuvo un largo período.
Griselda, Gloria y Carlos lloraron (y lloran hoy cada vez que la emoción los gana) pero decidieron que las cosas no iban a quedar así nomás.
Y decidieron luchar.
Mucho han conseguido en lo judicial. Griselda ya tiene su causa elevada a juicio y al policía Páncere imputado por el homicidio agravado de Matías en el TOC 4 de Mercedes. Dio vuelta cada una de las tácticas defensivas de la fuerza policial y en breve la sentará en el banquillo.
Gloria y Carlos lograron que el federal Aguirrez Manzur hoy esté preso, con pedido de elevación a juicio por el mismo delito, el homicidio agravado de Carlitos.
Pero mucho, muchísimo más es lo que han conseguido en el aspecto trascendental de la lucha que encarnan.
Hace unas semanas, cuando en el Congreso de la Nación se llevó a cabo la Audiencia Pública contra el Gatillo Fácil, cada uno de ellos expresó con la sencillez propia del que duele y con la claridad también propia de los que luchan, que no ha sido ni la desgracia, ni la mala suerte, ni una tragedia inevitable lo que les arrebató a los pibes.
Que hay una razón, que se explica en su condición de pobres en una sociedad dónde hay ricos. Y porque hay un estado que protege, ampara y custodia “a ellos, a los otros”, en palabras de Griselda, tan elocuentes que sacudieron los cortinados suntuosos de la sala palaciega.
Los tres, caminando solos, aislados, tal vez hubieran ocupado el lugar de las víctimas. Nada más.
Pero la lucha organizada les abrió otro camino: no son víctimas, no admiten ese lugar en el orden social que el sistema les tiene previsto, son mucho más. Son exigentes de todos los derechos, de cada una de las oportunidades que les han negado, y aún inconscientemente, a su modo, con sus costumbres y contradicciones, van poco a poco descubriendo que para que aquello se concrete es necesario cambiar los resortes de una sociedad que alimenta a los que la ordenan con la sangre de sus hijos.
Griselda, Gloria y Carlos, aquella flaquita y desgarbada, éstos un poco más morruditos, hoy caminan más erguidos y explican todo lo que pueden a muchos otros familiares que van llegando a CORREPI.
A los que no se callan ni se conforman, que son difíciles de encarar y no conceden y por sobre todas las cosas, que inquieren y le devuelven a esta sociedad el problema central de sus existencias.
Igual que quienes hacen huelga, que toman fábricas, que piquetean las alienantes calles de un sistema degradado y envilecido.
Está claro: no es ésta la sociedad en la que queremos vivir, tampoco queremos adaptarnos. Sin víctimas y con acceso a todo para todos, hablamos de una sociedad distinta.
Como dice la compañera, no se llega a ella por casualidad. Más allá y más acá de la Gaona Vieja, están enseñando el camino.
3. Por Diego y por Francisco: el 19 de agosto TODOS a tribunales.
El 19 de abril de 2012, Diego Nuñez, de 19 años, fue asesinado en el barrio de Caballito por Alberto Carmona, un oficial de la policía federal, integrante de Interpol, quien supuestamente estaba de franco, que naturalmente y como siempre hacen, modificó la escena del crimen para simular una legítima defensa.
Esa noche Diego entró a un edificio con dos amigos con intenciones de robar, pero nunca llegó a hacerlo, porque fue asesinado de cinco tiros en un descanso de la escalera cuando intentaba huir. Su familia se organizó para que el asesino de Diego responda por su homicidio.
Mientras ningún empeño puso el estado en investigar ese crimen, el hermano de Diego, Francisco, hoy se encuentra preso y acusado de un crimen que no cometió, como represalia por reclamar el esclarecimiento del homicidio de Diego.
El 25 de noviembre de 2012, en el barrio de la Boca, frente a la casa de los Núñez, Jesús Vidal Barja fue asesinado a golpes por dos personas que lo quisieron asaltar. Siete meses después, con una instrucción plagada de irregularidades, como testigos que “vieron” a través de una persiana cerrada o identificaron una cara desde un sexto piso, el juez de instrucción Gustavo Pierretti ordenó la detención de Francisco por ese hecho. Desde ese mismo momento, Francisco fue acosado por el Servicio Penitenciario. Sufrió torturas en la Unidad 28 (la alcaidía del Palacio de Tribunales) y en la cárcel de Devoto. A pesar de varios habeas corpus y pedidos de resguardo físico, fue golpeado, violado y obligado a comer su propia defecación y tomar su orín. En este contexto tuvo varios intentos de suicidio.
Desde el propio expediente surge que la acusación contra Francisco carece de argumentos y pruebas, aunque sabemos que ello no es necesariamente un obstáculo para aleccionar a los jóvenes pobres y morochos, sobre todo, si como Francisco, cobraron la conciencia de la necesidad de luchar en contra de la realidad que intentan imponerles, en este caso, el asesinato de su hermano Diego.
El 19 de agosto, a las 9:30, comienza el juicio oral contra Francisco, ante el tribunal oral criminal 24, Paraguay 1536. Llamamos a movilizarnos para repudiar la farsa y exigir la libertad de Francisco Nuñez.
