La cruzada de demonización contra todos los gobiernos progresistas de Latinoamérica por parte de los globalizadores “iluminados” norteamericanos y la puesta en marcha por la oposición derechista latinoamericana ya alcanzó a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff y al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Por Vicky Peláez
Vivimos en un tiempo de engaño universal cuando presentar la verdad parece un acto revolucionario
George Orwell (1903 - 1950)
Bastó que el internacionalmente popular Lula anunciara su posible participación en las elecciones presidenciales del 2018 para que la Policía Federal ponga en marcha un gran operativo con 200 agentes para detener al ex mandatario, trasladarlo al Palacio de Justicia e interrogarlo durante tres horas por una denuncia de corrupción nunca comprobada. El show mediático estaba bien coordinado y realizado con “bombos y platillos”. Ya en la propia madrugada del 4 de marzo el diario Folha de Sao Paulo apareció con un titular acusando a Lula a través de una supuesta delación, que nadie ha visto, del ex senador del Partido de los Trabajadores (PT), Delcidio Amaral, acusando a Lula da Silva de ser parte de una red que se apropió de unos dos mil millones de dólares. Posteriormente a las 6 de la mañana se inició la operación “Aletheia” (expresión griega “búsqueda de la verdad”) ordenada por el juez Sergio Mora implicando a 200 agentes de la policía, fuertemente armados, y 30 auditores de Hacienda que allanaron la casa del ex presidente, la de uno de sus hijos, una finca, un apartamento en el balneario y el Instituto Lula.
Por supuesto, no encontraron nada que incriminase a Lula da Silva, pero el daño moral ya estaba hecho tanto al ex mandatario como al Partido de los Trabajadores (PT) así lo comentó Dilma Rousseff cuando declaró que las acusaciones filtradas en muchos casos no son ciertas, “pero el impacto de lanzar barro a los otros ya ocurrió”. Precisamente esta estrategia fue usada y diseñada desde el 2014 por Washington para terminar de tajo con todos los gobiernos progresistas de América Latina. Los medios de comunicación en Latinoamérica en manos privadas se convirtieron en el primer partido de oposición en el continente que, bajo la supervisión del Gran Patrón, puso como meta principal acabar con el nacionalismo, populismo, soberanía nacional y apropiarse de los abundantes recursos naturales. En Brasil, el Grupo Globo que pertenece a la familia Marinho, Sistema Brasileiro de Televisao (dueño Silvio Santos), Rede Bandeirantes (grupo Saad) y Record, cuyo dueño es el multimillonario obispo evangélico, Edir Macedo, usaron todo tipo de desinformación, mentiras, suposiciones, especulaciones, acusaciones no probadas, denuncias inventadas día a día para crear una imagen de Lula como un “reo” probado y para mostrar que el gobierno de Dilma Rousseff está en un callejón sin salida. Hace poco la revista Veja publicó los informes de la CIA que le fueron suministrados por la revista chilena Clarín -un antiguo y reconocido colaborador de la inteligencia norteamericana-, que señalaban a Lula como un miembro de la red de corrupción en Brasil, sin confirmarlo con pruebas. Pero, en la percepción de O Globo no se necesita comprobar nada porque “en la política lo que interesa es la versión, no los hechos”.
Para el dueño del Grupo mediático Globo, Roberto Marinho, esta estrategia ya le sirvió en 1964 cuando los militares dieron un golpe de Estado al presidente populista legítimamente elegido, Joao Goulart a instancias de las publicaciones de O Globo que advertía sobre el peligro del comunismo en Brasil. En 2014, Globo reconoció su apoyo al golpe militar y la asesoría que Roberto Marinho había ofrecido a los generales Ernesto Geisel y Joao Batista Figueiredo. Ahora, en vísperas del 52º aniversario de aquel golpe (31 de marzo y 1 de abril de 1964) que instaló una dictadura militar que duró hasta 1985, los columnistas estrellas de O Globo, como Ricardo Noblat, crean impresión del malestar militar, escribiendo que “los generales están temerosos por la conjugación de la crisis económica y política… y piden encontrar una salida… piden prisa”. Inclusive están de acuerdo de cambiar a la presidenta, como lo ha afirmado Nublat. Tal es la situación, que el martes pasado en las calles de São Paulo aparecieron inscripciones: “El pueblo no es bobo, abajo la red Globo”, “La verdad es dura, Globo apoya la dictadura”. Pero no solamente el cartel mediático brasileño está detrás de esta campaña anti - Dilma y Lula, lo apoyan también organizaciones pro golpe como VemPraRua, Movimiento Brasil Libre y Revoltados, entre muchos otros grupos y partidos. Los especuladores financieros, los empresarios, los oligarcas y un gran sector de la clase media ya consideran como un hecho la pronta y precipitada caída de Dilma Rousseff, la detención de Luiz Inácio Lula da Silva y la casi inmediata privatización de la petrolera Petrobras. Los mercados financieros después del interrogatorio de Lula tuvieron inmediatamente un aumento de 8.86 de las acciones de Petrobras.
