Por Ilka Oliva Corado
Hace algunos años vi la película “The Kite Runner” basada en un libro del mismo nombre, en español “El corredor de barriletes”. Todo este tiempo lleva dando vueltas en mi cabeza la escena en la que unos adolescentes que conforman una banda delictiva golpean y sujetan a Hassan, el niño corredor de barriletes que no pasa de los 8 años de edad, para que lo viole el líder del grupo quién con los años se convertirá en líder de El Talibán. Ambos, el libro y la película son de excelencia, muy humanos y sobre todo cuestionantes de la realidad que se vive en otras partes del mundo: con el sistema de castas, el clasismo y la pobreza extrema y los conflictos políticos que mutilan las generaciones. Muy similar al día a día en nuestros países de origen.
Ese instante en el que Hassan intenta caminar para salir de la bodega después de ser violado, su ropa está manchada y gotea sangre cada vez que él intenta dar el paso para avanzar. En el suelo de tierra va dejando un rastro de gotas de sangre. ¿Cuántos de nosotros hemos visto escenas de violaciones sexuales en las películas y telenovelas? ¿Cuántos de nosotros hemos presenciado una violación? ¿Cuántos hemos participado en una? ¿Cuántos hemos vivido en carne propia una violación sexual? ¿Cuántos la hemos sufrido en más de una ocasión? ¿Conocemos a alguien que la haya vivido? ¿Cuál es nuestra reacción ante los abusos sexuales?
La sola palabra es aterradora, de por sí el acoso verbal es repugnante. Imaginemos entonces que el abuso lo sufre un niño o una niña, ambos indefensos ante la fuerza física de un adulto. Imaginemos la fragilidad del cuerpo de un niño, y el tamaño del miembro sexual de un adulto. Ese instante de la violación, de los golpes, de forzar, de humillación, de terminar de tajo con la inocencia de una cría que después de ese instante jamás volverá a ser la misma. Poco varía si la violación la sufre un adolescente o una persona adulta, las secuelas también son profundas.
¿Qué decimos de aquellas niñas, adolescentes y mujeres que fueron violadas durante las dictaduras militares? ¿Las que fueron violadas con tubos, con palos? ¿A las que les cortaron la vagina uniéndola con el recto? ¿A las que en este instante están siendo violadas, por el recto, con tubos y palos? ¿A las niñas que en algún lugar del mundo en este mismo instante están siendo ultrajadas por esos hombres nuestros que queremos porque nos unen los lazos afectivos y sanguíneos? ¿Qué hay de las niñas, niños, adolescentes y mujeres que ahora mismo están siendo violados en los bares y en casas de citas, por esos buenos hombres que conforman nuestra sociedad?
La violación sexual es algo que espanta, ninguno de nosotros quisiéramos que la vivieran nuestros hijos, nuestras hermanas, nuestras parejas, nuestras amigas, es decir: las personas con las que tenemos un vínculo sanguíneo y afectivo. ¿Qué hay de las personas extrañas? ¿Por qué guardamos silencio cuando a nuestra hija la violó su padre, su tío, su hermano? ¿Cuándo nuestra pareja, nuestro hijo, nuestro padre, nuestro familiar es el violador?
La semana pasada por casualidad me encontré con el cortometraje de nombre “La Tiricia o cómo curar la tristeza”. Dura 12 minutos. Trata de una bisabuela, una abuela, una nieta y una bisnieta. Comienza con el pavor de la madre a que su esposo toque inapropiadamente a su hija, la sola imagen de él abrazándola la aterra y corre a quitársela de los brazos, le trae el recuerdo de cuando su hermano adolescente la violaba cuando era niña. Se pregunta entonces sobre la tiricia que es un mal del alma, la tristeza del alma. Le pregunta a su mamá, ésta le dice que ella se la heredó, y continúa el hilar porque a ella también la violó su tío cuando era niña, y a ella la tiricia se la heredó su mamá que también fue abusada de niña. El asunto es, ¿cómo terminar con la tiricia o la tristeza del alma para no heredársela a la niña? ¿Cómo terminar con esos infiernos y no heredárselos a la generación siguiente?
Pero esto va más allá, de un simple “dejar ir”, “bloquear”, ¿cuáles son las secuelas de una violación sexual? ¿Y si hay embarazo de por medio? ¿Cuál es el estigma, el miedo, qué se pierde después de una violación sexual? ¿Cómo una persona logra recuperar el amor propio? ¿Se recupera el amor propio acaso? ¿Se puede volver a confiar en alguien después de esto? ¿Qué sucede con la vida de las personas que sufren una violación?
¿Nosotros como parte de la sociedad somos capaces de comprender lo que significa una violación sexual en sí? ¿Somos capaces de comprender el por qué las personas actúan, sienten y piensan de cierta manera debido a esa experiencia? ¿Cuál es nuestro nivel de comprensión? ¿En qué manera podemos ayudar? ¿Guardando silencio, orando, alejándonos, no preguntando?
Y más importante aún, ¿cómo podemos evitar las violaciones sexuales? Como sociedad, ¿cómo podemos evitarlas? ¿Cuál es nuestro papel individual y colectivo en todo esto?
¿Acaso es cosa solo de mujeres, de las “las feministas resentidas” “de las anti hombres” de las “psicólogas, doctoras, trabajadoras sociales”? ¿Y nosotros como hombres, qué?
¿Cómo logra vivir el día a día una víctima de violación, nos hemos preguntado eso? ¿Y si somos más humanos, más conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor? ¿Y si nos involucramos, si nos hacemos voluntarios, si leemos al respecto, si dedicamos un día al mes para ir y hacer nuestro trabajo comunitario en estos centros donde están en recuperación las víctimas de violación? ¿Y si percibimos lo que sucede en las calles con los niños que viven ahí? ¿Y si al violador lo tenemos en casa?
Muchas preguntas, ¿cuáles son las respuestas para la post violación? ¿Qué tiene que ver el patriarcado, la violencia y la invisivilidad de género en todo esto? ¿La colonización, el sistema de castas? ¿El clasismo? Usted ahí donde está en este momento leyendo este texto, ¿qué tiene que ver en todo esto? Yo que lo estoy escribiendo, ¿qué tengo que ver en todo esto?
¿Por qué no hablamos de la violación sexual con palabras claras, así como hablamos de la cuenta de luz, de las compras de la comida para la semana. En la misma forma en que le decimos a las personas que las queremos, con esa misma intensidad , con esa misma necesidad, con ese mismo aplomo debemos hablar de la violación, de cómo prevenirla y de cómo ser más humanos con las personas que la han sufrido.
Saquémosla de la oscuridad del tabú. De lo sucio, del estigma, de lo inhumano. Dejemos de sentenciar, de culpar, de excluir, de sentir pena y lástima por quienes la han vivido. Hoy, en este mismo instante es el momento propicio para hablar de la violación sexual, y lo será cualquier momento y lugar porque quienes la han vivido también son importantes, porque tenemos que evitar que otros la vivan. ¿Cómo reconstruiremos todos, colectivamente nuestro tejido social?
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