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Buenos Aires - Argentina
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EDITORIAL
LOS IDEALES NUNCA MUEREN
Los jóvenes nos siguen enseñando el camino. Antes, fueron Claudia Falcone, Claudio De Acha, María Clara Chiocchini, Daniel Racero y Francisco López Muntaner, quienes aún están desaparecidos y ahora, son los que exigen edificios escolares en condiciones edilicias dignas, los que reclaman un mayor presupuesto para la Educación y los que piden respeto frente al avasallamiento de sus derechos en la escuela y en la calle.
Entre los de ayer y los de hoy, nos encontramos con que, pese a su relativa indiferencia actual con respecto a la política y a los políticos, han comprendido la necesidad de continuar el sendero iniciado en La Plata, cuya lucha por el boleto estudiantil fue solamente el reflejo de una época pero que era mucho más que ello. Y necesitamos que ellas y ellos sacudan nuestra modorra para darnos cuenta de lo imperioso de sus necesidades y de sus derechos que son cercenados por el poder, cualesquiera que éste sea.
Y es indispensable hacer nuestra propia autocrítica. Cargamos con enormes prejuicios sobre nuestras espaldas, como producto de la cultura represora que hemos internalizado; al menos, aquellos que aún expresan la fatídica frase "por algo será" y que no se animan a impulsar a esta juventud para que levante las banderas que alguna vez hemos izado durante nuestra vida. Nos olvidamos de ellos y pretendemos que sean el motor inmóvil de nuestra sociedad. Los dejamos de lado, mientras van avanzando por el camino del aprendizaje de la vida, de la lucha sin prisas y sin pausas por un mundo diferente. Tenemos nuestra propia responsabilidad por ello y nos tenemos que obligar a que renueven sus votos en la búsqueda de los caminos hacia la memoria, la verdad y la justicia.
Los mismos sobrevivientes, como Emilce Moler, nos revelan algo sustantivo: "Teníamos un proyecto político", como bien expresa en un reportaje realizado por Victoria Ginzberg. Otros, como Pablo Díaz, se dedicaron a difundir lo sucedido o, como Patricia Miranda y Atilio Calotti, prefirieron un silencio que debemos respetar. Ahora bien, ¿cuál es el proyecto político de nuestra juventud?.
Estamos ante generaciones que no vivieron la crueldad de las dictaduras. No saben de otros que, como ellos, se atrevieron a desafiar al poder para exigir sus justas reivindicaciones en lo social y en lo educativo pero lo intuyen... Y tenemos que ayudarlos a la construcción de sus propias experiencias de lucha, porque serán quienes nos reemplazarán en la tarea de reconstruir la memoria para encontrar la verdad y así, llegar a la justicia.
En una escuela media desarticulada, en donde prima el discurso oficial sobre la verdad histórica, la verticalidad frente a la necesaria horizontalidad y los mandatos sociales que llevan a la alienación del sujeto, nuestros jóvenes transitan una vida que oscila entre lo estatuído y lo que aparece como renovación del campo social, que solamente es alterada cuando los incumplimientos estatales los obligan a hacer frente a la realidad y a la cultura impuesta. En otro contexto histórico, en el fondo, es la misma lucha de La Plata de hace 31 años atrás...
Lo mismo ocurre en los ámbitos del nivel terciario y universitario, donde el poder trata de perpetuar las desigualdades en forma sutil, cuyo estudiantado comienza a tomar conciencia de su propia condición y de la necesidad de comprometerse con un proyecto, cualquiera sea la ideología. Ellas y ellos van caminando por la cornisa, buscando esquivar la represión de sus expresiones en la búsqueda de la superación de las eternas antítesis existentes.
Padres y docentes tenemos la enorme responsabilidad de acompañarlos en el camino del aprendizaje hacia la vida, más que a los mercados; hacia la construcción de su personalidad, más que a los dimes y diretes de Gran Hermano y de Bailando por un Sueño y hacia el aliento de sus actividades, más que a someterlos a prejuicios destinados a cercenar sus experiencias. Seguramente, para muchos de nosotros y de nosotras será difícil evadirnos de la pesada mochila que albergamos desde hace años, pero es indispensable colaborar en la construcción de sus luchas.
Nuestros jóvenes son la reserva vital de nuestra sociedad. No podemos dejarlos a la deriva. Mejor ejemplo que la actitud demostrada por los estudiantes del Mariano Acosta en defensa de su derecho a la Educación, cercenado por la desidia de un Ministerio que solamente espera su reemplazo para el próximo 10 de diciembre. Fueron ellas y ellos, junto a sus padres y docentes, los que obligaron al compromiso del Ejecutivo de la Ciudad. Pero tampoco nos podemos olvidar de otros que siguen el mismo derrotero, como los estudiantes de la Coordinadora de Educación Artística de la Provincia de Buenos Aires o del mismo Otto Krause.
Caminemos con ellas y con ellos. Tal vez, esa sea la mejor forma de honrar la memoria de los caídos en La Plata y permitir que los ideales no se mueran en el intento; al contrario, que sigan más vivos que nunca...
Prof. Juan Carlos Sánchez
Director Editorial GACETILLAS ARGENTINAS.
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