Por Miguel Fernández Martínez
Si algo no ha perdonado jamás la contrarrevolución escondida en Miami, que se dice cubana aunque se arrope en la bandera de las barras y las 50 estrellas, es la entereza y la dignidad demostrada por esa mayoría infinita de cubanos que, desde dentro de la isla, se han convertido en bastión inexpugnable de independencia y soberanía.
Hicieron del crimen más vil un arma de combate. Nada más podía esperarse de estos desclasados sin ideología ni bandera, capaces de devolver a la Patria que los vio nacer a sus amos del Norte, a cambio de recuperar sus herramientas de explotación.
En estos 55 años de historia revolucionaria, uno de los momentos más execrables que jamás olvidaremos ocurrió hace 38 años, un aciago 6 de octubre de 1976, cuando un avión civil de Cubana de Aviación estalló en pleno vuelo, a causa de la explosión de dos bombas que fueron colocadas en su interior.
Había partido del aeropuerto de Barbados con destino a La Habana. En la nave viajaban 73 personas: un exitoso equipo mixto de jóvenes esgrimistas cubanos, funcionarios de Corea del Norte, ciudadanos barbadenses y la tripulación. Todos murieron.
Al poco tiempo se supo toda la verdad. El crimen había sido ideado por los terroristas de origen cubano Luis Posada Carriles y Orlando Bosch. La ejecución se puso en manos de los ciudadanos venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo.
Treinta y ocho años después el expediente contra los terroristas sigue abierto.
A raíz de los sucesos, los cuatro asesinos fueron sometidos a juicio en Venezuela y condenados a prisión. Pero apenas las cumplieron. En menos de una década todos estaban libres, resultado de acciones de la mafia cubana de Miami en complicidad con autoridades venezolanas.
Luis Posada Carriles es un hoy un ilustre ciudadano que en Miami se dedica a pintar cuadros sin descuidar, por supuesto, su vocación terrorista, y pese a su avanzada edad sigue involucrándose en cuánta campaña anticubana se promueva desde allí.
Orlando Bosch murió plácidamente en abril de 2011 en su residencia de Miami, y estaba considerado como un buen ciudadano en su comunidad. Este hombre cargaba un voluminoso paquete de hechos violentos.
Fue jefe de la llamada Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas, conocida como CORU, descrita por el propio FBI como “el paraguas de una organización terrorista anticubana· De Bosch diría el exfiscal estadounidense Dick Thornurgh que era un terrorista no arrepentido”. Los venezolanos Ricardo y Lugo desparecieron y su paradero es desconocido.
El Crimen de Barbados abre también una interrogante sobre la veracidad de la guerra que presuntamente libra el gobierno de Estados Unidos contra el terrorismo. De hecho confirma que cuando este es usado a favor de los intereses de Washington deja de ser una amenaza a la seguridad de la nación.
En el mandato de George H.B. Bush (padre), Orlando Bosch fue rehabilitado como ciudadano, luego los otros presidentes que lo sucedieron en la Casa Blanca han contemporizado con los criminales, que viven y han vivido tranquilamente en suelo estadounidense sin ser molestados para nada.
No parece que habrá nuevas condenas para los culpables ni para quienes los han apañado durante tanto tiempo. Solo la sanción moral de los pueblos y las personas honestas y decentes de todo el mundo.
El sabotaje a un avión civil cubano en 1976 quedará entonces como un ejemplo de la hipocresía del gobierno de Estados Unidos y para ilustrar a las generaciones futuras de la naturaleza criminal de los grupos anticubanos radicados en Miami.
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