La Federación de Industrias del Estado de São Paulo anunció su apoyo a la movilización popular programada para los próximos 12 y 13 de marzo para deponer a la presidenta al tiempo que la fiscalía anunció que podría presentar cargos para impedir la candidatura presidencial de Lula al imputarlo por “improbidad administrativa” por haber recibido el apoyo económico ilegal de empresas constructoras ligadas a Petrobras antes de dejar el gobierno en 2010. A los opositores no les importa que tanto Dilma como Lula fueron exculpados de toda responsabilidad en 2015, en el caso de la corrupción de la petrolera. El juez Sergio Moro decidió copiar la táctica del juez italiano Antonio di Pietro del caso “Manos Limpios” (en los años 1990) “utilizando subversión autoritaria del orden judicial para lograr determinados resultados”. No cabe duda que si el juez Sergio Moro hubiera utilizado este procedimiento en tiempos de la dictadura o durante el gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso (1995 - 2002) habría sido destituido inmediatamente y castigado judicialmente, pero actualmente el proceso judicial se ha convertido abiertamente en un proceso político impuesto desde afuera y apoyado por la elite brasileña impaciente de empezar el saqueo del país, lo que tanto Lula como Dilma han tratado de impedir. No hay que olvidar que 100 mil millones de barriles de petróleo descubiertos en Brasil no hace mucho bajo el mar a 2.000 metros de profundidad en el lecho oceánico denominado pre-sal representan un gran interés geoeconómico para EE. UU. Lo mismo pasa con el Acuífero Guaraní con el volumen de agua estimado de 37 mil kilómetros cúbicos perteneciendo a Brasil 840 mil kilómetros cuadrados del total, 1.200.000 kilómetros cuadrados.
La oposición puso en marcha el esquema de privatización de sus recursos naturales siguiendo el ejemplo de la petrolera mexicana Pemex, cuyos yacimientos fueron entregados a las corporaciones norteamericanas bajo el plan elaborado por el equipo de Hillary Clinton. En Brasil, la presencia de Lula y el gobierno de Dilma no han permitido el inicio de este proceso. Entonces fue tomada la decisión de destituir a la presidenta y de meter a Lula a la cárcel. Según las publicaciones Veja, O Globo, Folha de Sao Paulo este proceso podría acelerarse con las manifestaciones bajo el pretexto de lucha contra la corrupción convocadas por la oposición y su partido mediático para los próximos 12 y 13 de marzo. La arremetida globalizada contra el progresismo en Brasil fue coordinada también con las marchas de protesta de la oposición venezolana bajo el liderazgo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en Venezuela exigiendo también la destitución del presidente Nicolás Maduro el próximo sábado 12 de marzo. Para reforzar este proceso en Venezuela, el gobierno de Barack Obama prorrogó por un año la vigencia de una orden ejecutiva que señalaba a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional de EE. UU., declarando “emergencia nacional” a Venezuela.
En Ecuador, Rafael Correa prometió dar cuenta sobre el complot contra su gobierno que está preparando la oposición. Lo mismo está sucediendo en Bolivia y las acusaciones de corrupción y narcotráfico se repiten y se hacen más insistentes al momento cuando Evo Morales anuncia el descubrimiento de nuevos yacimientos de gas en Bolivia y el país firma tratados con la empresa rusa Gazprom. Es decir, estamos presentando una cruzada internacional y continental contra todos los gobiernos que se atrevieron a aplicar medidas populistas y nacionalistas en sus países. En realidad, esta lucha comenzó desde el inicio de 2000 y ahora está llegando a su fase más dramática como lo mostró el caso de Argentina. En el caso de Brasil, el periodista Augusto Zamora escribió en 2005 en el periódico “La Insignia” que “contra Lula se alinearon en una cacería sacrosanta el emperador, el gran capital, la oligarquía, las transnacionales, los empresarios europeos y los norteamericanos, la CIA y la cúpula militar estadounidense. Tenía que tejer fino Lula, un hilo como el de Ariadna para satisfacer la magnitud de sus adversarios”. A veces estos “tejidos finos” son difíciles de explicar como… ¿para qué Brasil sigue manteniendo en bonos del tesoro norteamericano la cantidad de 254,8 mil millones en momentos de severa crisis económica y falta de dinero y así solventando la deuda estatal estadounidense? Ese dinero es suficiente para aliviar la difícil situación financiera brasileña pero ¿a nadie ni a Dilma se le ocurre utilizarlo? ¿Cuál es ese arreglo con el agresivo EE. UU. y que no solo Brasil tiene en cuestión de bonos? Lo tienen China, países caribeños, Rusia etc, etc.
Debido a la crisis económica por la caída de los precios de la materia prima ya no hay condiciones ni tiempo para seguir “tejiendo fino” satisfaciendo a la izquierda y la derecha, a los ricos y a los pobres. Llegamos al otro período de tiempo cuando la lucha contra todo lo que se opone al Orden Económico Mundial diseñado por los globalizadores, ya se proyectó no solamente al nivel micro sino al macro. La cruzada abarca también la lucha contra las formaciones como el BRICS. Washington no solo trata de dominar Latinoamérica usando sus lacayos locales en Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, sino que impone las sanciones contra Rusia y China. Todo esto orientado también a hacer derrumbar el Grupo BRICS para fortalecer su Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial junto con la Organización Mundial del Comercio (OMC). La cacería globalizada contra los líderes progresistas que, según Rafael Correa, “no agachamos la cabeza ante los imperios, ni antes la burguesía, ni ante los poderes económicos”, va ser cruel y despiadada. El asesinato en Honduras de la Coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas, Berta Cáceres y el encarcelamiento en Argentina de la fundadora de la Organización Barrial Tupac Amaru, Milagro Sala, a quien el Papa mandó un rosario en vez de exigir su liberación, son síntomas de los futuros golpes de Estado, llamados ahora “suaves”, que requieren la respuesta del pueblo que no supo responder en Argentina, ni hace tiempo ya en la Unión Soviética seducido por las promesas de “Cambio” sin esforzarse de entender lo que esto significa.
Ahora el turno le toca a Brasil y de su resultado va a depender el destino de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
En su último libro “Pape Satan Aleppe”, que recién saldrá a la venta, escribió Umberto Eco que “la televisión elevó a los tontos del pueblo a nivel en que los espectadores podían sentirse superiores. Pero el drama de Internet consiste en la elevación de aquellos tontos del pueblo al nivel de poseedores de la verdad”.
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