4. La recuperación de Guido Montoya Carlotto: una alegría, una certeza, un triunfo de la lucha.
El martes 5 de agosto, la alegría se apoderó de todos los que, desde distintas perspectivas, estrategias y pensamientos, abogamos por la realización de la justicia en la tierra y no el cielo.
Ese día, Ignacio Hurbán, de 36 años, recuperaba su identidad, la de Guido Montoya, hijo de Laura Carlotto y Walmir Montoya, ambos desaparecidos y asesinados bajo la dictadura. Es el nieto 114 que recupera su identidad.
Durante su cautiverio, en 1977, Laura, la mamá de Guido, en su resistencia, confió en que alguien saldría con vida y avisaría a su familia del embarazo y nacimiento. No se equivocó.
Clyde Snow, antropólogo estadounidense, fallecido recientemente, fundó el Equipo Argentino Arqueológico Forense en 1984, después que las Abuelas viajaran a EE. UU. en 1982. En 1987 fue creado el Banco de Datos Genéticos. En 2014, Ignacio / Guido se armó de valentía para avanzar en la búsqueda de su identidad, a pesar de su temor de no encontrarla. Lejos del relato oficial, esta historia no empezó en 2003, sino hace más de tres décadas.
A diferencia de lo que opinan y propician muchos, entre ellos la propia Cristina Fernández de Kirchner, de que es necesario dar vuelta la página de la historia, ello no es posible, porque no se trata sólo de 400 nietos sin recuperar su identidad, sino de sus probables descendencias. Ello constituye una herida abierta, que ni las muchas o pocas condenas a los gerontes genocidas pueden cerrar; es una pelea abierta que no tiene plazo de vencimiento.
Y la larga la lucha encabezada por las Abuelas de Plaza de Mayo en la tarea de recuperar a los nietos -que logró encarcelar a Videla en 1998, luego de haber sido indultado por Menem- y de todos los que acompañamos desde distintos momentos y lugares la pelea contra la impunidad, por la memoria y la justicia, es una tozuda muestra de ello.
Todos los que levantamos las banderas contra la impunidad, la memoria y la justicia, no sólo sin compartir sino muchas veces abiertamente enfrentados en los posicionamientos políticos, conquistamos una pequeña victoria del conjunto; así es la vida, la historia y la lucha de clases. Esa pequeña victoria nos hace un poquito más fuertes para seguir luchando, con una certeza más anudada a la larga cadena de certezas de que no sólo es necesario y difícil sino también posible transformar la realidad.
5. Brian y Federico: La misma realidad represiva, del otro lado del río.
Como ocurre por centenares en nuestro país, donde el armado policial de causas contra pibes de los barrios compite con la buena disposición de jueces y fiscales a tomar la versión azul como la única posible, en Uruguay el barrio Casavalle está conmovido por la injusta prisión de uno de sus hijos, Brian, de sólo 16 años.
El reclamo por la libertad de Brian fue inmediatamente tomado por su ex maestro, que acompañó a la familia y organizó charlas y actividades en la escuela comunitaria de Casavalle, denunciando la represión policial.
Como cuentan nuestros compañeros de la Plenaria Memoria y Justicia, la organización antirrepresiva uruguaya con la que coordinamos en el ENA, “De esas charlas con abogados y militantes de DDHH e instituciones educativas del barrio, salió la necesidad de denunciar la injusticia que cometieron con Brian. El barrio se organizó y salió a la calle a exigir sus derechos, los de sus hijos, los de sus hermanos y vecinos”.
Así fue que el viernes de la semana pasada se movilizaron más de 100 personas por la libertad de Brian Rodríguez, mientras las fuerzas policiales los hostigaban y les sacaban fotos desde sus Fiat Siena blancos. El sábado se repitió la movilización, con el maestro junto a los chicos, los padres y los vecinos, repartiendo volantes y pegando afiches que denunciaban la falsa acusación.
En esa nueva movilización, los policías no se limitaron a amenazar y fotografiar. Cargaron sobre los manifestantes, realizaron disparos, y fueron derechito sobre el maestro. Entre ocho policías, lo tiraron al piso, lo golpearon y patearon, y lo subieron a un patrullero al grito de “en el COMCAR te van a romper el culo”.
Los vecinos, encabezados por la mamá de Brian y los alumnos de la escuela, se pararon delante del patrullero que se llevaba al maestro herido, pero no alcanzó para evitar que lo trasladaran a la comisaría 17ª, donde permaneció detenido e incomunicado.
Llegados a la comisaría, el maestro fue arrastrado con una cuerda puesta alrededor del cuello por varios metros entre el barro, mientras le seguían pegando. Afuera, trabajadores, sindicalistas, vecinos y militantes de DD. HH. se concentraron para reclamar su libertad, que se logró ya por la noche.
Acompañado por la Plenaria y por el gremio docente, que decretó un paro de repudio al ataque, el maestro denunció a los policías, y el médico forense verificó los hematomas en su cabeza, la marca de la soga en el cuello y la mano inmovilizada por los golpes. Los vecinos, los padres de sus alumnos, todos los que estaban en la movilización hacen cola para prestar declaración testimonial e identificar a los policías.
Más importante todavía, el barrio seguirá organizándose, por la libertad de Brian, por el castigo a los que torturaron al maestro, y contra toda forma de represión.
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